GOBIERNO VS. GRAN HERMANO

La estatura de tu oponente

Derrotado en batallas cruciales, el Presidente decidió confrontar con un señor Alfa que vive en una casa de fantasía; una micropelea que lo empequeñece más.

En la noche lisérgica del miércoles, quienes han trabajado con personas que detentan posiciones de poder acaso hayan visto, en la reacción del presidente Alberto Fernández por los dichos de Alfa, un señor que se mudó esta semana a la casa de fantasía de Gran Hermano -Alfa acusó de coimero al jefe de Estado-, un berrinche típico de esas personas que ostentan posiciones de poder. Acaso se hayan imaginado al primer mandatario sacado, a los gritos, maldiciendo a Alfa y exigiéndole a su entorno que hiciera caer todas las pestes sobre este personaje recién llegado a una fama seguramente efímera que osó describirlo como un corrupto, justo a él, a quien, se jacta -se diferencia para mantenerse en partido-, pueden decirle lo que quieran pero no eso, como se encargó de remarcarles, menos de una semana antes, a ilustres figuras de la elite del empresariado reunidas en el coloquio de IDEA -“¿Alguien en este gobierno les pidió un centavo para hacer obra pública?”, las interpeló para decir, sin decirlo, que él no es Cristina ni tampoco Macri, porque él no pide coimas ni espía-.

 

En esas horas de estupor nacional, quienes han trabajado con personas que detentan posiciones de poder acaso se hayan imaginado al entorno del Presidente tratando de convencerlo de que se abstuviera de declararle la guerra a Alfa y a un Fernández intransigente, empacado, sacado pidiendo arruinarle la vida al más veterano de la casa.

 

En ese tiempo de perplejidad colectiva, quienes han trabajado con personas que detentan posiciones de poder acaso hayan visualizado al entorno del Presidente concediendo los deseos del jefe, nublado en ese momento para entender razones, pero diseñando, a espaldas del primer mandatario, un plan de control de daños; pergeñando las acciones más inocuas y de menor alcance posibles para que la tormenta pasara con las menores consecuencias. O sea, tratando de echar un manto de racionalidad al ataque de furia presidencial.

 

Pronto esas personas que conocen las cocinas del poder habrán empezado a sospechar que el problema era mayor. Al hilo de Twitter en el que la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, le reclama a Alfa, a Gran Hermano y a Telefé que se retractara de sus acusaciones, siguió un posteo en la misma red social en el que el abogado Gregorio Dalbon, uno de los pocos puntos de contacto que mantienen el Presidente y la vice, informa que su cliente lo instruyó para demandar a Alfa en los tribunales civiles si el habitante de la casa de fantasía no retiraba sus dichos.

 

En la mañana de este jueves, aquellas personas que se habían ilusionado con que la reacción del Gobierno contra Alfa fuera producto de un estallido de furia -pasajero, como todo estallido- habrán perdido toda esperanza cuando escucharon y leyeron a la portavoz revelando la convicción presidencial de litigar con Alfa en los medios, determinación que llevó a la vocera a una faena en varios frentes, como en unas simultáneas de ajedrez. "No se puede decir cualquier cosa, con el Presidente decidimos intervenir", aclaró, por si quedaban dudas.

 

Entre otras cosas, dijo Cerruti para fundamentar la estrategia oficial:

 

"Hay una idea medio absurda de pensar que si uno se ocupa de un tema no se ocupa de otra cosa, como si fuera mononeuronal. Yo me ocupo de los temas de comunicación del gobierno".

 

“Soy vocera presidencial y dirigente política. Y como dirigente política hay cosas que no las puedo pasar. Doy las batallas en los medios que me tengo que mover y las redes sociales son parte de eso”.

 

“Construyen una imagen de muchísimos personajes y personas de la política que no tiene nada que ver con la realidad. Estamos frente a un problema serio. No vamos a dejar que esto pase. No vamos a seguir así".

 

 

“Ni el presidente ni yo miramos el programa, pero nos llegó por todos lados. Con lo cual eso existía y hay que generar un debate sobre el sentido común colectivo".

 

Sin embargo, la frase central de Cerruti -la que explica por qué el presidente de la Nación decide confrontar públicamente con Alfa; la que niega la intrascendencia de Alfa y explica por qué el Gobierno cree que Alfa es un factor de poder que merece atención- es la siguiente: “Me llama la atención que personas que saben de comunicación y de política creen que es importante lo que pasa en un programa de política de dos puntos y no les importa lo que pasa en un programa popular de 25 puntos de rating”.

 

El problema, como siempre, es el contexto; el que exhibe a un presidente debilitado, uno que ha perdido buena parte del poder que le había dado la voluntad popular -más allá de la naturaleza de su designación como candidato a presidente, a Fernández lo votaron 12.946.037 personas- en una secuencia de derrotas internas -por caso, perdió la pulseada interna por el control de la economía cuando le voltearon al ministro Martín Guzmán y debió crear, acorralado por una operación de pinzas de sus socios políticos, un superministerio para Sergio Massa- y externas -por caso, le declaró la guerra a la inflación y viene perdiendo por paliza-.

 

Se sabe: la estatura de quien pelea termina siendo definida, en buena medida, por la de su oponente. Por eso, si la sensación es que el Presidente no ha podido batallar contra sus socios internos y tampoco ha podido hacerlo contra los males que aquejan a la población y, en cambio, elige batirse a duelo con Alfa, la consecuencia inevitable, a los ojos de la opinión pública, es una dramática profundización del proceso de deterioro de su figura.

 

Florencia Klipauka, diputada de La Libertad Avanza. Abandonó el bloque de Miguel Ángel Pichetto. 
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