PERONISMO PARA ARMAR

Máximo Kirchner, un mariscal en las sombras

Tiene el bastón en mano, dice su entorno, pero ejerce tras bastidores: "Construye para otros". El '23 sería de Kicillof o Massa, profetizó hace tres años.

Con 27 minutos y 48 segundos, el del martes fue uno de los discursos más cortos de Cristina Fernández de Kirchner en todo su currículum político. Después del acto que encabezó en Avellaneda, hasta circulaba como chiste que Axel Kicillof había hablado más, a pesar de prometer, no la primera vez, ser breve. Fueron apenas diez minutos al micrófono, los del gobernador. 

 

La alocución de la vicepresidenta se ancló en dos ejes: responderles a los medios -a la Casa Rosada, de paso, si bien evitó explicitarlo- que no sería candidata en 2023 por proscripción y no por renunciamiento voluntario y que quiere que alguien más se anime a tomar "el bastón de mariscal". Cortito y al pie, con dejo de resignación: ni siquiera se molestó en dedicarle demasiadas palabras a la polémica por el fallo de la Corte por la coparticipación porteña y la reacción del Gobierno. "Agrupación política amague y recule", fue el chiste que esconde tristeza. 

 

Máximo Kirchner, heredero natural no sólo genealógico sino político del matrimonio de centralidad electoral mas relevante de la historia argentina, estaba lejos, muy lejos, a 2.505 kilómetros. En Río Gallegos. “Tiene el bastón, pero lo usa para construir detrás del escenario”, argumentan en su entorno. En el PJ bonaerense, donde asumió en diciembre de 2021, no están todos tan de acuerdo y hasta pegan cartel de “conductor se busca”. Dato: tampoco lo miran a Kicillof.

 

El diputado, afirman cerca de él, estuvo detrás de la construcción de Unidad Ciudadana, primero, y el Frente de Todos, después. De ahí el mote de "arquitecto" que lo acompañó durante un tiempo. Cuando los intendentes del conurbano se dividían en dos bandos con las acciones de Cambiemos en alza, el Grupo Esmeralda y el Grupo Fénix, homenaje a la cumbia de los 90', terminaron yendo a golpear las puertas del Instituto Patria. No había peronismo sin Cristina, se resignaron, unidos. A instancias de su hijo, la expresidenta retomó el dialogo con quienes no hablaba desde hacía años. Alberto Fernández y Kirchner se pelean en el anecdotario por quién fue el que logró convencer a Sergio Massa de volver; algo que puede ser muy relevante para 2023. 

 

Néstor Kirchner era pragmático. Máximo Kirchner dice que también lo es, pero que el pragmatismo debe tener resultados. Fue pragmático llevar a Fernández de candidato, amalgamarse con el Frente Renovador y reconciliarse con el ecosistema del peronista que intentó, sin éxito, jubilar a su madre. A sus ojos, el FdT falló en lo segundo. A ocho meses de las PASO, según marca el calendario electoral 2023, su entorno hace la procesión por dentro y adelanta su conclusión: repite que el gobierno frentetodista fue “mediocre”. ”De calidad media. De poco mérito, tirando a malo”, define la Real Academia Española. Podría ser peor, se permite respirar el albertismo. 

 

Con semejante prematura sentencia, como última jugada el kirchnerismo sigue reclamando el llamado a una mesa de conducción del FdT que la Casa Rosada rechaza por temer una auditoria. "¿Qué mejor que te audite Cristina?", retrucan en el Instituto Patria, en un diálogo de dos interlocutores que se hablan por terceros. 

 

Kirchner dejó vacía esa silla en marzo de 2022, si es que alguna vez Fernández puso mantel en esa mesa. Fue con su sonora renuncia a la jefatura del bloque del FdT en la Cámara baja. Lo defienden, con chicana que le cabe hasta al Presidente: "No armó un bloque aparte ni fue a los medios de enfrente (en referencia al Grupo Clarín) a criticar al Gobierno". Lo segundo, casi. "No acusó a compañeros con un off the record de ser corruptos", suman, con palo sin disimular a Matías Kulfas

 

"Volvió a ser un diputado raso y hasta votó todo lo que enviaron", lo reivindican. No fue el caso del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la encrucijada oficial que marcó dos caminos en paralelo a una coalición que ya nació de forma extraña; en diciembre de 2019, como flamante jefe de bancada, con las mismas zapatillas que supieron calzarse Agustín Rossi y Juliana Di Tullio, ambas figuras de alta exposición. ¿Dejaría entonces las sombras públicas, Máximo, con su nuevo rol? Era inevitable pronosticar la construcción de una candidatura desde esa banca, ya no sólo por portación de apellido. "El '23 será de Axel o de Sergio", se desentendía entonces. Para quienes no le creían, sonaba a preparar el terreno para un efecto sorpresa, mientras nunca se asomó por encima de su histórico bajo perfil. Vueltas de la vida y de la interna, esa dicotomía resultó profética.

 

Ofició poco de vocero oficial, al punto de que ya sin cargo, 2022 fue su año de mayor participación mediática. Uno en el que también habló bastante su madre (con posteos escritos, videos y apariciones en vivo), en comparación con otros periodos. Es el mismo año en que la condenaron a seis años de prisión y le gatillaron dos veces en la cabeza. Ese mismo día, por la tarde, Máximo Kirchner alertó por el clima de violencia que estaba escalando. Fue él quien anticipó, con una opinión, que Cristina no sería candidata en 2023. Asomó como respuesta un clamor que quedó en offside. No es exégeta de su madre. 

 

Desde marzo, sin volver a hablar con el Presidente cuando hasta ese momento de quiebre oficiaba de interlocutor del exbinomio, Máximo Kirchner reeditó las plazas de la época de Resistiendo con aguante. "No pateó el tablero", lo respaldan a su lado. "Hay compañeros y compañeros que le dicen que tendría que ser candidato, pero ese no es su rol", es la definición, de cara al año que viene. Ya sea por incomodidad, personalidad o ante los augurios de las encuestas, como opinan quienes no lo quieren; o porque tiene una mayor productividad al mantenerse tras bambalinas, como esgrimen en la otra vereda, la realidad es que Kirchner no trabajó para su propia proyección electoral. Otra vez: "Es efectivo en la construcción de puentes, para hacer crecer a otros compañeros y compañeras".

 

 "Cristina es el problema y la solución", admite un cristinista que recuerda que, tanto en 2017 como en 2019, el kirchnerismo fue a buscarla porque no había construido una alternativa. Su figura opaca a las demás, al punto de que, cuando parecía que para 2023 se repetiría la película, la propia vicepresidenta pidió, este martes, que alguien se anime a asomarse por detrás de su sombra. Salvo contadas excepciones, como Teresa García, el dispositivo K esquivó definiciones sobre Fernández y la Corte a la espera de qué diría ella en Avellaneda. "¿Qué esperan? ¿Que haya un newsletter todas las mañanas de Cristina para saber qué opinar?", picantean en el Instituto Patria. La parte del discurso en el que CFK llama a que "pidan perdón, no pidan permiso" ya no parece sólo dedicada a la Casa Rosada. 

 

Sin aspiraciones a puestos ejecutivos, en diciembre de 2023 vence el mandato de diputado de Máximo Kirchner. Sería extraño que, desde su rol de presidente del PJ bonaerense, no formara parte de ninguna lista. Fue una de las preocupaciones que esgrimió este año: el pedigree de las boletas legislativas, para evitar las "traiciones" que padeció el extinto Frente para la Victoria en los albores del macrismo, que cosechó votos ajenos para sus proyectos. Parece una visión derrotista, ya preparándose para ser oposición. Cristina instó a su tropa a tomar el bastón de mariscal en la previa de unas elecciones que, como mínimo, asoman complicadas: la pregunta es si alguien estará dispuesto a ser mariscal de la derrota.

 

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