LA QUINTA PATA

Peronismo para armar, ¿pero qué peronismo?

CFK out, Massa en duda y Fernández en placa: ¿qué ofrecerá Todos en 2023? Más que candidaturas, la transición dirime el perfil de Todos y su vocación de poder.

La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de autoexcluirse del ciclo electoral del año que viene dejó al peronismo sin rumbo y en estado de deliberación. Lo que prima en las discusiones internas es de qué sector podría surgir la candidatura presidencial del Frente de Todos. Ante esa inclinación, cabe formular una advertencia: el panperonismo no debería repetir su error de 2019, cuando –se probó al menos en los últimos dos años– definió una oferta electoral sin acordar un programa en asuntos entonces tan candentes como hoy, desde el hiperendeudamiento y la megainflación que había dejado Mauricio Macri hasta la necesidad imperiosa de redefinir un modelo de crecimiento totalmente agotado desde el segundo mandato de la propia vice.

 

Entonces, el concepto que Letra P utiliza en las notas que tratan sobre esta coyuntura, el de "peronismo para armar", lleva a una pregunta fundamental: ¿qué peronismo sería el que surja del proceso en marcha?

 

Hay quien todavía piensa que el "renunciamiento" de CFK podría ser reversible como los anoraks de los años 70. Realmente no parece.

 

Si ella hizo pública esa posición después de que fuera condenada en la causa "Vialidad" –¿estamos seguros de que no la había tomado antes?– y la fundamentó en el desafío de que no quiere tener fueros para evitar la cárcel, una reconsideración supondría un escandaloso retroceso en chancletas.

 

Su ausencia, sin embargo, no implica que vaya a esperar la jubilación a un "club literario". Su palabra será clave para el reordenamiento de un peronismo que hoy luce groggy por el uno-dos de su eclipse electoral y de la crisis inflacionaria.

 

Escenario uno: Massa candidato

Por peso propio y su rol central en el Gobierno –nada menos que tratar de evitar un estallido financiero y un desmadre de la situación económica y social–, el nombre de Sergio Massa sobresale entre todos los que se barajan y que Letra P se ha abocado a tratar en la saga de Los suplentes del peronismo.

 

Como ya se ha dicho en el portal, la primera condición de posibilidad de una candidatura presidencial ministro de Economía es que logre, como prometió, bajar la inflación de manera persistente en los próximos meses para llegar en abril o mayo a menos de un 4% mensual. Eso requeriría, a su vez, que el día posterior al descongelamiento de los Precios Justos y a la diversidad de pactos sellados para impedir o contener las remarcaciones –en naftas, zapatillas, indumentaria y medicamentos, entre otros ítems– no dé lugar a un rebrote del IPC que a la gente le complique la vida y a él lo saque de la cancha.

 

Aun si todo lo anterior se diera, los tipos de cambio deberían mantenerse bajo control, el dólar oficial tendría que evitar cualquier corrección brusca y la mezcla de bonos, sumas fijas y paritarias de comienzos de 2023 deberían hacer que el alivio estadístico se convierta en esperanza.

 

En la cabeza del superministro no hay ninguna hipótesis de abandono del Frente de Todos. Tampoco de enfrentamiento con Cristina, a quien reconoce como “totalmente relevante" para darle forma al futuro del espacio.

 

Pese a eso, no tiene ninguna certeza de que CFK lo cuente como una opción presidencial a bendecir, lo que presupondría varias decisiones fuertes que, a diferencia de 2019, incluirían la dimensión programática, esto es una respuesta a la pregunta "¿qué peronismo?". Con Massa, la oferta presidencial debería ser de consenso –sin PASO–, con una expectativa si no probable, al menos viable de triunfo y con un programa ideológicamente pragmático para relanzar un modelo productivo agotado; de todo eso surge el mencionado listado de requisitos económicos. ¿Pretende demasiado? Es posible, pero cree que si todo eso no se alinea, 2027 podría ser su próxima meta.

 

Para eso trabaja: ya sea para el éxito relativo que podría tener hoy como para una chance en cuatro años, cuando recién tendría 54. Mientras, provisionalmente, su mayor logro no es la sorpresa frágil de un IPC menor que el esperado en noviembre, sino haber comenzado a roer niveles de rechazo en las encuestas más propios de dirigentes que pasaron por la máxima magistratura y fracasaron que de alguien que ha sido intendente, jefe de Gabinete y presidente de la Cámara de Diputados.

 

Para eso, de la mano de un equipo de comunicación afilado, se muestra entregado a su tarea, hace llegar a los periodistas información copiosa sobre su copiosa actividad –incluso poco antes y poco después de los partidos de la Scaloneta– y se esfuerza por dejar en el pasado el mote de "Ventajita" para devenir en un actor del sistema político que ahora es considerado confiable por aliados, adversarios y el Círculo Rojo empresarial. Este es su otro logro.

 

Escenario dos: resistiendo con aguante

Si no se dan las condiciones que Massa plantea y se plantea, la decisión de la demiurga del peronismo que viene –CFK, claro– podría pasar por el abroquelamiento en la identidad K. Así como Axel Kicillof trata de escapar a cualquier tarea diferente a la de buscar la reelección en la provincia de Buenos Aires, Eduardo "Wado" de Pedro es observado por quienes lo frecuentan como deseoso de salir de su zona de confort y de probar suerte con una candidatura presidencial. Para él todo sería ganancia: aun si esta no fuera exitosa, le serviría para levantar su perfil para aventuras nuevas y mayores. De Pedro de otro cuadro "joven": tiene hoy 46 años.

 

Si Cristina planteara una primaria para el tramo presidencial de la boleta de Todos y le pidiera a uno de los suyos –De Pedro, por caso– que diera pelea, Massa probablemente rechazaría el convite. ¿Quién podría en el peronismo actual competir con alguien patrocinado por la vicepresidenta?

 

Eso también moldearía un cierto tipo de peronismo. No ya uno de consenso, abarcativo de diferentes tendencias ideológicas y con vocación de imponer una política que, si no debería ser calificada de "liberal", sí apuntaría a una articulación fuerte entre lo público y lo privado. Al revés, sería uno diseñado para perder en lo inmediato y así refundarse desde una minoría más o menos relevante. ¿Resistiría el Frente de Todos en tanto artefacto político semejante estrategia?

 

Esa carta de la dueña de la dueña de la palabra "totalmente relevante" pergeñaría un peronismo diseñado para el aguante, uno que –a juzgar por los sondeos actuales– podría alzarse, acaso, con algo más del 30% de los votos. Referentes del cristinismo de paladar negro y de movimientos sociales –como Juan Grabois– se tientan con la idea de abroquelarse en torno a la pureza ideológica, pero se quedan sin respuestas cuando se les hacen dos preguntas: con semejante caudal de votos, ¿no perdería el peronismo por primera vez desde 1983 la mayoría en las dos cámaras del Congreso de manera simultánea?; y de la mano de eso, ¿cuánto empeoraría el panorama judicial de la propia Cristina y de su familia?

 

Escenario tres: el poscristinismo

Los sectores más adocenados de la CGT, los movimientos sociales filoalbertistas y el peronismo de algunas provincias –sobre todo las más conservadoras de la zona centro– piensan en que el "renunciamiento" de CFK podría ser, por fin, el prólogo del poscristinismo.

 

Por ahora no hay nombres para llevar adelante un proyecto de ese tipo y ni siquiera el de Alberto Fernández es viable. Aunque todavía juegue pour la galerie con la idea de la reelección, el Presidente en verdad busca forzar a la vicepresidenta a validarlo como parte de la mesa que diseñará de la oferta y la estrategia electorales. Es curioso lo de las mesas en Todos: la política, en clave de gestión que pide ella, es ignorada por él; ¿qué suerte correrá, en ese contexto, la electoral que este demanda?

 

¿Habrá algún gobernador que haga punta para comenzar a construir el poscristinismo? Si la idea es usar 2023 como el descanso de una escalera interminable que –se supone– lleva al futuro, podría haber allí algo para juntar.

 

¿Algo? ¿Cuánto? La timidez que exhiben quienes sueñan con eso se explica en que esos restos de votos podrían parecerse demasiado a la nada.

 

Alex Wahnish, el rabino de Javier Milei. 
Pullaro, el ministro Cococcioni y la secretaria de Asuntos Penitenciarios. Con más de 1.800 celulares incautados en requisas en las unidades penitenciarias santafesinas.   

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