Interna feroz en las filas de Donald Trump
La condición de empresario global de Musk, algunas de sus posturas y el modo en que parece haber comprado un lugar en el nuevo círculo del poder con donaciones –por lo menos, y sólo considerando las directas y declaradas– de 277 millones de dólares están provocando un colosal choque de facciones en MAGA.
La grieta divide a nacionalistas y globalistas en el universo trumpista. Entre los primeros se destaca quien fuera el estratega de la primera campaña del republicano y referente doctrinario de la "nueva derecha", Steve Bannon; entre los segundos, Musk.
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Steve Bannon y Elon Musk se disparan artillería pesada dentro de las filas de Donald Trump.
En esa pelea radica buena parte del futuro ideológico del trumpismo y el control de la interna debajo de un presidente que arbitra entre facciones como el populista que es.
En ella, los nacionalistas buscan erosionar a Musk, quien, con sus posicionamientos internacionales y los millones que promete a ultras ingleses y alemanes, actúa como un presidente en las sombras, algo que irrita a Trump, quien ironizó al respecto días atrás: "Estoy a salvo, ¿saben por qué? Porque él (Musk) no puede ser presidente, no nació en este país", dijo entre risas muecas burlonas.
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Bannon aprovecha esa hendija para volver al polígono de hierro trumpista –vaya a saberse cuántos lados tiene– tras haber pasado cuatro meses en la cárcel por desacato. El hombre, de 70 años, demostró su lealtad al negarse a declarar ante la comisión de la Cámara de Representantes que investigó el copamiento del Capitolio del 6 de enero de 2021. Además, rechazó entregar documentos vinculados a los intentos de Trump de anular el triunfo de Joe Biden en las elecciones de noviembre de 2020.
Donald Trump y el parteaguas de la inmigración
El blitzkrieg que Trump promete descargar contra los inmigrantes sin papeles expuso crudamente esa fractura ante la opinión pública.
Musk, sudafricano de nacimiento, defendió la vigencia de las visas H1-B, que se entregan a inmigrantes altamente calificados a pedido de sus empleadores. Sus empresas se benefician ampliamente de ese esquema.
El mandatario electo respaldó al megaempresario tecnológico en el tema, pero Bannon movilizó a los suyos con una serie de ataques sin precedentes.
Mientras los nacionalistas multiplicaban denuncias de censura por parte de Twitter contra los mensajes opuestos a la H1-B y a la favor de la contratación de estadounidenses –no de extranjeros– en las grandes compañías tecnológicas y avanzaban, en una gala realizada en Nueva York, en la propuesta de una nueva reelección de Trump en 2028 –lo que sería inconstitucional–, Bannon se puso al frente de la ofensiva.
"Este tipo (Musk) vive de contratos gubernamentales y subsidios de los contribuyentes. Ni siquiera sos estadounidense, lo único que sos es un globalista. Aceptarías un cheque hasta de Adolf Hitler", disparó.
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Lo primero es cierto: SpaceX es contratista de la NASA y Tesla creció en base a exenciones impositivas generosas para los compradores de autos eléctricos, nada de lo cual le impide a Musk presentarse como un anarcocapitalista alla Milei.
"Ganás dinero con la guerra, no sos un nacionalista estadounidense, ni siquiera sos estadounidense", siguió Bannon, ya usando la segunda persona. "Son los ciudadanos de este país los que les dan a ustedes, tragas, una plataforma incluso para existir", agregó.
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El tecnoplutócrata cayó en la cuenta de que el poder se construye con el tiempo –no solamente con chequera– y cedió en parte al concederles a los nacionalistas que ese esquema de visados requiere reformas y que debería ser más restrictivo que en la actualidad.
Iniciado días antes de fin de año, el ataque de Bannon continúa.
Elon Musk: el futuro ya llegó
A Musk, dueño de una fortuna de 432.000 millones de dólares –algo sin par en toda la historia–, le duró apenas un día su última provocación: el cambio de su perfil en Twitter, la red social que compró en octubre de 2022 por 44.000 millones de dólares. Entre la Noche Vieja y el Año Nuevo, se presentó como Kekius Maximus, en base al personaje de cómic Pepe the Frog –Pepe la rana–, vestido como un gladiador. Este dibujo, aparecido en 2005, devino con los años ícono de la extrema derecha, al punto que la la Liga Antidifamación lo incorporó a su listado de símbolos de odio.
Musk provoca, se divierte y hace negocios al mismo tiempo, lo que anticipa la miríada de conflictos de interés que tendrá en su condición de zar de la motosierra y de la desregulación en la futura administración: Kekius Maximus es, también, el nombre de una criptomoneda cuyo valor se infló más de 900% el martes a la tarde simplemente cuando se supo de su cambio de perfil.
Ya sea por el escándalo que se desparramó en Twitter por haber ido demasiado lejos en su nueva versión de extremista de derecha con coqueteos filonazis o por el estallido de un Cybertruck, el vehículo emblema de Tesla, nada menos que frente a un hotel de Trump en Las Vegas, Pepe the Frog volvió este miércoles por la tarde de repente a ser Elon Musk.
"Confirmamos que la explosión fue causada por fuegos artificiales de gran tamaño y/o una bomba transportada en la parte trasera del Cybertruck alquilado y que no está relacionada con el vehículo en sí", escribió él mismo poco después del hecho. "Parece probable que haya sido un acto de terrorismo", añadió.
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El negocio quedaría, así, a salvo de sospechas de inseguridad, pero la política arde. ¿Qué le importará más?
Elon Musk, el benefactor de todos los ultras
Más allá de ese episodio, el tecnoplutócrata no para de inundar a sus 210 millones de seguidores en Twitter –algoritmo tuneado mediante, también a quienes no lo siguen– con contenido ultra.
No cesa de postear o repostear mensajes que vinculan inmigración con violaciones u otros delitos en el Reino Unido y hasta de vaticinar por esa razón "una guerra civil inevitable".
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Asimismo, sugiere persistentemente un posible financiamiento a Reform UK, el partido del extremista Nigel Farage, uno de los motores del brexit a través de campaña sucia y fake news.
Además,insiste en llamar a votar por Alternativa por Alemania (AfD) y en festejar cualquier avance de esa fuerza en las encuestas para las elecciones del 23 de febrero, carrera en la que marcha segunda.
Al respecto, provocó un cimbronazo en la prensa alemana el último fin de semana al publicar una columna en Welt am Sonntag, la versión dominical del diario conservador Die Welt, en la que desafió las denuncias de injerencia que le lanza el gobierno socialdemócrata saliente.
Esa apología de una agrupación ampliamente tildada de neonazi provocó la renuncia de la editora de Opinión de ese medio, Eva Marie Kogel, y una forzada nota aclaratoria del jefe de Redacción, Jan Phillip Burgard, quien dijo compartir el diagnóstico del magnate sobre los problemas del país, pero afirmó que la idea de que la "sólo la AfD puede reformar a Alemania es totalmente equivocada". "AfD es en parte xenófoba y antisemita, y por eso es un peligro", cerró.
Un mundo nuevo según Donald Trump
Twitter es una máquina formidable de generar sentido común político. Los 368 millones de usuarios que tenía en todo el mundo cuando la compró Musk se han reducido a 335 millones, pero ni Threads –la red de Mark Zuckerberg, cuyos antecedentes de venta de datos con fines políticos alimentó el escándalo de Cambridge Analytica– ni la nueva Bluesky –cuyo auge repentino parece haberse frenado– le hacen sombra como ágora digital excluyente.
Aun más importante que eso, a través de su empresa de satélites Starlink, Musk se ha convertido, según el almirante francés Pierre Vandier –citado por La Nación –, en "el propietario de la capa inferior del espacio". "Está privatizando el espacio", denunció.
"Sobrevivimos gracias a su voluntad. Da asco", sumó en off, en el mismo artículo, un responsable del Pentágono al dar cuenta del modo en que operaciones militares ucranianas contra Rusia fallaron por la decisión de Musk de no irritar a Vladímir Putin y dejar sin servicio de geolocalización a drones en pleno vuelo hacia sus objetivos. Ese fiasco les costó mucho dinero a los plomeros y carpinteros de Estados Unidos, financistas en última instancia de la ayuda militar al gobierno de Volodímir Zelenski.
Los conflictos de interés de Musk, en Rusia, sí, pero especialmente en China, serán la comidilla de los próximos meses.
Está naciendo un nuevo poder, capaz de volcar balanzas políticas en todo el mundo con una pila de millones y de cambiar el clima global en el que se dirimirá el futuro argentino.