LA GUERRA DE LOS PRECIOS

Ayer Basualdo, hoy Feletti: Guzmán no tiene paz en la interna de Todos

¿Tranquilizar la economía o ley de abastecimiento contra la inflación? ¿Multicausalidad o valores máximos? ¿Kristalina o Cristina? La puja tras las elecciones.

La disputa preelectoral por las tarifas, protagonizada por el subsecretario de Energía Eléctrica Federico Basualdo, quien logró permanecer atornillado a su sillón a pesar de la embestida de su superior jerárquico, el ministro de Economía Martín Guzmán, se prolonga en la colisión de visiones que implicó el reciente aterrizaje de Roberto Feletti en el equipo de gobierno. Con los cambios de nombres posteriores al palazo de las PASO del 12 de septiembre, la pelea por el rumbo de la economía salió del chat de Telegram y de las recriminaciones en Olivos entre Alberto Fernándezy Cristina Kirchnerpara instalarse con mayor fuerza en el corazón del gabinete. Si el costo de los servicios públicos era ayer parte de una disputa mayor, el contrapunto dejó de lado la sinécdoque y se enfoca hoy en su verdadero meollo: la inflación.

 

Además de lo ocurrido en las urnas, el avance de los precios de septiembre selló la suerte de la entonces secretaria de Comercio Interior, Paula Español, y su reemplazo por Feletti, a quien el cristinismo le encargó dar una pelea mucho más frontal con los formadores de precios. Espantado por el aumento de 3,5% de ese mes y por la tendencia de la primera quincena del actual –en caso de mantenerse, repetiría o superaría ese guarismo– el nuevo funcionario decidió confrontar con los empresarios. Así, la reticencia de estos a un congelamiento amplio de precios hasta el 7 de enero llevó a Feletti a amenazar con una aplicación unilateral de la medida en base a la ley de abastecimiento de 1974. En la tarde de este lunes, cuando el funcionario reciba a empresarios de los sectores productores y comercializadores, comenzará a desvelarse si la decisión se aplicará por las buenas o por las malas.

 

Podría pensarse que Feletti y Guzmán operan en tándem, como el policía malo y el policía bueno, respectivamente, pero eso no es así. El primero llegó a su cargo por impulso de la vicepresidenta para dar una respuesta urgente al drama de los precios, más aun cuando queda poco y nada para que las urnas se reabran, dentro de menos de un mes, para contar realmente los porotos. El segundo, en tanto, se da a la tarea –que por momentos luce alcanzable y en otros, difícil– de reprogramar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Allí, la sobreviviente y más condicionada Kristalina Georgievareclama una política antiinflacionaria basada en criterios fiscales y monetarios, ajenos al expediente simple de la aplicación de precios máximos.

 

Abusivamente tildado de “ortodoxo” por el cristinismo que no lo quiere bien, Guzmán no confía en la receta antiinflacionaria del voluntarismo. En función de su diagnóstico de que la suba sostenida y generalizada de los precios responde a una multicausalidad –cuestiones macroeconómicas, cuellos de botella de oferta, existencia de monopolios y oligopolios en el mercado, puja distributiva, inercia…–, atenderla con herramientas bastas sería como darle un paracetamol a una persona con fiebre sin atender la raíz de ese síntoma.

 

Además, la negociación con modos morenistas constituye una señal de hostilidad a los empresarios que, más temprano que tarde, terminaría deteriorando aun más las expectativas de los agentes económicos y sacando el tiro por la culata.

 

En el fondo, el problema es que Feletti y Guzmán hablan de lo mismo pero en idiomas diferentes: aquel, el del cristinismo y las urgencias electorales; este, el del albertismo, las expectativas y la necesidad de equilibrar la economía en el mediano y largo plazo. Así es la Babel del Frente de Todos.

 

El Presidente, que resistió provisionalmente y como pudo la embestida de Cristina por puestos en el gabinete, confía en Guzmán, lo que explica que este siga decidido a dar pelea por su permanencia después del 14-N. Los ruidos que hoy se escuchan son parte, entonces, de una interna irresuelta tanto a nivel de nombres como de políticas a futuro.

 

El albertismo, aun golpeado, sigue agazapado en el aparato de gobierno y a la espera de tiempos mejores, algo que demorará, dado como vienen las encuestas para las legislativas. El cristinismo espera explicitar más ampliamente el replanteo que comenzó a exigir después de las primarias.

 

La historia continúa.

 

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