LA ECONOMÍA Y LAS URNAS

La inflación cede algo, pero seguirá siendo el gran problema en 2022

El INDEC dio su veredicto para julio: 3%. Meta anual consumida, incluso al precio de planchar dólar y tarifas. Emisión y después. El desafío en la pospandemia.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) difundió este jueves el dato de inflación de julio, del 3%, que, a tono de las expectativas del Gobierno y de los analistas privados, resultó menor que el del mes precedente. Tal como prometió el ministro de Economía, Martín Guzmán, tanto a la sociedad como a la interna del Frente de Todos, el peor momento parece haber quedado confinado a marzo, cuando el índice de precios al consumidor había alcanzado un máximo de 4,8%, tras lo que comenzó una declinación que no se ha detenido hasta ahora. El éxito –apenas relativo– tiene, con todo, costos como un rezago del tipo de cambio oficial respecto de la inflación, tarifas de servicios públicos en franco atraso, una impresión de dinero que se acelerará en paralelo a la campaña electoral y una inercia en la que alguna vez será necesario pensar en un marco de negociación amplio. Así las cosas, el país está comprando la certeza de que el problema persista en grande en 2022 y hasta en 2023.

 

De esa manera, la meta para todo el año prevista en el Presupuesto, del 29% quedó completamente agotada, incluso con una décima por encima de ella. Guzmán se aferra ahora al margen de +/- 4 puntos porcentuales que esa ley establece, pero queda claro que un máximo del 33% también quedará pronto superado por la realidad.

 

"Respondido el cuánto, tiene sentido preguntarnos por el cómo: las razones de la baja nos permitirán precisar su duración, además de su sostenibilidad y los cambios que podría producir al interior de la economía. Cuanto más forzada sea la baja, más insostenible será", dijo la consultora Ecolatina en un informe reciente.

 

Entre las herramientas que hacen que la inflación marche forzadamente a la baja se destaca, en primer lugar, el manejo del tipo de cambio oficial. El mayorista ha avanzado algo más del 15% en lo que va del año, casi la mitad que la inflación. El Palacio de Hacienda asegura que esa tendencia es sustentable y que no compromete la competitividad de la economía, pero esa lectura presenta matices.

 

La devaluación del real, menos controlada por el Banco Central de Brasil que en el caso argentino, ha hecho que, "en la serie larga, el peso se encuentra hoy 24% apreciado respecto del real", dijo la liberal Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). La tendencia se expresa en que el saldo del comercio con el segundo socio del país haya vuelto a terreno negativo y que este se haga más rojo mes a mes: el déficit de 75 millones de dólares de junio saltó a 167 millones el mes pasado, de acuerdo con datos del INDEC.

 

La mayoría de los analistas no espera ningún salto espectacular del dólar, pero sí una aceleración de las minidevaluaciones diarias del peso que ayude a ponerlo al día. Esa adecuación haría inevitable un impacto sobre los precios internos.

 

En segundo término, hay que mencionar el atraso relativo de las tarifas de servicios. "Entre enero y junio, los combustibles subieron 34%, las prepagas 14% y la telefonía 18%, en tanto que electricidad y gas aumentaron 9% y 6%, respectivamente", dijo Ecolatina. Lo que ha quedado por detrás de la inflación, que es relevante, será un tema a corregir el año que viene si es que la administración peronista no desea que la calidad de los servicios vuelva a deteriorarse, como ocurrió al final de la gestión de Cristina Kirchner, y que la cuenta de los subsidios haga estallar la macroeconomía.

 

En tercer lugar, la reapertura de paritarias está logrando que los salarios equiparen este año a la inflación. "Motivados por algunos gremios públicos que cerraron actualizaciones mayores al 40%, los bancarios lograron una suba de casi el 50% en sus haberes, un valor muy similar al del sindicato de Camioneros. De esta forma, el poder adquisitivo tendría su mejor semestre desde 2017, pudiendo fortalecer el consumo de los hogares, pero al costo de una mayor nominalidad", señaló la consultora.

 

Con todo, el rezago de los ingresos viene de largo y una adecuación razonable también llevará tiempo, lo que probablemente sea motivo de conflictividad social. De hecho, esa adecuación resulta lenta en vista de la velocidad a la que evolucionan los precios: siempre según el ente oficial de estadísticas, ante una inflación acumulada de 50,2% entre junio de 2020 e igual mes de 2021, los sueldos crecieron 43% en el mismo período. El camino por recorrer para que el Gobierno cumpla con sus promesas de dar dignidad a los sectores más rezagados de la población será largo y puede recalentar los precios en 2022.

 

En tanto, el esfuerzo del gasto público tradicional en la campaña toma velocidad con la reapertura de paritarias en el Estado, refuerzos en jubilaciones y planes sociales, más inversión en infraestructura, incentivos para el empleo joven, el financiamiento de gastos con tarjetas de crédito en hasta 30 cuotas y préstamos a tasa cero para monotributistas, entre otras medidas. Así, se estima que, solo en lo que va de agosto, el Banco Central envió 160.000 millones de pesos al Tesoro, cifra que las consultoras privadas esperan que trepe a un billón hasta fin de año.

 

Así las cosas, Ecolatina proyecta que "la suba de precios estará apenas por debajo del 50% este año, pasando de un promedio mensual de 4% en el primer semestre a otro de 3% en el segundo".  

 

"El gran problema es que esta baja no será duradera, sino que se volverá insostenible por su propio peso. Cuando las anclas son forzadas y se acumulan atrasos, la dinámica termina pasando factura más temprano que tarde. En consecuencia, no solo tendremos una inflación mayor al 40% en 2021: también será así en 2022", concluyó. 

 

Lejos de ser un pronóstico aislado, ese es el consenso de los analistas. De acuerdo con el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) de julio, la inflación anual se proyecta en un promedio del 48,2%, que se eleva al 48,5% si solo se toman en cuenta las respuestas de los mejores pronosticadores de ese ítem. En tanto, para el año próximo se anticipan una de 42% y, si todo sale bien, 36% para 2023.

 

En ese caso, la Argentina volvería dentro de dos años, en materia de inflación, al nivel que registró cuando la economía se paralizó en 2020 por el Gran Confinamiento.

 

La inflación es un mal que, todo lo indica, acompañará al país todavía por mucho tiempo.

 

Martín Menem y Karina Milei.
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