Trump ya amenazó con subir los aranceles a las compras desde China –10% "para empezar", dijo–, México y Canadá –25%–, y hasta a la Unión Europea. El plan America First –más bien, un America Only, por no hacer lugar a nadie más– no distingue entre amigos, rivales y enemigos y genera expectativas sobre una inflación que se empine al ritmo del encarecimiento de los productos importados.
Si eso ocurriera, al menos en la medida en que el presidente electo lo anticipa, la Reserva Federal debería poner freno a su política reciente de reducción de las tasas de interés y, al revés, comenzar a elevarlas, lo que convertiría a Estados Unidos en una enorme aspiradora de capitales que dejaría un tendal de devaluaciones en el mundo emergente. Brasil y, entre otros países, la propia Argentina han probado en las últimas semanas una dosis homeopática de ese jarabe amargo.
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Los mercados y la dinámica política le sonríen a Javier Milei y a su gabinete. Sin embargo, el contexto internacional amenaza con volverse adverso y estropear la fiesta.
Donald Trump, ¿más allá de los negocios?
Sin embargo, las guerras de Trump no son sólo comerciales. Desde su triunfo del 5 de noviembre no ha dejado de amenazar con invasiones, anexiones y hasta compras forzadas de territorios. La ofensiva verbal es tan general y desmesurada que a veces parece broma, no obstante lo cual los gobernantes de los países involucrados se esfuerzan en contactarlo personal o telefónicamente para contenerlo.
La última de sus bravatas tuvo como objeto a Panamá, país aliado de Washington al que amenazó con quitarle por la fuerza el canal bioceánico en caso de que no acceda a reducir las tarifas que pagan los buques estadounidenses y a eliminar una presencia de tropas chinas que está a años luz de ser un hecho.
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"Si no se respetan los principios, tanto morales como legales, del magnánimo gesto de generosidad (de EE.UU., que devolvió esa zona en 1999), exigiremos que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos. A los funcionarios de Panamá, ¡les pido que actúen en consecuencia!", ametralló Donald Trump en su red social Truth.
Panamá no quiere ser el pato de la boda
El presidente José Raúl Mulino, un conservador que asumió en julio presumiéndose un aliado de Estados Unidos, respondió "la respuesta es no". Además, recordó que las tarifas son iguales para todos los países y determinadas en procesos que lo exceden, ratificó la plena soberanía de Panamá sobre el paso y negó tajantemente cualquier injerencia china.
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Antes, en julio y durante la campaña electoral, Trump evocó abiertamente la idea de atacar militarmente a México para destruir instalaciones de los carteles de las drogas. En octubre se expresó en el mismo sentido, mientras que el exsecretario de Defensa, Mark Esper, ahora comentarista de CNN, dijo en su libro A Sacred Oath –"Un juramento sagrado"– que en 2020, durante su primer mandato, Trump sugirió "disparar algunos misiles Patriot y destruir los laboratorios. En silencio, nadie debería saber que fuimos nosotros".
Consultada sobre ese peligro, que se acercaría si cumpliera en designar a los carteles como "organizaciones terroristas", la presidenta Claudia Sheinbaum llevó tranquilidad, pero obtuvo pésimos resultados cuando trató de persuadir telefónicamente a su futuro homólogo de cesar en sus amenazas de imposición de aranceles para frenar la inmigración ilegal a través de la frontera.
Donald Trump se mofa de Justin Trudeau
En tanto, Canadá, el pacífico vecino del norte y, como México, socio comercial de Estados Unidos en el tratado T-MEC, también quedó en la mira. Amenazado, como el otro socio, con aranceles por presunta inhabilidad para frenar el tráfico de drogas e inmigrantes, el primer ministro Justin Trudeau viajó a visitarlo en su residencia de Mar-a-Lago, Florida. Se llevó tan poco como Sheinbaum, más allá de la molestia que se tomó.
El 10 de diciembre, Trump posteó en su red Truth Social que "fue un placer haber cenado con el gobernador Justin Trudeau, del gran estado de Canadá. Espero volver a verlo pronto para que podamos continuar nuestras profundas conversaciones sobre aranceles y comercio, cuyos resultados seguramente serán verdaderamente espectaculares para todos".
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Por si no quedó claro el sarcasmo, ocho días después insistió en la idea al llamar a Canadá "estado 51" de EE.UU.
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Medios internacionales prestigiosos se hicieron eco de la mención y consultaron a ciudadanos canadienses, que se dividieron entre los que se rieron, los que se indignaron por la burla, los que hablaron de "ideología peligrosa" y los que culparon a su propio premier por mostrarse débil.
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¿A la caza de Groenlandia?
Por si eso fuera poco, insistió con una vieja idea al designar a su próximo embajador en Copenhague, Ken Howery, cofundador de PayPal: la compra o anexión de Groenlandia, territorio autónomo del Reino de Dinamarca. Según posteó –el hombre enloquece al mundo a través de simples mensajes en las redes sociales–, "para los fines de la seguridad nacional y la libertad en todo el mundo, los Estados Unidos de América consideran que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta".
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Trump, que ya había hablado de eso en su primera administración, sabe que toca un tema sensible. La isla más grande del mundo, rica en petróleo y minerales, pero habitada por apenas 55.000 habitantes y, por lejos, más pobre que su metrópoli y estragada por males extendidos como el alcoholismo, depende de Copenhague para cubrir el 50% de su presupuesto. Pese a eso, que limita las ansias independentistas de parte de la población, el primer ministro local, Mute Egede, emitió un comunicado en el que declaró: "Groenlandia es nuestra. No estamos y nunca estaremos en venta. No perderemos nuestra larga lucha por la libertad".
¿Bromas, entonces, ninguneos para demostrar poder e imponer condiciones o verdaderos deseos expansionistas para generar una Great America Imperial desde el polo norte hasta Panamá?
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¿Serán estos los confines de la Great America con la que parece soñar Donald Trump?
En cualquier caso, los gobernantes de los países aludidos actúan como si los disparates fueran posibilidades, lo que dice bastante del mundo por venir.
China es la gran obsesión de Trump y, para sostener el poder de la hiperpotencia frente a la emergente, parece decidido a desafiar al mundo entero. Cumpla o no con sus bravuconadas, el clima internacional estará envenenado desde el 20-E, lo que incluirá tensiones severas con la Unión Europea y con la OTAN, intentos de imponer una pax americana entre Ucrania y Rusia y la posibilidad de terminar de soltarle la mano a Benjamín Netanyahu contra el pueblo palestino.
El mundo parece ponerse hostil y la Argentina podría no ser inmune a ello. Ya lo enseñó Tucídides: la esperanza puede ser la perdición de los débiles.