ARZOBISPO SE BUSCA

Poli se jubila y se abre el juego de la silla: terna de candidatos

Renuncia con fecha establecida, llegada de un gestor de la transición y más suspenso de Bergoglio sobre el sucesor. Poroteo episcopal para una sede pretendida.

En un reciente viaje a Roma, el cardenal Mario Aurelio Poli formalizó el trámite para renunciar al gobierno pastoral de la arquidiócesis de Buenos Aires. Fue en vísperas de cumplir los 75 años que marcan el límite de edad para el ejercicio episcopal, según lo establecido en el Código de Derecho Canónico y, con el agregado de “sin excepciones”, en la disposición del papa Francisco incluida en el programa de reformas de la curia romana y aplicable a todas las jurisdicciones eclesiásticas del mundo.

 

La rigurosidad de la normativa echó por tierra la remota posibilidad de que el pontífice prolongará el mandato del primado argentino, tal como lo hizo en un pasado reciente –aunque sin la norma ahora vigente– con los obispos Oscar Ojea (San Isidro) y Joaquín Sucunza (auxiliar de Buenos Aires), ambos aún en funciones; y confirmó lo que era un secreto a voces: Poli será jubilado en forma automática el 29 de noviembre, fecha de su cumpleaños número 75. Lo que no está tan claro es si Jorge Bergoglio tendrá entonces el nombre de su segundo sucesor en Buenos Aires tras haber dejado la sede hace casi diez años para asumir el ministerio petrino.

 

Fuentes eclesiásticas en Roma y Buenos Aires consultadas por Letra P dejaron trascender que el papa aceptará la renuncia de Poli en los plazos establecidos, pero que nombrará un administrador apostólico hasta que anuncie formalmente quién será el nuevo arzobispo porteño. “La idea es que haya una suerte de proceso de transición hasta conocer el nombre del elegido; pero Francisco ya lo tiene in pectore”, precisó un sacerdote argentino que transita a diario los pasillos vaticanos.

 

La posibilidad de una persona que maneje la transición abrió el grifo de una primera especulación en ambientes eclesiásticos, aunque la mayoría coincide en que la tarea recaerá en un obispo auxiliar de Buenos Aires que –dicen– “ya conoce el paño” y que muy probablemente sea Enrique Eguía Seguí, actual vicario general y moderado de la curia porteña y quien supo ser secretario general del episcopado por dos trienios durante los años de Cristina Fernández de Kirchner en Balcarce 50. La segunda especulación es, por cierto, quién será el arzobispo sucesor y casi seguramente cardenal pasado algún tiempo al frente de la jurisdicción eclesiástica.

 

El cardenal Poli llega al final de su gestión arzobispal golpeado por lo que significó en su legajo que el Vaticano haya encargado una auditoría que detectó inconsistencias en la administración y venta de inmuebles de la curia porteña; y ensimismado en el proyecto de reforma educativa que impulsa –en su calidad de presidente de la Comisión Episcopal de Educación– para entregarle a quien llegue a la Casa Rosada en 2023.

 

En el plano estrictamente político, sus últimas intervenciones públicas fueron en el tedeum por el 25 de Mayo en la catedral metropolitana, donde su discurso frente al presidente Alberto Fernández fue considerado de “demasiado misericordioso” ante la gravedad de la crisis y en la fiesta religiosa de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, donde alertó por la “inflación asfixiante” en el país e hizo un llamado a aunar esfuerzos para reconstruir una Argentina que “nos duele a todos”.

 

Poroteo arzobispal

La sede episcopal de Buenos Aires es una de las más preciadas entre los obispos. Pese a que Bergoglio no toma en cuenta la consideración de cardenalicias que históricamente han tenido algunas jurisdicciones eclesiásticas, ser el pastor porteño abre la posibilidad del cardenalato. En ambientes eclesiásticos, son varios los nominados a residir en Rivadavia 415, frente a Plaza de Mayo. En una terna de “probables” candidatos a suceder a Poli aparecen tres nombres y en orden: el arzobispo Carlos Azpiroz Costa, de Bahía Blanca; el obispo Eduardo García, de San Justo, y el arzobispo Jorge Lozano, de San Juan y actual secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

 

Azpiroz Costa es quien reúne, a priori, esos matices pastorales que el papa prefiere a la hora de elegir diocesanos: religioso (dominico), predicador, educador, dialoguista y pastor cercano. A García lo conoce porque fue colaborador suyo en Buenos Aires y suma puntos por su impronta social y tras sumar experiencia en la gestión pastoral en la difícil realidad del partido bonaerense de La Matanza. El caso de Lozano es idéntico al matancero y ya le ha confiado en otras oportunidades situaciones complejas, entre ellas acompañar a familiares de víctimas de la tragedia de Cromañón o manejar la tensa situación con ambientalistas de Gualeguaychú por las pasteras uruguayas.

 

En la lista de “siempre candidato” aparece Tucho Fernández, arzobispo de La Plata y uno de los teólogos preferidos de Francisco. Su destino, sin embargo, no estaría –dicen puertas adentro de la iglesia– en Buenos Aires sino en Roma. El tercer grupo lo conforman dos obispos que su eventual promoción arzobispal significaría un “patear el tablero” en la lógica papal para las designaciones episcopales. Uno es el auxiliar porteño y obispo villero Gustavo Carrara; el otro, Jorge García Cuerva, actual diocesano en las tierras kirchneristas de Santa Cruz. El papa, empero, ha dado muestras de que puede sorprender, más por tratarse de su elegido para sucederlo en Buenos Aires.

 

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