PRESUPUESTO 2025 Y MÁS ALLÁ

¿A quién le habla Javier Milei?

Nada para "los argentinos de bien". Objetivo: el mercado. La deuda eterna y la desconfianza de los acreedores. La ley de leyes, un dibujo que no cierra.

Acaso esta vez vox populi –o su ausencia– sea vox dei: el Presidente no pareció hablarle a la sociedad, por lo que esta no tenía por qué responderle. ¿A quién se dirigió entonces?

El compromiso de que su gobierno les destinará a las necesidades acuciantes de la sociedad solamente lo que sobre después de pagar la deuda pública es lo que cualquier acreedor desearía escuchar. Así, lo que para el mercado fue una promesa, para los argentinos de a pie fue una amenaza.

De modo no sorprendente, los títulos de deuda mejoraron su cotización en un 4% promedio, lo que hizo que el riesgo país perforara a la baja el umbral de los 1.400 puntos básicos. Además, las acciones nacionales que cotizan en Wall Street experimentaron una recuperación moderada de entre 1 y 3% y los tipos de cambio paralelos retrocedieron hasta sus paridades de mayo. El mercado no hizo apagón.

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Fuente: Rava Bursátil. 

Fuente: Rava Bursátil.

En ese escenario, el Banco Central compró dólares –11 millones, el momento no da para nada significativo–, pero pagos de deuda y otros compromisos que debió atender hundieron las reservas brutas en 478 millones, el peor dato en un mes para hacerlas caer por debajo de los 27.000 millones. Por las reservas netas, las realmente disponibles, es mejor no preguntar.

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¿Hay posibilidades de que la reacción inicial favorable derive en el rally que el Caputazo necesita para mantener su viabilidad?

Javier Milei y la deuda eterna

La combinación de deudas de todos los colores y con todo tipo de acreedores –privados locales y extranjeros, el FMI y otros organismos internacionales y hasta con los gobiernos europeos nucleados en el Club de Parísparece impagable para la Argentina. El año próximo comienza un crescendo de vencimientos que se acelerará en 2026 y en los años subsiguientes, lo que hace dudar seriamente sobre la posibilidad de una nueva –enésima– renegociación del país que el mandatario acierta en llamar "defaulteador serial". Una cesación de pagos con Milei en el poder sería una ironía de la historia rayana con la crueldad.

Los vencimientos exigibles el año próximo suman unos 12.000 millones de dólaresy, si algo dejó sin responder Milei al lanzar el ajuste perpetuo, es cómo hará para convertir un eventual sobrante de pesos –el superávit fiscal– en dólares que hoy no existen.

La negociación en ciernes con el Fondo Monetario Internacional es de pronóstico reservado y ni las monarquías árabes ni los "clubes de bancos" procurados han dado, hasta ahora, señales positivas. Tal vez eso cambie con el tiempo y llegue una provisión de dólares frescos. O tal vez no.

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Toto Caputo, cuesta arriba.

Toto Caputo, cuesta arriba.

Sin embargo, Toto Caputo incluyó en el proyecto de Presupuesto la necesidad de levantar al menos 3.500 millones de dólaresen el mercado voluntario para refinanciar vencimientos. Las deudas, se sabe, no se pagan, sino que se refinancian con deuda nueva, se espera que más barata, pero ese es hoy un lujo impensable para un país que, en caso de emitir nuevos bonos, debería pagar alrededor de 18% anual en dólares, condiciones propias de usura que sería un escándalo aceptar.

Para volver al mercado, Caputo –el hombre más creativo de la comarca al respecto– necesitaría que el riesgo país cayera al menos a la mitad o conseguir algún préstamo en condiciones especiales del Fondo o de algún nuevo acreedor a cambio de garantías, por caso el oro que el Banco Central ha enviado al exterior.

Todo se le hace cuesta arriba: la incertidumbre no suele tratar bien a los deudores pertinaces.

Razones de una desconfianza

El descreimiento de los acreedores –expresado en el riesgo país de 1.300 y pico de puntos básicos– tiene múltiples causas.

- Una, el volumen enorme de la deuda y de los vencimientos por venir.

- Dos, la recesión que el Gobierno pretende trocar en crecimiento de 5% el año que viene, algo realmente improbable en esa magnitud.

- Tres, que el ajuste permanente le impida a la economía salir de la era de hielo.

- Cuatro, el atraso cambiario, que el Presupuesto pretende sostener con una suba del dólar de apenas 23% hasta diciembre de 2025.

- Quinto, que ese atraso desaliente las exportaciones y que eso y un rebote de la economía estimulen las importaciones, reduciendo un saldo comercial –y una disponibilidad de divisas– que el proyecto de "ley de leyes" cifra de modo más que intrigante en 20.500 millones de dólares.

- Sexto, que, al plantear la cuestión cambiaria, no exista ninguna precisión sobre la apertura del cepo, algo que el Palacio de Hacienda pospondrá en tanto implique riesgo grande de megadevaluación y de rebrote de la inflación y la propia recesión. ¿Hay certeza de que ese combo fatal no se concrete? Para nada.

- Séptimo, algo ya mencionado: ¿cómo convertir los pesos del superávit en dólares?

- Octavo, ¿cómo convivirá semejante plan de gobierno con una popularidad declinante del Presidente, un aumento de los conflictos salariales y sociales, la inminencia del año electoral y la evidencia de que los ganadores del nuevo reparto serán otra vez los intereses económicos más concentrados y los patos de la boda, como siempre, los sectores medios y bajos?

En ese sentido, desvela al oficialismo la posibilidad creciente de una nueva marcha en defensa de la universidad pública.

Ni a Milei ni a su audiencia de managers de fondos de inversión les sobran certezas.

El Presupuesto de Javier Milei, flojo de papeles

A ese combo poco favorable se suma el propio tenor de un proyecto de Presupuesto que es un dibujo inefable, cuyas proyecciones no cierran.

El crecimiento previsto de la actividad parece inflado para mejorar la perspectiva de los ingresos del fisco. La inflación –de 18,3% en todo el año– es un albur. El superávit comercial, un misterio. La chance de mantener pisado el tipo de cambio, un signo de interrogación enorme. La recuperación del consumo, un acto de fe. Y más…

Si el Presupuesto 2025 es lo más parecido a un plan económico que se le puede pedir a una administración anarcocapitalista, la iniciativa resulta severamente insustentable en sus propias premisas. La confianza del mercado, entonces, dista de estar asegurada y se limita al único principio que sí se le puede creer a Milei: la voluntad de aplicar un ajuste perpetuo. El problema es si eso es viable.

"Nada para preocuparse", aclaró el ministro de Economía en Twitter para despejar temores a un aumento de las retenciones al campo. Claro, ¿cómo se explica, si no, la previsión ultraoptimista de que los derechos de exportación se duplicarán en 2025?

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El funcionario prometió una explicación técnica que luego apareció, pero no convenció demasiado. En la Argentina de Milei, lo único que sobra es voluntarismo.

Javier Milei presentó el Presupuesto 2025 en el Congreso
Javier Milei y Toto Caputo tras presentar el Presupuesto 2025

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