Cuando se trata de mujeres en el poder, todavía hay lugar para las primeras veces en este punto de la historia política de la humanidad. Aunque la derrota de Kamala Harris dejó a Estados Unidos sin su primera presidenta mujer (y feminista), en otras latitudes la presencia femenina se impuso. En junio, en México, fue elegida Claudia Sheinbaum, como la primera jefa de Estado en México. Dos países que no habían tenido a una mujer en el peldaño más alto respecto de la toma de decisiones.
Estas dos historias marcan hitos que estuvieron en la conversación pública, pero hubo otras mujeres políticas que este año hicieron historia en sus respectivas naciones. En abril, Myriam Spiteri Debono asumió como presidenta de Malta y Judith Suminwa Tuluka se transformó en la primera mujer al frente de la República Democrática del Congo. La conservadora Gordana Siljanovska-Davkova, en mayo, también marcó la historia en Macedonia del norte.
Pocos avances para cerrar la brecha de género
Según los últimos relevamientos de ONU Mujeres sobre liderazgo y participación política femenina, al ritmo actual faltan 130 años para alcanzar la igualdad de género en las más altas esferas de decisión. Las historias de las mujeres que debutaron en este cargo jerárquico en 2024 abarcan todo el espectro ideológico. La democracia paritaria es una cuestión de justa representación que puede plantear nuevos horizontes a muchas otras pero que, sin embargo, no siempre empuja menos desigualdad para todos y todas.
Ya fue subrayado muchas veces, pero vale remarcar que la sola presencia de mujeres en el poder no garantiza políticas con perspectiva de derechos humanos ni la mirada de género ni mucho menos es garantía de feminismo. Basta con mencionar a la ultraderechista Giorgia Meloni en Italia, que también fue la primera mujer en ocupar ese cargo.
En la otra punta ideológica, puede ubicarse a la neozelandesa Jacinda Ardern, que se define como socialdemócrata, progresista, republicana y feminista. Estuvo al frente del gobierno de su país desde 2017 hasta 2023. Al momento de asumir su cargo en 2017 era la jefa de Estado más joven del mundo, con 37 años. Sin embargo, el año pasado renunció para dedicarle tiempo a la crianza de su hija y a su familia. Como para muchas otras mujeres políticas, criar y cuidar se vuelve un obstáculo para sostenerse en los espacios de poder.
Es cierto que históricamente las candidatas mujeres provenían de las filas de izquierda o de partidos más progresistas. Ahora también la ultraderecha va en busca del voto femenino con candidatas propias. Según datos de ONU y CEPAL, en la última década la participación femenina en cargos electivos creció del 15 al 28%, aproximadamente. Se trata de una tendencia que también impregna a los partidos más conservadores.
Más mujeres de derecha
“Las elecciones en México fueron la evidencia de una novedad a la que deberíamos prestar más atención: la participación de las mujeres en el campo de la derecha y de la ultraderecha está creciendo. En Brasil, por ejemplo, se habla cada vez más de Michelle Bolsonaro como candidata”, dice la investigadora brasileña Sonia Correa, cocoordinadora del Observatorio de Sexualidad y política. En aquellas elecciones de junio en el país azteca el voto estaba claramente dividido entre la oficialista y de izquierda Sheinbaum y la opositora conservadora Xóchitl Gálvez.
Uno de los espacios en donde se reúne el ecosistema de la ultraderecha regional es la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). En julio se llevó a cabo en la ciudad brasileña de Camboriú. Al equipo del Observatorio de Sexualidad y política que registró el encuentro le llamó la atención que, a diferencia de ediciones anteriores, hubo una gran presencia femenina en los palcos. En su reporte analizan: “Este ecosistema no es contra la mujer, como se suele afirmar en el debate político e incluso en los análisis académicos. Su proyecto de sociedad y de mundo incluye un régimen de género que, aunque asimétrico y androcéntrico, deja mucho espacio para la acción política de las mujeres”. Una de las disertantes en ese encuentro fue Michelle Bolsonaro.
A nivel global, sobre 195 países, hay 30 mujeres jefas de Estado y/o de Gobierno. Los datos recopilados por ONU Mujeres muestran que, al 1° de enero de 2024, las mujeres representaban el 23,3% de quienes integran los gabinetes al frente de ministerios de áreas políticas. Hoy sólo hay 15 países con paridad en los que las mujeres ocupan el 50 por ciento o más de los cargos de ministras a cargo de áreas políticas. Las cinco carteras más ocupadas por ministras son Mujer e igualdad de género, Familia e infancia, Inclusión social y desarrollo, Protección social y seguridad social, y Asuntos indígenas y minorías.
Presidentas en América Latina: de Claudia Sheinbaum a Dina Boluarte
En toda la historia moderna de América Latina y el Caribe, sólo 15 mujeres fueron cabezas de gobiernos. Hace una década se daba un hecho insólito: cuatro mujeres eran presidentas en simultáneo en la región: Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil, Michelle Bachelet en Chile y Laura Chinchilla en Costa Rica. Hoy ninguna de ellas está en funciones. Sólo tres gobiernos cuentan con presidentas: Xiomara Castro; en Honduras, Dina Boluarte en Perú, Claudia Sheinbaum en México. A esa tríada hay que sumar a la primera ministra de Barbados, Mia Mottley.
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Más mujeres en la política es una demanda histórica de los feminismos que tiene una trampa ya desde la raíz: los derechos civiles y el acceso a la vida pública son conquistas para todas sin importar posicionamientos políticos. Ocupar espacios es importante, pero no es lo único.