El partido está roto. Cómo unir las partes tras una interna feroz. ¿Cerca o lejos de Milei? ¿Amigable o enfrentado a Kicillof? El PRO, con nuevo socio.
Maximiliano Abad
Parafraseando al segundo libro del expresidente Mauricio Macri, la UCR en Buenos Aires piensa por estas horas para qué juntar las partes de un partido que se fracturó en su elección interna y que queda cada vez con más enemigos -ahora también hacia adentro- y menos potenciales socios electorales para pensar en un 2025 con el partido centenario como protagonista.
Las heridas de una disputa feroz entre los espacios que lucharon por la conducción del partido siguen abiertas y con riesgo de abrirse aun más: el candidato de Maximiliano Abad, presidente en retirada del radicalismo, y el de Martín Lousteau y Facundo Manes se tiraron con todo, denuncias mediante, y empujaron a la UCR a un punto de no retorno.
En ese escenario, que continúa en la Justicia, el ganador de la contienda del 6 de octubre, Miguel Fernández, deberá pensar en rearmar el partido, cómo enderezar esa nave y con quiénes navegar el año próximo, con el riesgo concreto de naufragar lejos de tierra firme.
Este jueves, la Junta Electoral publicó el escrutinio definitivo y ratificó que la lista 23 “Unidad Radical” resultó ganadora de las elecciones internas. De este modo, Fernández será el próximo presidente, aunque el sector de Futuro Radical, encabezado por Pablo Domenichini, denunció fraude y anunció que recurrirá a la Justicia.
Según el órgano partidario, Fernández alcanzó el 51,60% (39.715 votos) contra el 48,40% (37.248 votos) de Domenichini, por lo que el exintendente de Trenque Lauquen estará al frente de la UCR por los próximos dos años, mientras que la oposición sostiene que Futuro Radical resultó vencedora 254 votos por encima del oficialismo y avisó que, como “la Junta Electoral alteró el proceso", le pedirá a la Justicia que "revise las actas y realice un recuento voto por voto".
El radicalismo inexorablemente quedará fracturado en dos, algo que ya venía asomando desde diciembre del año pasado cuando el bloque de Diputados en la Legislatura bonaerense se partió, con el sector que responde a Abad por un lado y los que se referencian en Manes por otro. El dato es que con el abadismo estaban Domenichini -que pegó el salto al bloque de enfrente- y Belén Malaisi, de Evolución, pero que se quedó en la bancada oficialista.
Esa fractura tomó otro volúmen a lo largo de la campaña previa a las elecciones internas y mucho más después de una diferencia de votos tan exigua entre ambas partes, independientemente de lo que resolvió la Junta Electoral y lo que falle la Justicia: las dos expresiones de la UCR esperaban una brecha más amplia en favor de la lista Unidad Radical.
En diálogo con Letra P, tanto Fernández como Domenichini habían adelantado que si ganaban tratarían de unificar los bloques legislativos y amalgamar posturas para tener un radicalismo fuerte en los meses previos a la elección de medio término del año que viene, en la que aseguraron que la UCR debía poner un candidato propio, aún cuando ello fuera como resultado de una coalición con otros espacios.
El rumbo que vaya a tomar el partido tras esta ruptura es toda una incógnita, con un acercamiento improbable entre ambas vertientes en el corto plazo y un escenario distinto en el plano nacional, donde la UCR tiene diversas miradas respecto del Gobierno nacional, y en Buenos Aires, con la mira puesta en Axel Kicillof y las negociaciones en puerta por el Presupuesto 2025.
Fernández, que no ostenta ningún cargo en la función pública tras alejarse de la intendencia y perder la elección como candidato a vicegobernador junto a Néstor Grindetti, planteó que el radicalismo deberá acercarse más al territorio y alejarse de los sets de televisión y de la rosca.
Habrá que ver si eso le alcanza para revincular a dirigentes que hoy están en la vereda de enfrente, encolumnar al grupo de 27 intendentes boina blanca que tiene la provincia y robustecer la imagen de un partido que quedó debilitado tras la derrota de 2023 y que ahora está literalmente partido en dos.
Si todo aquello sucediera, el abadismo deberá buscarle un nuevo rumbo al partido, que ya no será de la mano del PRO, como en las últimas cinco elecciones. El elenco que conduce Macri va camino a conformar un poderoso frente electoral en Buenos Aires junto al gobierno de Javier Milei, lo que obliga a la UCR a pensar si quiere pintarse de violeta -como los diputados nacionales rebeldes-, cosa que Fernández y Domenichini descartaron en diálogo con este medio, o si busca una alternativa con sectores de centro, cada vez más marginales.
La distancia que ambas tribus radicales en la provincia ponen respecto a Milei y a Kicillof no encuentran socios a la vista para encarar una coalición potente que cuente con buenas chances de pelear las elecciones legislativas de 2025, donde la UCR sueña con potenciar figuras para pelear por la gobernación dos años más tarde. ¿Habrá acercamiento de legisladores o intendentes sedientos de obras al oficialismo provincial? ¿Girará el fuerte discurso antilibertario del radicalismo a una narrativa más amigable con el Gobierno nacional?
Como nada de todo eso tiene respuesta, la UCR deberá primero juntar sus pedazos, aunque parezca imposible mientras se revolean entre sí expedientes en la Justicia, lanzan declaraciones filosas en los medios y se acusan públicamente de hacer fraude en la elección interna. Antes que nada, deberá preguntarse para qué.