UP implosiona en la Legislatura. El desorden bonaerense repercute en la cúpula del partido. Sin bastón no hay liderazgo y sin liderazgo no hay conducción.
Axel Kicillof y Mayra Mendoza
Axel Kicillof y Máximo Kirchner.
La interna del peronismo está fuera de control. En Buenos Airesya nadie lo disimula y prueba de ello fue lo sucedido en la medianoche del jueves, cuando se cayó la sesión para tratar el proyecto de Presupuesto de Axel Kicillof, presionado por La Cámpora, intendentes del conurbano y el Frente Renovador, en medio de operaciones surgidas en el corazón de Unión por la Patria (UP).
Las casi diez horas de demora que sufrió la sesión que la Cámara de Diputados tenía prevista para avanzar con la ley de leyes y la Fiscal Impositiva evidenciaron las dificultades que tiene el gobernador para conducir y ordenar una Legislatura que nunca sintió propia.
Kicillof sufrió como nunca antes la rebelión interna del camporismo y el intendentismo que, en algunos casos, fueron más allá que la mismísima oposición en la idea de tachar y redactar artículos de un Presupuesto blue que nunca llegó a tratarse.
Sin un interlocutor definido, el gobierno dejó en manos de Juan Pablo de Jesús las negociaciones. El exintendente del Partido de La Costa se pasó toda la semana yendo del Ministerio de Economía a la Legislatura para afinar la letra de una norma que no llegó a nacer. El presidente de la comisión de Presupuesto responde a otros intereses, como también sucede con el (ahora ex) presidente de la cámara baja, Alejandro Dichiara.
A esa gestión que excedió a Kicillof y que nunca le aportó seguridad, se sumó la presión de casi diez intendentes peronistas que fueron dos veces en 48 horas al parlamento para pedir un fondo de 200 mil millones en materia de seguridad, más un incremento en la coparticipación municipal. Para defender los números oficiales, que ofrecían poco más de la mitad de lo solicitado, no había ningún alcalde de los que bancan al gobernador.
Hay voces que afirman que hasta se llegó a redactar un presupuesto blue, sin ninguna línea escrita por un kicillofista -no había-. Con ese documento, tachado y sobre escrito, llegó el acuerdo con la oposición para bajar a votarlo al recinto, casi a las 12 de la noche. Lo que nadie imaginó (o sí) es que para convertirlo en ley debía pasar por el Senado, donde esperaba sentada y de brazos cruzados la vicegobernadora Verónica Magario, full kicillofista.
La cámara alta había sesionado el martes y dejó en cuarto intermedio la sesión, con la intención de que el jueves pudiera haber un acuerdo en Diputados que le permitiera, en una sesión exprés, darle curso al Presupuesto. Cuando todas las miradas estaban puestas en las negociaciones frenéticas que se daban en los despachos de la cámara baja y en cómo quedaría redactado el nuevo presupuesto, Magario clausuró el tema sin renovar el cuarto intermedio. Se cayó el Senado, se cayó el Presupuesto.
Sin la urgencia de sacar un texto tirado de los pelos, desprolijo y sin los acuerdos necesarios entre todos los sectores, Diputados debió tratar en dos horas un par de proyectos que tenía apilados y pateó para el viernes 27 de diciembre la discusión central. Magario sí tiene el control del Senado, un recinto con tensiones internas más suaves y entre menos fuerzas políticas. La matancera se convirtió en heroína y le atajó la bomba a Kicillof.
La hondura de la crisis no toca el piso en el peronismo, se extiende a la falta de aliados estratégicos que puedan defender al gobernador. La ausencia de una buena cantidad de legisladores propios no es excusa: Javier Milei tampoco los tiene en el Congreso y consigue acuerdos impensados. Los bloques dialoguistas en Buenos Aires no son suficientes, por lo menos para jugar partidos como los de la semana que pasó.
Kicillof tiene dos oposiciones (sin contar la interna) que van por caminos separados. Por un lado, La Libertad Avanza sigue creciendo y apuesta en convertirse en la fuerza que enfrente con más potencia al oficialismo en 2025. Por otro, el PRO y el radicalismo parecen tener mejor sintonía con el cristinismo que con el gobierno, por lo menos esa impresión dio la imagen de la redacción conjunta de un presupuesto que no era el de Kicillof.
Entre ambos sectores dibujaron $400 mil millones para un fondo de Seguridad para los municipios que no estaba incluido en el texto original de la iniciativa, sumado a la derogación de un artículo clave de la Ley Fiscal que introdujo un sector de la oposición, el incremento en la coparticipación para las administraciones locales, la eliminación del artículo por el endeudamiento y la autarquía del IOMA.
Pocas horas después de la debacle legislativa, varios intendentes llegaron a Gobernación para firmar un leasing con el presidente del Banco Provincia, Juan Cuattromo, y Kicillof. Sin quitarle el cuerpo a la causa, el gobernador les dijo a los jefes comunales que si pretenden fondos para capear la crisis y poder obtener recursos para seguridad e infraestructura, debían facilitar antes los legisladores la aprobación del presupuesto y el endeudamiento.
Mientras, algún alcalde le echaba en cara que no contaba con las condiciones mínimas que debía darle la provincia para afrontar la gestión en el distrito. Los intendentes y la nueva conducción de Diputados en manos del massista Alexis Guerrera tendrán que volver a dar cartas si quieren comenzar 2025 en paz, en la previa de un año electoral clave.
El exintendente de General Pinto se reunirá en las próximas horas con Kicillof y con Magario para diagramar la hoja de ruta legislativa tras el fracaso del jueves. Diputados y el Senado convocaron a sesionar el viernes 27 de diciembre.
Que el peronismo esté dinamitado en la provincia que concentra el 38% del padrón electoral nacional es un problema que trasciende largamente Buenos Aires. Cristina Fernández de Kirchner salió a la cancha durante 2024 dispuesta a volver a jugar y sigue sin perdonarle al mandatario bonaerense su falta de respaldo cuando se postuló a la conducción del PJ. La interna entre La Jefa y Kicillof es autodestructiva y, de continuar, arrojaría un final cantado en 2025.
Mientras todo pasa, el gobernador debe definir si desdobla las elecciones del año que viene o desnacionaliza la discusión, lo que iría en detrimento de la polarización con el gobierno de Milei que pretenden sostener CFK y Sergio Massa, el tercer socio.
Para colmo, el jueves, el juez electoral Alejo Ramos Padilla publicó un informe destinado al gobierno provincial para que defina con rapidez cómo se votará el año que viene y así poder planificar los comicios en la provincia. El problema es que Kicillof avisó que eso lo determinará en febrero, mientras se espera una definición nacional respecto a la posible eliminación de las PASO -en Buenos Aires el Frente Renovador ya lo planteó-.
Aunque CFK pida que sus hijos políticos agarren el bastón de mariscal y después se arrepienta y Kicillof quiera tocar una nueva canción aunque no tenga clara la partitura, ambos deberán firmar la tregua y darle fumata blanca a la unidad si es que pretenden ser competitivos en la elección.
¿Cómo buscará el peronismo ser una alternativa seria ante un gobierno nacional arrollador si no puede controlar la disputa interna? ¿Cómo quiere el kirchnerismo volver al gobierno sin respaldar al gobernador de su espacio con mayor responsabilidad política? ¿Cómo piensa liderar al peronismo un gobernador -eventual candidato a presidente- que no logra controlar la negociación de su propio Presupuesto? Las respuestas urgen.