LA CRISIS DEL GOBIERNO

Durar, durar, durar

Los presupuestos mínimos de un gabinete de viejos zorros que piantan votos pero saben qué hacer, una creación del conductor designado y la Gran Consejera.

En 2016, el Gran DT Carlos Bilardo le dijo al diario español As: "En el fútbol lo que sirve es ganar, ganar, ganar". El martes pasado, el economista Carlos Melconian le dijo a radio Mitre: "Ahora -después de la derrota en las PASO-, el Gobierno empieza a durar", algo que ya había dicho de la administración Cambiemos cuando le reprochaba que no había aplicado las políticas de shock que estimaba imprescindibles para poner al país en un sendero virtuoso. De la cruza de estos dos pensadores argentinos nace la consigna que parece haber regido los cambios que definió el presidente Alberto Fernández a partir de los consejos de la madre de la criatura, la vice Cristina Fernández de Kirchner: "Durar, durar, durar".

 

El análisis es prestado. En la noche del viernes, con el cadáver del primer gabinete albertista todavía tibio, Leandro Renou, el periodista de Economía que mejor cubre Política -de notable performance en Letra P, hoy en los medios del Grupo Octubre- escribió en Twitter que el nuevo elenco presidencial es un equipo "de estabilización", pero no "ganador de elecciones".

 

En efecto, con la incorporación de viejos zorros del peronismo que garantizan know how y músculo político pero espantan a las audiencias progres y gorilas -o progres gorilas-, Fernández y la Gran Consejera Fernández parecen haber clausurado el tiempo de la innovación. La coyuntura ardiente -habrán pensado- no da para más mujeres ni zapatos blancos ni jóvenes presuntamente brillantes.

 

Vuelven entonces, todavía enredados en las telarañas del ático del kirchnerismo peronista, Aníbal Fernández (a Seguridad) y Julián Domínguez (a Agricultura), socios 2015 -fueron rivales, pero en definitiva terminaron siendo cómplices- de la histórica caída de Buenos Aires, la Roma peronista, a manos de la chica de Flores que, como contó el entonces cronista de Letra P Facundo Cottet, el año anterior, en los albores de su campaña por la gobernación bonaerense, había hablado para 43 personas en un local de Berisso.

 

Vuelve, también, aunque a un borde del gabinete como es el Ministerio de Ciencia, Daniel Fimus, perdedor serial largamente probado en las arenas movedizas -para el peronismo- de la Ciudad de Buenos Aires.

 

Vuelve a Buenos Aires, además, Juan Manzur, baronazo de la liga de caciques federales, gobernador del Jardín de la República Celeste. Vuelve fuerte: por consejo de la Gran Consejera, llega para ejecutar el presupuesto subejecutado por el alter ego presidencial Santiago Cafiero, eyectado de la Jefatura de Gabinete hacia la embajada porteña del Palacio San Martín.

 

Aníbal, Domínguez y Manzur, fundamentalmente, espantan a las audiencias progres y gorilas y a esa clase media urbana que necesita el peronismo para ganar elecciones, porque se sabe: sin la base peronista es imposible, pero solo con la base peronista, que encima no votó de manera compacta el domingo pasado, no alcanza. 

 

No obstante, Aníbal, Domínguez y Manzur conocen la botonera. Saben qué hacer. Son, sobre todo para la Gran Consejera Fernández, confiables viejos conocidos, aunque para las audiencias progres y gorilas sean malos y también sucios y feos.

 

En una nota publicada este viernes, el autor de este artículo advertía que la coalición de gobierno, con el calentamiento de su interna a temperaturas volcánicas y su exhibición pornográfica ante una sociedad hastiada, jugaba con el fuego de la Historia nacional. Acaso el gabinete arrebatado este viernes sea el remedio que pudieron concebir Fernández y La Gran Consejera Fernández para bajar la fiebre y garantizar que la coalición dure.

 

Resta saber, ahora, si este gabinete más de primus Inter pares que de amigos incondicionales fortalece al Presidente o termina de diluirlo en su condición de conductor designado.

 

La otra incógnita es si el oficialismo podrá ganar además de durar, aunque no daría la sensación de que sea esa la consigna para el corto plazo, que queda acá nomás, en noviembre.

 

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