LA ECONOMÍA Y LA INTERNA

Los dos caminos para combatir la inflación y por qué no le cierran al Gobierno

La indexación del gasto y la exigencia del FMI de que el peso no se aprecie vedan esas vías. El ruido en el oficialismo cierra el paso a una concertación.

En medio de zozobras económicas –este miércoles encontrarán su símbolo en el inquietante índice de inflación del INDEC– y políticas –la interna brutal que no cesa en el Frente de Todos–, el Gobierno trata de encontrar su camino. En su aparición del lunes, Martín Guzmán dejó varias definiciones: que controlar la inflación será desde ahora la prioridad, que perseguirá ese objetivo solo con “funcionarios alineados”, que el rechazo al aumento de retenciones es una orden de Alberto Fernández y que, pese a esto último, buscará caminos alternativos para que el Estado capture las rentas extraordinarias que productores y acopiadores de granos están obteniendo por el impacto en precios de la guerra en Ucrania. Se estudia un impuesto o una contribución extraordinaria a la "renta inesperada” y, en paralelo, un bono para trabajadores informales, gestos hacia el ala díscola del panperonismo.

 

La línea está, pero la realidad impone cautela. Lo de los “funcionarios alineados” depende de en qué medida el Presidente se permita desafiar a Cristina Kirchner y afrontar el peligro de una ruptura formal. El nuevo gravamen es todavía una idea en gestación que, en caso de salir indemne del despacho presidencial, debería pasar luego por los exigentes filtros del Congreso y, acaso, del Poder Judicial, mientras que su destino distributivo estaría condicionado a la viabilidad política del plan y a la paciencia de una sociedad que no está como para que le hablen de medianos plazos. Queda lo primero: la guerra contra la inflación. Ese también es un camino de espinas.

 

Como contó Letra P, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) impone que la etapa más delicada de esa puja, la que se abre con un índice candente, enfrente dos limitaciones severas, esto es la eliminación simultánea de las últimas anclas que el Gobierno podía usar para contener la estampida de precios: el dólar oficial y las tarifas. En efecto, el primero aceleró sus minidevaluaciones periódicas a un ritmo anualizado del 50% y las segundas darán lugar a un nuevo cuadro que eliminará los subsidios para los sectores más pudientes… si es que el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, no dispone seguir en su cargo pese a no estar alineado con sus superiores jerárquicos y nadie se anima a hacer nada al respecto.

 

De acuerdo con la consultora Analytica, se está produciendo, efectivamente, “un salto de la inflación provocado desde el lado de la oferta”, es decir, el aumento de las cotizaciones internacionales de las materias primas, lo que se suma al elevado piso que le ponen al IPC las causas puramente domésticas. En ese sentido, el debate por las retenciones se impone, pero “el conflicto político de la coalición de gobierno y la ausencia de un plan de estabilización hacen que no existan incentivos para acompañar iniciativas como esa”.

 

Mientras el Gobierno trata de llevar calma al señalar que el IPC de este miércoles será el más alto del año y que, en lo sucesivo, cabe esperar una moderación, el curso de la guerra europea no permite hacer ninguna aseveración sensata al respecto.

 

De acuerdo con el estudio mencionado, “además de las extremas dificultades internas de gestión, no triviales para atacar con profundidad el problema, existen al menos dos explicaciones centrales para que el Gobierno no intente un programa sólido de lucha contra la inflación y que solo se limite a contener las recientes subas de precios”

 

“En primer lugar –continúa–, la propia estructura del gasto público dificulta una reducción rápida de la inflación en un contexto de ajuste fiscal en términos nominales acordado con el FMI”. En efecto, las jubilaciones se ajustan 50% por la variación trimestral del Coeficiente de Variación Salarial (CVS) del INDEC y 50% por la recaudación de la ANSES, medida en forma interanual trimestralizada. Así, mientras que la movilidad jubilatoria vía salarios permitiría cierta corrección fiscal a estas tasas de inflación (N. del R.: vía atraso de los ingresos de los trabajadores), la recaudación previsional muestra mayor inercia, por lo que el mecanismo de ajuste jubilatorio proyecta un fuerte impulso a los haberes y, como contrapartida, un límite a su licuación inflacionaria”. Eso es bueno en términos sociales, pero una limitación en uno de los caminos posibles para lograr una contención de los precios vía recesión.

 

El otro motivo que disuade a la administración panperonista de avanzar en un plan de estabilización de tipo progresivo, con crecimiento económico y superávit externo –generador de divisas para el Banco Central–, está dado por las estrecheces del momento. En ese sentido, el FMI impone acumular reservas y el país carece de acceso al financiamiento externo voluntario. Por todo eso, administrar muy estrictamente los dólares disponibles implicaría restricciones para las importaciones y, como es patrón en la historia económica argentina, una limitación del crecimiento económico.

 

“Como contracara, un déficit en la cuenta corriente supondría apreciar el tipo de cambio (N. del R.: el peso) y aumentar los salarios en dólares, impulsando la actividad económica y las importaciones y reduciendo la inflación de los bienes transables, lo que operaría como un ancla del nivel general de precios”, explica la consultora.

 

“Esa dinámica se observó en la gran mayoría de los planes de estabilización exitosos (…), como los de Chile y Polonia, que mantuvieron déficits en cuenta corriente durante casi toda la transición a la baja inflación”. Tal camino, con todo, aparece vedado por el Fondo.

 

Dado lo anterior, Analytica concluye que “la economía argentina enfrenta dos opciones para bajar la inflación: sacrificios en términos de actividad o la puesta en marcha de un plan de estabilización basado en consensos que generen un cambio institucional (…). La segunda opción, la menos costosa en términos económicos y sociales, parece lejana ante un oficialismo desorientado y una oposición que parece radicalizarse”.

 

Dado que no se puede contar demasiado con la oposición y sus circunstancias, por eso Guzmán pidió que, al menos, cese el fuego amigo. Pero también eso parece imposible para la Argentina de 2022.

 

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