Si finalmente desdobla las elecciones en Buenos Aires, Axel Kicillof terminará de dar el paso final para la emancipación definitiva de Cristina Fernández de Kirchner, un hecho clave para el futuro del peronismo, pero que conlleva riesgos y beneficios que el gobernador deberá administrar y sortear con éxito si quiere llegar bien parado a 2027.
El “perro verde” de la manada, como llamaba al gobernador un intendente del conurbano, deberá mostrar cuán diferente es de CFK y Máximo Kirchner a la hora de conducir y hacer política. En ese marco, detrás de la bruma de la interna peronista empieza a asomar un boceto de lo que podría ser un sello propio: el modelo Kicillof.
El modelo Axel Kicillof
El gobernador mostró desde el inicio de su gestión que su forma de hacer política era diferente. En una primera etapa se caracterizó por el perfil de gestionador antirosca. Tras una lenta metamorfosis, emergió un Kicillof diferente, con intenciones firmes de fijar su propio rumbo político, sin imposiciones. El punto de inflexión fue su pelea con La Cámpora durante el proceso electoral de 2023.
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Axel Kicillof y Máximo Kirchner
En esta segunda etapa, Kicillof ya empezó a demostrar que sus formas son diferentes a las de CFK y La Cámpora. Lo hace al dar rienda suelta a su tropa para armar a lo largo y ancho de la provincia o cuando encabeza multitudinarias reuniones con los intendentes que le responden, como la última en Villa Gesell, para escuchar opiniones y bajar línea. También cuando plantea en reuniones cerradas que el modelo Alberto Fernández no funciona o en sus formas para construir territorio y transversalidad, de un estilo que rememora más al primer kirchnerismo, el de Néstor, que al último de CFK.
Transversalidad a lo Néstor Kirchner
El modelo Kicillof que asoma tiene atisbos de transversalidad, de integración de sectores que durante la era kirchnerista que asomó a la política nacional a principios de siglo tuvieron un espacio que con los años fueron perdiendo. Algo de federalismo, un poco de radicalismo, bastante de movimientos sociales y mucho de respaldo gremial.
Fueron una muestra los gestos de nacionalización del kicillofismo en construcción, primero con el gobernador radical de Santa fe, Maximiliano Pullaro, y luego con el mandatario del PRO de Chubut, Ignacio Torres. Otra muestra: la construcción política con gobernadores peronistas y el vínculo aceitado con el riojano Ricardo Quintela -que a la postre sería la sentencia para el fin de la relación con el cristianismo-.
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En Buenos Aires no son pocos los intendentes radicales y hasta dirigentes del PRO que, siempre off the record, aseguran que la gestión de Kicillof es mucho mejor que la de María Eugenia Vidal. Otros dirigentes de la UCR están mucho más cerca ideológica y filosóficamente del gobernador que del macrismo y bien lejos de Javier Milei. No hay que esforzarse demasiado para recordar radicales en gobiernos kirchneristas. Ahí hay una puerta abierta.
Los tres anillos de Axel Kicillof
La construcción política del gobernador está basada en tres anillos que lo rodean. El primero está compuesto por dirigentes que lo han acompañado siempre y son su núcleo duro desde el primer día que se sentó en el sillón de Dardo Rocha. Entre ellos se cuentan a Carlos Bianco, Jesica Rey, Agustina Vila y Augusto Costa.
Un segundo anillo se consolidó en el último año con una mesa política más amplia, donde quedaron como miembros estables el ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque, y los intendentes Mario Secco (Ensenada), Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Julio Alak (La Plata).
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Axel Kicillof y su equipo de gobierno en la marcha de la CGT. Foto: Pilar Camacho.
En el tercer anillo está el grupo de intendentes ampliado que van de entre treinta y cuarenta, algunos más cercanos que otros, dirigentes de movimientos sociales y sindicalistas con quienes Kicillof arma reuniones periódicamente y bajo distintos formatos para mantener un diálogo lo más fluido posible. Eso no quita algún atisbo de cerramiento similar al del cristinismo duro o La Cámpora: el primer anillo es el primer anillo.
El modelo Alberto Fernández, no.
Para el gobernador y su entorno no puede haber una conducción fragmentada o a varias puntas con poder limitado o tutelado. Un modelo que también se probó en la provincia de Buenos Aires con Kicillof en el sillón de la gobernación y Máximo Kirchner conduciendo al peronismo desde el PJ bonaerense. Tampoco funcionó. Resultado a la vista.
No obstante, el mapa del peronismo parece ponerlo en un lugar similar al del expresidente dentro de la coalición: en una mesa de tres patas en la que CFK y Sergio Massa están aliados contra el tercer eslabón. Antes fue Fernández, ahora es Kicillof.
“Pretende empezar el camino a una candidatura presidencial peleándose con todos, es inentendible”, afirma un asiduo visitante del Instituto Patria a Letra P. Salir bien parado de ese lugar es uno de los escollos que el gobernador deberá sortear.
Kirchneristas
Por primera vez en la historia el kirchnerismo está roto. En sus 20 años de existencia hubo héroes y villanos, buenos y malos, dirigentes a veces adentro y otras afuera, pero siempre hubo un líder -o una-. Hoy, el liderazgo del apellido Kirchner es desafiado justamente por uno de los hijos políticos de Cristina, que entiende que es momento de agarrar el bastón de mariscal que ella misma ofreció.
CFK Axel Kicillof
Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador Axel Kicillof, en tiempos del gobierno de Fernández.
Nadie puede decir que Kicillof no es kirchnerista, como así tampoco muchos de los ministros más visibles (¿acaso alguien puede decir que el Cuervo Larroque no lo es?). Pero en un kirchnerismo que acaba de abrir una grieta están los que siguen reconociendo el liderazgo de CFK y los que creen que el movimiento debe renovar la conducción en manos del gobernador bonaerense. Está La Jefa, que quiere ser jefa siempre. Su modelo es conocido. Está el jefe en construcción, todavía bocetando su modelo, pero jugado a ser el jefe del neokirchnerismo. Ambos deberán negociar para definir el futuro del peronismo.