El hombre viste de traje, se sienta a la derecha de la presidenta del Senado, Verónica Magario, y lee la carátula de un proyecto de ley para darle paso al debate parlamentario. Por la noche, con lentes oscuros, camisa abierta y un pañuelo en el cuello, Luis Lata subirá al escenario de un bar del conurbano para meterle rock a una vida que lo golpeó duro.
El secretario legislativo de la cámara alta bonaerense tiene 74 años (uno menos que el Indio Solari, dice). Es un histórico militante peronista que nació y creció en la ciudad bonaerense de Balcarce, donde empezó a escuchar a Dylan, curtir a Manal, Lito Nebbia y Los Gatos, entre los cerros y las salas de ensayo improvisadas, mientras soñaba con el avión negro y el regreso de Perón a la Argentina. En los '60, Jugo de tomate frío y Avellaneda blues sonaban conceptualmente como la marcha peronista, símbolo de resistencia a la dictadura cívicomilitar que desangraba al país.
El paralelismo entre el movimiento nacional y popular y el rock es permanente. Es una liturgia de la que Lata se impregnó en su casa y en la escuela: el hijo de un obrero metalúrgico y militante de la UOM no podía concebir que en el colegio secundario lo hicieran dar lección sobre “la segunda tiranía”. Un par de décadas después, el hombre de bigotes prominentes iba a combatir al menemismo en los recitales de Los Redondos, misa de consignas nacionales y resistencia popular.
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Luis Lata y su cuadro de Luzbelito.
Peronista del interior, matancero por adopción
Su despacho de la Secretaría legislativa del Senado es una muestra cabal de sus pasiones. En el pasillo de la entrada hay un enorme cuadro que ilustra el mítico renunciamiento de Evita, mientras que en su lugar de trabajo conviven las imágenes del disco Luzbelito de Los Redondos, su amigo Alberto Balestrini, Néstor y Cristina Kirchner, y una campera de cuero que cuelga del respaldo de una silla. Lata es todo eso.
Se recibió de maestro en 1967, estudió profesorado de educación física en la Ciudad de Buenos Aires y un tiempo después se mudó a Ciudadela, primero, y a Ramos Mejía, después, su lugar en el mundo. En el oeste del conurbano fue parte de la construcción del peronismo de La Matanza y en 1983, con el regreso de la democracia asumió una banca en el Concejo Deliberante de ese municipio para defender la gestión del histórico intendente Federico Russo.
Fue amigo personal de Balestrini, además de su mano derecha en la Cámara de Diputados de la Nación y sus años en el Senado bonaerense, hasta que el entonces vicegobernador sufrió un ACV. En esos años conoció los pasillos que ahora son su segunda casa. Acompaña a Magario con afecto paternal: es hija de su viejo amigo Raúl Magario. A la vicegobernadora la ayudó los últimos meses de su gestión como intendenta del gigante del oeste y en la actualidad la asiste con un perfil técnico desde donde lee carátulas y números de expedientes para imprimirle dinámica a las sesiones del Senado.
Embed - Luis Lata en el Senado
Mavirock, la razón de su vida
Lata siempre sintió al rock como una manera de afrontar la vida, un espacio desde donde resistir, pero nunca imaginó que sería el motivo por el que su vida volvería a tener sentido después del peor golpe que un padre puede sufrir. En 1999 falleció su hija María Victoria, Mavi, tras una enfermedad que puso en pausa el ritmo habitual de la familia. Era una adolescente fanática de Los Redondos y de la lectura, lo que la impulsó a escribir canciones y poesías que sus padres encontraron cuando Mavi ya no estaba.
Durante el tratamiento, Mavi conoció al Indio Solari, que fue a verla a la casa, le hizo regalos, le dedicó Juguetes perdidos en un show y un par de páginas en sus libros. Le recomendó leer Primavera negra, de Henry Miller, y le escribió una carta el primer día de su quimioterapia.
Cuando Mavi se fue, esa amistad quedó entre las familias. Luis dice haber quedado encriptado los primeros tiempos. Recién pudo empezar a convertir el dolor con esas letras de Mavi que tradujo en canciones compuestas por él, Silvia -la mamá de Mavi- y los amigos de la joven. La idea de hacerle un homenaje le dio vida a la banda Mavirock.
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Del recinto al escenario.
En 2002, Silvia aprendió a tocar la batería, Lata agarró el micrófono y se subió a un escenario por primera vez ante un grupo de amigos y conocidos de su hija que se emocionaron y la recordaron. Lo que no imaginaron era que con el correr de los años grabarían cuatro discos -están grabando el quinto- y se convertirían en una banda de estirpe ricotera que marida el amor familiar y la amistad con el humo y las luces de los bares de zona oeste.
Embed - Luis Lata en el escenario
De corbatas y chalinas
Grito de guerra, el tema que el Indio grabó para Mavirock tras una gestión de Martín Carrizo -el histórico baterista y productor y amigo en común con Luis-, grafica el espíritu de la banda: “No hay muerte ni falsas primaveras”. Esa mística fue creciendo en el público conurbanero y explotó en la cancha de Laferrere en 2006, cuando hicieron un show a beneficio del comedor de los pibes del club. Armaron un escenario desde la mitad de la cancha mirando a la cabecera. Pasaron de meter 200 personas en un bar a miles en un campo de juego.
Balestrini fue uno de los primeros que vio al secretario de la Cámara de Diputados sin traje, con lentes de sol, agitando a los pibes desde el escenario. “El secretario parlamentario haciendo rock... ¿Te parece? Tenés que optar", le dijo Balestrini. Luis redobló la apuesta: "Es esto o sigo con la banda”.
Mavirock se había convertido en la razón de su vida, el motivo por el que comenzó a creer que el verdadero sentido de las cosas no está en este plano, sino en lo que trasciende a las generaciones. Por eso quiere que la banda siga, cambie de integrantes, de formato, de todo, pero que nunca deje de tocar, aun cuando él no esté.
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Lata con el cuadro de Balestrini y Néstor Kirchner.
Ropa sucia, fuera
Algo tiene claro el ladero de Magario: nunca usó ni usará a la política para conseguir algo con Mavirock. La política como cosa sucia, de garrón y para los amigos, no va. Todo es artesanal, los fondos que se recaudan de los discos, la venta de entradas y remeras se donan a un hospital, a un comedor o a chicos que lo necesiten; es un proyecto que no pierde el norte ni la esencia que le dio origen. “Si fuera de otra manera, Mavi me cagaría a patadas en el culo”, dice con certeza Luis, que no hace política con la banda aunque siente al rock como un movimiento popular.
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En el oeste está el agite.
Hay dos Luis Lata que lo hacen uno: el secretario legislativo y el rockero; el militante peronista y el cantante de Mavirock; el funcionario y el papá de Mavi; el colaborador de Russo, Balestrini y Magario y el amigo del Indio y de Martín Carrizo. Sabe que hay pibes que escuchan trap y votan a Milei, pero entiende que hay cosas pasajeras y otras que son eternas, como el rock, como los movimientos populares y como Mavi.