LA QUINTA PATA

Good bye, Perón!

A 50 años de la muerte del General, el peronismo está en crisis. Una identidad que ya no es. CFK, Alberto Fernández y el ascenso de Javier Milei.

Y que eso ocurrió, encima, en buena medida por los fracasos del propio peronismo. ¿Cómo contarle que el General murió justo antes de su caída en la inconsciencia, que su viuda fue un desastre de proporciones históricas, que fue derribada por la dictadura más sangrienta que se haya conocido, que el renacimiento democrático vino de la mano de un radical, que después el peronismo se hizo neoliberal, que la crisis que siguió a ese experimento estalló en manos de otro radical, que el peronismo encontró un nuevo cauce con Néstor Kirchnery Cristina Fernández de Kirchner, que esa experiencia se agotó por sus propios excesos y dogmatismos, que hubo una nueva –¿última?– oportunidad con un " Frente de (casi) Todos" los segmentos del movimiento y que la frustración social por sus peleas personales y su incapacidad política fue tan pero tan grande que lleva hoy a lo impensable?

El Frente Renovador, se supone que parte del panperonismo, ya avisó que no irá para "no ser rehén de ningún tironeo interno" que lo descoloque del "camino alternativo" que propone al Gobierno.

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Quiso el calendario que el medio siglo de desaparición de Perón cayera un lunes, pero la organización de los actos en un día hábil es una decisión de quienes manejan lo que queda de su capital político. Esto desnuda la realidad de que la identidad peronista es hoy más cosa de cuadros y militantes duros –¿una "casta"?– que de pueblo trabajador, su "único heredero".

En tanto, la Confederación General del Trabajo (CGT), presunta "columna vertebral del movimiento", también expondrá su interna a cielo abierto y recordará al fundador… con un streaming.

La parábola del peronismo

Es inevitable que lo hecho y lo no hecho por el peronismo explique en buena medida el destino actual de la Argentina, dados su relevancia histórica y su rol de gobierno durante 27 de los 40 años de democracia recuperada.

Esa situación es consecuencia de causas inmediatas y mediatas.

Entre las primeras, el saldo del gobierno de Alberto Fernández, hecho de limitaciones personales del entonces presidente; de una "pesada herencia" que ya es un factor inherente a la oximorónica crisis permanente del país; de mezquindades personales y peleas políticas sangrientas que paralizaron su gestión y de tragedias exógenas como la pandemia y una sequía sin precedentes. Así, el peronismo –¡nada menos!– traicionó su promesa del asado en las mesas de los domingos y dejó a la Argentina con una pobreza del 41,7% y una indigencia del 11,9% y, peor aun si cabe, con una ruptura terminal de la expectativa de ascenso a la clase media a través del trabajo.

En tanto, entre las causas de fondo, hay que mencionar que si algo mostró la experiencia malhadada de Todos fue la confusión sobre qué es el peronismo del siglo XXI, su falta de norte doctrinario. Esa dispersión quedó expuesta en una serie de entrevistas a referentes económicos de ese sector publicada por Letra P en abril.

20 años no es nada, 50 es mucho

Ensimismado en sus dogmas y reyertas, el peronismo no logra adaptarse a una realidad que no supo manejar.

En ese trayecto –por sus incapacidades, sí, pero también por la acción de los gobiernos tanto dictatoriales como civiles que abrieron y desregularon desaprensivamente–, la Argentina mutó. Lo hizo porque lo hizo el mundo, con una crisis petrolera a comienzos de los años 70 que fue el ring raje de los Estados benefactores y de los modelos de industrialización orientados por el Estado; con el Consenso de Washington, que cayó como una condena sobre lo que entonces se conocía como Tercer Mundo; con una globalización financiera imparable y con el cambio de patrón tecnológico más veloz y radical que haya conocido el capitalismo.

Todo se ha roto en los tejidos sociales globales y el ascenso de la ultraderecha en la Argentina no es más que un capítulo extravagante de lo que ha ocurrido –y de lo que está por ocurrir– en muchos otros países.

Si algo expresa esa tendencia en el país es lo verificado en el mercado de trabajo, con un empinamiento de la informalidad y con la irrupción impactante de un sector de posición ambigua: los monotributistas.

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El pequeño logro y la gran deuda del peronismo

El peronismo reciente fracasó menos en cumplir con su mandato de equidad social que en el de acumular riqueza.

Si se observa la evolución del coeficiente de Gini desde la gran crisis de 2001, los años de gobiernos peronistas generaron fuertes avances en materia de equidad distributiva, revertidos más que con creces en los períodos de Mauricio Macri y, ahora, de Milei. Así lo muestran datos del Banco Mundial para la etapa 2002-2015, la que atraviesa las gestiones de Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y CFK.

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En tanto, tras el repunte severo de la desigualdad con Macri, vino una cierta reducción con Alberto Fernández y un nuevo estallido al alza en la Argentina del Topo.

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Una acotación relevante: los equipos técnicos del INDEC trabajan para dar a conocer en los próximos días un empalme del coeficiente de Gini previo y posterior a 2016. Hay que recordar que ese año el organismo fue normalizado –tal vez el mayor mérito de Macri– después de la intervención que destrozó el sistema nacional de estadísticas desde el final de Néstor Kirchner y durante toda la era de CFK. Lo más curioso es que el exfuncionario para quien los fiscales federales Diego Luciani y José Ipohorski acaban de pedir cuatro años de prisión y diez años de inhabilitación por su supuesto rol en esa trama, Guillermo Moreno, sea hoy uno de los peronistas de más alto perfil en medios tradicionales y streaming, eje, además, de una curiosa cumbre de referentes económicos para pergeñar una propuesta de futuro.

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Como todo indicador, el coeficiente de Gini sólo muestra lo que pretende mostrar: cómo se distribuye la riqueza que se genera, no si esta es mucha o poca.

El agotamiento del modelo K se dio hacia 2010. Entre 2011 y el final del mandato de Cristina Kirchner, en diciembre 2015, la actividad económica marcó un serrucho inexpresivo. Por ese camino, nunca más desandado, no hay base material capaz de sostener la equidad en la distribución del ingreso ni las prestaciones de un Estado percibido por capas cada vez más amplias de la población antes como un obstáculo que como un aliado.

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Jaque al ser peronista

Incluso antes del divorcio político entre los Fernández, la combinación de una grieta ideológica que irrumpía en el corazón del panperonismo y de un confinamiento pandémico corrosivo desnudaba que la falta de una visión nueva de desarrollo era la gran cuenta pendiente de ese sector.

En ese languidecimiento prolongado, la identidad peronista terminó de entrar en crisis, al punto que hoy ya no representa el sentido común promedio de la argentinidad y apenas si significa algo para una minoría social. No por nada sectores disidentes le reprochan al cristinismo haber perdido, con su guía, seis de las últimas ocho elecciones.

El deterioro de la identidad peronista que explicó la debacle del ballotage de noviembre de 2023 dista de frenarse. Desde entonces, el porcentaje de la población que se siente representada por Unión por la Patria (UP) cayó unos diez puntos hasta dar cuenta, en la actualidad, de alrededor de un cuarto del electorado. El último estudio de Clima Sociopolítico: ¿qué tienen los argentinos en la cabeza?, elaborado por las consultoras trespuntozero y Grupo de Opinión Pública, resulta revelador al respecto.

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Fuente: Clima Sociopolítico: ¿qué tienen los argentinos en la cabeza? / trespuntozero y Grupo de Opinión Pública.

Fuente: Clima Sociopolítico: ¿qué tienen los argentinos en la cabeza? / trespuntozero y Grupo de Opinión Pública.

En tanto, cuando se pregunta por pertenencias menos cortoplacistas, menos del 21% se declara peronista y –un dato fuerte– poco más del 9%, kirchnerista.

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Fuente: Clima Sociopolítico: ¿qué tienen los argentinos en la cabeza? / trespuntozero y Grupo de Opinión Pública.

Fuente: Clima Sociopolítico: ¿qué tienen los argentinos en la cabeza? / trespuntozero y Grupo de Opinión Pública.

La pelea por lo que queda del alma del peronismo se vincula con lo económico: cómo conciliar la misión de justicia social con una dinámica económica que asegure generación de riqueza. En otras palabras, cómo se hace para crecer de modo sostenido cuando la macro acumula desequilibrios fiscales enormes y de larga data.

El ciclo de crecimiento vía consumo y expansión del gasto público que se interrumpió en el segundo mandato de CFK nunca fue abordado en clave de un ajuste equitativo que permitiera ponerle un piso a la sangría de reservas y un techo a la inflación.

Juan Perón, quien será recordado este lunes, sí enfrentó ese cuello de botella en 1952. ¿Se lo reprocharían algunos de sus continuadores de hoy, pluscuamkeynesianos y defensores de subsidios prorrico que, en forma de inflación, terminaron pagando especialmente los sectores más pobres?

Perón no discutió entonces qué le reclamaba el momento histórico, sino que decidió cómo abordarlo.

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Acaso una clave de la crisis del peronismo radique en su olvido de sí mismo, el que le permitió a Milei ocupar ese espacio con un proyecto de ajuste brutal, regresivo e hiperrecesivo; un olvido que lo hizo pasar de expresión de la Argentina obrera con expectativas de ascenso social a apenas un reflejo defensivo y conurbanizado de –sólo– una parte de la población más pobre, cuya identidad es más la desposesión sin esperanza que el orgullo redentor del trabajo.

¿puede el peronismo recrear su unidad?
Martín Lousteau, el Sr. Cuórum.

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