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La crisis comercial y financiera global puede convertirse en una excelente excusa para que Milei y Caputo le hagan al plan económico el lifting cambiario que parece inevitable.
De ocurrir, eso no será culpa del "club de los devaluadores, econochantas y mandriles" que sacan de quicio al mandatario, sino de un esquema –llamarlo "plan" podría ser excesivo– basado en la motosierra desaprensiva, el atraso cambiario y la dilapidación de alrededor de 25.000 millones de dólares que, en lugar de reforzar reservas que hoy se encuentran en terreno negativo y fragilizan hasta la garantía de los depósitos bancarios privados, terminaron yéndose por la canaleta de la bicicleta ensamblada una vez más por el especialista Caputo.
Javier Milei: esperar y desesperar por el FMI
El horizonte electoral, sobre todo cuando la inflación, en vez de retomar el sendero a la baja interrumpido hace seis meses, amaga con rebrotar, es el único obstáculo para el paso por quirófano.
A la espera de que el Plan Aguantar sea viable, la pregunta por la fecha de llegada del rescate del FMI se hace acuciante en la Casa Rosada y en el Palacio de Hacienda, pero las últimas novedades no fueron alentadoras.
La agencia Bloomberg informó que, según quedó en evidencia en la reunión del Directorio del miércoles, "todavía no hay consenso entre los miembros en relación al tamaño del pago inicial", a cuenta de los 20.000 millones de dólares pedidos por el Gobierno.
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Caputo clama por un frontloading lo más elevado posible y Kristalina Georgieva lo alentó, atendiendo sus pedidos de auxilio al menos discursivo, al hablar de un 40%. Sin embargo, ni la directora gerenta ni los propios Estados Unidos –dueños del 17,42% de los votos– pueden hacer allí lo que quieren. Esto es especialmente cierto cuando su país le acaba de declarar una guerra comercial al mundo.
Las condiciones del amigo Donald Trump
Aunque se descuenta que el dinero del FMI llegará, en esa encrucijada se plantan las esperanzas argentinas de contar con un anticipo suficiente para frenar una corrida que amenaza con derivar en devaluación brusca del peso, la que, de producirse, podría llevarse puesta la credibilidad que aún tiene el Gobierno y sus expectativas electorales.
Más aun, mientras sigue la duda respecto de las condicionalidades que el Fondo pondrá para desembolsar más dinero –¿la devaluación, otro sablazo a las jubilaciones, una mayor precarización laboral?–, comienzan a quedar claras las políticas, establecidas por un Trump al que Milei se aferra como a un amigo de confiar.
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Tal vez deba repasar ese libreto. "La prioridad de Estados Unidos" es que el nuevo programa "no refuerce la posición de China; queremos que termine la famosa línea de crédito que tiene Argentina con China", dijo el jueves el enviado de Trump para América Latina, Mauricio Claver-Carone. Eso implicaría terminar con el swap por 18.000 millones de dólares, restar esa cifra a las reservas brutas, dejarlas en peor estado que antes del préstamo del FMI y, encima, pagar los miles de millones del crédito ya utilizados.
Gerardo Werthein y una Cancillería desactivada
Mientras Claver hablaba, el Presidente se desesperaba en Mar-a-Lago por una foto con Trump, una palmada o una promesa de alivio del Arancelazo. Nada de eso llegó y la velada finalizó en una suerte de escándalo vergonzante para los representantes del país. El ruido que generó en torno al canciller Werthein el repudiado discurso que alguien le hizo leer al Presidente el 2 de abril, que evidentemente no tuvo supervisión profesional en una Cancillería desactivada al límite de la parálisis, no hizo más que crecer.
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Ese combo demuestra la inutilidad de la fidelidad canina de Milei con Trump, impropio de un país de la importancia que, pese al complot de sus sucesivos gobiernos, sigue teniendo la Argentina.
El discurso del Presidente en la gala American Patriots, donde recibió un premio irrelevante y debió soportar el desaire de un Trump que le jugó a las escondidas, revela el tamaño de ese error. La degeneración gramatical puede ser producto de causas diversas, pero es preferible enfatizar otra cosa: las negritas que Letra P le aplicará al texto leído por Milei exponen una narrativa reñida con la más mínima noción de dignidad nacional:
"Producto de las reuniones que tuvieron el Canciller Werthein con el Departamento de Estado y la Secretaría de Comercio norteamericana, ¡la Argentina va a avanzar para readecuar la normativa, de manera que cumplamos los requerimientos de la propuesta de aranceles recíprocos, elaborada por el presidente Donald Trump! (Aplausos).
"Ya hemos cumplido nueve de los 16 requerimientos necesarios y he instruido a la Cancillería y a la Secretaría de Comercio de mi país para que avancen en el cumplimiento de los requerimientos restantes.
"Coincidimos con el presidente Trump. Es momento de hacer y estamos comprometidos en tomar las medidas necesarias para resolver la asimetría con los Estados Unidos en un plazo breve. Adicionalmente (…) vamos a avanzar (…) en la decisión de la República Argentina de avanzar con un acuerdo comercial con los Estados Unidos de América, donde los aranceles y las trabas al comercio sean tan solo un mal recuerdo del pasado".
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Readecuar, cumplir, requerimientos… "Resolver la asimetría" que, según Trump y Milei, beneficia a la Argentina en detrimento de la hiperpotencia… Escuchar para creer.
Javier Milei, Donald Trump y Discepolín
La política exterior, ya pésima con Diana Mondino, empeora con Werthein en la medida en que este acata órdenes del "triángulo de hierro" y se limita a gestionar fotos –con éxito escaso– y a pedir negociaciones comerciales que, a priori, hasta podrían ser incompatibles con la pertenencia del país al Mercosur. Toda una curiosidad: cuando el buen sentido invita a reforzar la integración con el bloque regional como un modo de perseguir el interés nacional en un mundo acechante, Milei le da la espalda y se aferra a su metejón no correspondido con Trump. Una discepoliana Canción desesperada.
Embed - Roberto Goyeneche - Canción Desesperada (Official Audio)
El Palacio San Martín cuenta con un staff profesional y bien formado, pero ha sido neutralizado por la ignorancia de los rudimentos de la diplomacia de sus ocupantes de extrema derecha, las purgas que aplicaron, la generación de temor a opinar que impusieron y la falta de visión nacional y estratégica del canciller y su mesa chica.
Argentina, un país de programa económico otra vez fallido y dependiente del "rescate" siempre pifiado del FMI, también sufre una política exterior desfasada.
Su alineamiento con Estados Unidos le vale, antes que ventajas, condicionamientos graves y la imposición de cortar lazos con China, otros países emergentes y el resto del mundo justo cuando la guerra comercial aconseja meter la cabeza en la trinchera, dejar que las balas vuelen por arriba y abrir relaciones y oportunidades de negocios en lugar de acatar un desorden internacional que no es para nada claro que derive en un orden nuevo antes de que la Argentina se sumerja en otra crisis de calado.
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Donald Trump trata de moldear un mundo a su gusto, pero el punto de llegada es poco deseable y el camino, caótico.
Las zozobras del plan económico y las torpezas del diseño internacional se harían más evidentes en la medida en que el blanco principal de la ofensiva de Trump decidiera que ya no hay espacio para una negociación. Hasta ahora, China ha respondido con un arancel recíproco al aplicado por Estados Unidos y con una veda a los negocios de los bancos estadounidenses, algo que pegó duramente en las acciones de esas entidades. Sin embargo, guarda todavía la bala de plata en la recámara de su revólver.
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Esa bala es la de una devaluación de su moneda, en renminbi (yuan). Si la ejecutara, la salida en estampida de los capitales de los mercados emergentes abriría la puerta a otro subsuelo del infierno en curso y la Argentina debería rehacer todos sus cálculos económicos, políticos y electorales.
Otra semana comienza.