EL AJUSTE EN PRIMERA PERSONA

La clase media también hace fila en comedores comunitarios por un plato de comida

Entre dos y tres nuevas familias de ese estrato social se acercan por día a los centros barriales. Hambre, angustia cotidiana y alitas de pollo. Las historias.

Un dato del informe habitual que realiza el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA UCA) no pasó desapercibido: un cuarto de la clase media cayó en la pobreza. A este estrato social pertenecen las familias que, desde marzo, engrosan las filas frente a los comedores comunitarios para obtener un plato de comida.

El ajuste que aplica el gobierno de Javier Milei cambió el sujeto social de estos centros de distribución de alimentos a cargo de curas villeros, entidades católicas, comunidades evangélicas y movimientos sociales.

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Sandra Pettovello contra los movimientos sociales

Sandra Pettovello contra los movimientos sociales

Mientras que voceros de Cáritas Argentina confirmaron a Letra P que esta organización de la Iglesia tiene 2.215 centros de servicios alimentarios en los que asiste a 419.792 personas; fuentes de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) aseguraron que en sus comedores sirve "930.000 porciones mensuales entre desayunos, almuerzos y cenas".

Estos centros comunitarios, que dan de comer a unas 1.800 personas por día, son coordinados por el sacerdote Nicolás Angellotti, conocido como Padre Tano, a quien Cristina Fernández de Kirchner visitó recientemente para ponerse al tanto de la obra social que lleva adelante este cura villero de la diócesis católica de San Justo.

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La clase media acude a los comedores comunitarios

La clase media acude a los comedores comunitarios

“Siempre hay caras nuevas y hay días que esperan hasta seis horas para poder comer algo. Ya no son los vecinos que conocemos. Vienen de otras zonas. Primero llegaron los chicos, después las madres y ahora son familias enteras a las que en unos pocos meses les cambió la vida para mal”, graficó la mujer consultada por este medio.

Testimonios y angustias cotidianas

Las personas de clase media que acuden a los comedores comunitarios reconocen que el ajuste y el desempleo las dejó mal paradas y que a mediados del mes ya no les alcanza para comprar alimentos.

“Trabajo en una textil, pero hace dos meses que hay suspensiones semanales. Tengo una casita humilde y con lo que ganamos mi pareja y yo no les podemos dar de comer a nuestros hijos todos los días”, contó a Letra P Juan, que va habitualmente con su familia a un comedor comunitario de Cáritas en Quilmes.

Nancy también la pasa mal. Tiene una vivienda a medio construir en la localidad de Isidro Casanova, muy cerca de la ruta 3. Su pareja es albañil y la dejó cuando se paralizaron las obras de construcción. Es empleada doméstica y tiene dos hijos varones y una hija adolescentes.

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La clase media acude a los comedores comunitarios

La clase media acude a los comedores comunitarios

“Yo me las rebusco como pueda y hasta paso días sin comer, pero para ellos es más difícil. Si no vengo acá, ni pan duro tengo para darles”, dijo sentada en una mesa de un centro barrial evangélico de San Justo.

Alitas de pollo a lo Mirta

La historia de Mirta no es diferente. El local de ropa de San Martín en el que trabajaba cerró, porque -afirma- “no entraba nadie”; ahora se las rebusca limpiando casas.

Vive con su madre enferma y tiene una hija de nueve años. Además de ir a los comedores barriales; cada sábado, la mujer camina hasta una carnicería de una avenida céntrica del partido, donde su dueño -de nombre Antonio- le guarda y le regala una o dos bolsas con alitas de pollo.

“Es la comida gourmet de la semana. No es mucho, pero es algo”, dijo a Letra P en referencia a la parte del pollo que un supermercado que conoce a la gente vende a casi 2.000 pesos el kilo.

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