PERONISMO PARA ARMAR

La bomba estalló adentro

Máxima tensión en la cumbre Kicillof-Kirchner-intendentes. Reproches, pases de factura y reclamos de los jefes territoriales al gobernador. Amago de portazo.

LA PLATA (Corresponsalía Buenos Aires) El baúl sospechoso hallado el miércoles por la tarde en la vía pública frente a la Gobernación, que ameritó la intervención de la Brigada de Explosivos de la Bonaerense, acaparó toda la atención durante horas, pero la bomba estalló adentro. Las tensiones subterráneas en el vínculo entre Axel Kicillof y los intendentes peronistas del conurbano salieron a la superficie en la tensa cumbre que el gobernador encabezó junto a Máximo Kirchner. Pases de factura, reproches en tono elevado y un sinceramiento sobre las dificultades que ha tenido la relación en estos tres años de gestión fueron los ejes de una reunión que se extendió por casi cinco horas y que marca una bisagra en un vínculo político desgastado.

 

En las primeras horas solo trascendió que la cumbre había tenido como eje la necesidad de discutir la estrategia electoral del Frente de Todos para el Gran Buenos Aires, territorio peronista hoy amenazado por el crecimiento del voto opositor. “Fue una reunión positiva. Se puede ganar la provincia. Hay futuro si se controla el tema de la inflación y hay un mejor ordenamiento político”, dijeron algunos voceros informales de la reunión el miércoles por la tarde.

 

Letra P pudo reconstruir que la reunión tuvo pasajes de alta tensión, cuando los jefes comunales pusieron sobre la mesa diversos planteos, entre ellos, el reparto de fondos incluido en el Presupuesto, las obras previstas para los distritos, la seguridad y la necesidad de asistencia para hacer frente al pago de los aumentos salariales que los municipios otorgan a sus empleados.

 

“Fue intenso, tuvo muchos pases de factura”, dijeron testigos del encuentro, que tuvo como protagonista a intendentes y jefes comunales en uso de licencia que ocupan cargos ministeriales o legislativos, quienes aspiran a volver a sus distritos para competir por un nuevo período: el jefe de Gabinete e intendente de Lomas de Zamora en uso de licencia, Martín Insaurralde; el ministro de Infraestructura e intendente con licencia de Malvinas Argentinas, Leonardo Nardini; el diputado e intendente en uso de licencia de Almirante Brown, Mariano Cascallares, y a los ministros nacionales Gabriel Katopodis (San Martín) y Jorge Ferraresi (Avellaneda). Además, participaron Ariel Sujarchuk (de Escobar, con cargo en la nación), Gustavo Menéndez (Merlo), Alberto Descalzo (Ituzaingó), Fernando Espinoza (La Matanza) y Federico Achával (Pilar), todos, cruzados por un mismo desvelo, la reelección, y un mismo temor, que una eventual caída del Frente de Todos se los lleve puestos también en sus distritos.

 

La relación de Kicillof con el grupo de intendentes peronistas de mayor peso nunca fue buena. Sin filtro, uno de los más críticos hizo una comparación casi hiriente para el axelismo: “Nunca logramos construir una relación fluida con Kicillof ni Carlos Bianco. Creo que ni con Federico Salvai -jefe de Gabinete del gobierno de María Eugenia Vidal- nos pasaba esto”.

 

Para muchos de los jefes comunales, la razón del cortocircuito es el estilo de Kicillof, con quien no tienen afinidad. Algunos se remontan a los primeros choques, antes de la pandemia, apenas llegado el mandatario a La Plata.

 

Pero el gran golpe fueron las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del año pasado, cuando el Frente de Todos recibió un cachetazo electoral en Buenos Aires, con resultados que no fueron los esperados en el conurbano. En la mirada de los intendentes, a los efectos del confinamiento y la pandemia se sumó un adicional: la gestión bonaerense era lenta y no había impactado en sus distritos como ellos esperaban.

 

En la mira quedaron no solo el entonces jefe de Gabinete Bianco, sino también quien era ministro de Infraestructura, otro kicillofista puro, Agustín Simone. Los dos salieron eyectados de sus cargos y pasaron a ocupar otros de menor importancia luego del reordenamiento instruido por CFK a Kicillof durante un encuentro relámpago en el sur, luego de la derrota en las primarias. Finalmente, Insaurralde y Nardini llegaron al gabinete.

 

Después del desembarco, el Frente de Todos logró recuperar varios puntos en las generales con respecto a las PASO. Ese repunte es uno de los argumentos que suelen repetir los jefes comunales para explicar la necesidad de que sus voces sean mucho más escuchadas y tenidas en cuenta en la gobernación.

 

En este tiempo de convivencia forzada, de uno y otro lado se ocupan de despejar fantasmas. “La relación es excelente. No creemos que esté conspirando en su despacho. Está integrado a la gestión”, dicen en el entorno del gobernador. Cerca del jefe de Gabinete, mantienen las formas y no se escucha en público ninguna mención negativa, aunque es un entorno dominado por el silencio.

 

Otras figuras cercanas al mandatario son menos protocolares y relativizan el aporte del lomense. Y subrayan un dato: “Los intendentes nunca tuvieron en sus distritos los niveles de presencia de la Provincia que tienen hoy; en obras, créditos y programas de todo tipo”.

 

La cumbre del miércoles llegó con una previa tensa. Desde hace semanas, en el entorno del intendentismo alineado con Kirchner echaron a correr una hipótesis muy molesta para el mandatario, sobre la posibilidad de que Kicillof se proyecte como candidato presidencial y deje la carrera por la gobernación en manos de Insaurralde. Fue después de un asado en el que también estuvo Kirchner.

 

La tesis “Axel para arriba” generó ruidos palaciegos, pero nada comparado con la reunión del miércoles, cinco horas en las que se repasó gestión, se habló del Presupuesto, de las PASO y, sobre todo, de política en tono elevado. Algunos, como Sujarchuk, fueron muy vehementes y enérgicos a la hora de plantear críticas. No fue el único intendente con reproches a Kicillof y a su equipo.

 

“Hay cuestiones que no tienen que ver sólo con las cuentas, la guita o las obras; hay cuestiones que tienen que ver con la política”, relató uno de los asistentes. A Kicillof le reprochan no abrir juego y no darles más protagonismo. “Los cargos en el gabinete llegaron de la mano de Insaurralde y Máximo. No por decisión suya”, cuestionan.

 

También le cuestionan cierta tendencia a confrontar con sectores a los cuales, según los jefes territoriales, hay que seducir para captar votos. “Ningún intendente en su distrito se pelea con nadie. Laburamos para estar bien con los nuestros y salimos a buscar el voto independiente. Y el estilo de Axel es otro”, regañan.

 

La situación se tornó especialmente tensa con algunos protagonistas, como es el caso Nardini, que, si por él fuera, ya hubiera renunciado y regresado a Malvinas Argentinas, dicen los que conocen de cerca al ministro de Infraestructura.

 

¿Por qué estas diferencias salieron a la luz ahora y no antes? La pregunta sobrevoló la cumbre del miércoles y para encontrar la respuesta algunos sugieren mirar un escenario con indicadores adversos para el Frente de Todos. Si se avecina una ola de votos opositores, los intendentes buscarán refugio en sus distritos y nadie los podrá acusar de no haber alzado la voz para exponer sus críticas a tiempo.

 

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