LETRA PEPE

Peronismo en movimiento

Los gobernadores activan el CFI. Los senadores salen de gira de unidad. La imagen de Fernández está por el suelo y florencen candidatos. ¿Pelea o reproducción?

El Consejo Federal de Inversiones (CFI) volvió a tener movimiento. Con excusas formales, los gobernadores peronistas volvieron a darse cita en el edificio del barrio de Retiro. Cavilan variantes. Analizan escenarios y piensan posibles salidas. Los senadores hacen excursiones por el país. El bloque de diputados mantiene reuniones enredado en desconfianza, mientras intenta que nada vuele por el aire. Varios dirigentes ya se pusieron el traje de candidatos.

 

El peronismo está inquieto. Los números de las encuestas muestran un panorama sombrío. El último estudio de Zuban Córdoba mostró que la gestión de Alberto Fernández tiene casi el 70% de desaprobación. Un consultor que trabaja desde hace años en la órbita del peronismo afirma que el Gobierno no tiene ninguna posibilidad de ganar en 2023. “Lo saben todos menos el albertismo, que está en otra cosa”, apunta, lapidario.

 

Los diagnósticos varían según las tribus. El mismo futuro negro vaticina el cristinismo, convencido de que las elecciones ya están perdidas. Cerca de Cristina Fernández de Kirchner dicen que las críticas, impiadosas, buscan “hacer reaccionar” al Presidente. En la Casa Rosada aseguran que solo apuntan a hablarle a su propio electorado para salvar su capital simbólico.  

 

Los gobernadores piden un volantazo, exigen resultados concretos sobre la inflación y empiezan a dibujar un armado propio, que premie “a quienes consiguen votos”. Miran con cierta desesperación la parsimonia con la que el Presidente y la vice se adaptaron al escenario de ruptura fáctica que no fue formalizada. Convencidos de que a ninguna de las figuras involucradas les conviene, creen que tampoco lo será.

 

“Alberto está cómodo”, dice un dirigente que habla con frecuencia con el jefe de Estado. En la distancia del cristinismo, Fernández encontró la forma de ejecutar su plan de Gobierno sin consultar con el cristinismo. Está convencido de que, con el ordenamiento de la economía y una inyección de ánimo, después del verano, tendrá chances de ser reelegido en el cargo en 2023. Es uno de los pocos optimistas que quedan en el Frente de Todos (FdT).

 

El Presidente mira cómo, a excepción de la inflación, el resto de los números de la economía no deja de mostrar variables positivas. Baja del desempleo y de la pobreza, recuperación, crecimiento de la actividad, balanza comercial positiva. Todo después de haber atravesado una pandemia, haber desplegado una exitosa campaña de vacunación, haber renegociado en forma exitosa la deuda con los acreedores privados y haber alcanzado un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que, cree, cualquier otro gobierno – incluido uno de Cristina – hubiera festejado, y con un Estado que contiene a los más vulnerables con planes y bonos especiales para paliar la crisis, y que asistió al sector privado para evitar una catástrofe aún mayor con programas como el Asistencia para el Trabajo y la Producción (ATP).

 

¿Por qué, entonces, el FdT vive el presente como una catástrofe en la que no hay futuro posible? El cristinis entiende que defraudó al electorado porque el poder adquisitivo de las familias volvió a caer - y está por debajo de los niveles de 2017- y cree que la inflación será el certificado de defunción del Gobierno. Los dirigentes con más experiencia y territorio ven que nadie ordena la política para salir del pantano. Aunque las críticas llueven sobre Cristina por la presión que ejerce sobre el Presidente, la mayoría entiende que la responsabilidad de “convocar y ordenar” y quien tiene la llave para hacerlo es Fernández.

 

El gabinete está en la misma sintonía. La reunión que encabezó Juan Manzur a principios de mayo dejó flotando un clima de derrota. La secretaria de Legal y Técnica y mano derecha del Presidente, Vilma Ibarra, les pidió a los funcionarios no dejarse llevar puestos por la interna y trabajar en equipo. Martín Guzmán intentó transmitir optimismo y anunció que la economía crecerá entre 7% y 8% en 2022. Promesas que no calman a los más desesperanzados.

 

El jardín de los candidatos

Desorientado, el peronismo salió con los dirigentes de punta a caminar el territorio. Un accidente en su historia aquello de lanzar candidatos alternativos cuando el Presidente tiene chances de pelear por la reelección. Ya sea para mover el avispero, movilizar a las bases, despertar a los dormidos o hacer tiempo mientras esperan que los Fernández firmen en algún momento la paz, son varios los que empezaron a pensar en 2023. Habrá que ver quiénes llegan.

 

El Presidente es el primer anotado en la lista, aunque en su última escala de su gira por Europa dijo que no estaba pensando en la reelección. Un par de días antes, había dicho lo contrario en diálogo con la televisión española. Para entonces, el cristinismo ya había subido al ring a Cristina. En la intimidad, Fernández asegura que está en condiciones de ganarle la interna “a cualquier candidato”, con excepción – por ahora - de la vicepresidenta.

 

El primero en lanzar el operativo clamor Cristina 2023 fue el jefe de asesores de la provincia de Buenos Aires, Carlos Bianco. Después, los movimientos de la vicepresidenta empezaron a alimentar la idea. Como contó Letra P, la vicepresidenta tiene en agenda una serie de invitaciones en el interior y el exterior del país para presentaciones como la que hizo en Chaco la semana pasada. Eventos que le abren la posibilidad de marcarle la cancha al Presidente en público, debatir la política del Gobierno y hablarle directamente a su electorado. En el cristinismo creen que la vicepresidenta podría mirarse en el espejo de Luis Inácio “Lula” Da Silva, que ya se prepara para volver al poder en Brasil.  

 

Los otros que asoman en la carrera son el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, y el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, ambos con la bendición de CFK, aunque con matices. En el Gobierno también comenzó a subir el perfil Manzur, que comenzó sigilosamente a alternar días en la Casa Rosada con visitas al interior. Esta semana estuvo en La Rioja y Entre Ríos y activará otros viajes en los próximos días.

 

Capitanich fue quien más asomó la cabeza. El chaqueño viajó a Estados Unidos en abril y la semana pasada cruzó a Chile, donde tuvo una serie de reuniones con ministros. Junto a otros gobernadores, como los históricos Gildo Insfrán y Gerardo Zamora, activó encuentros en el CFI. En abril consiguió una foto cotizada cuando visitó en Córdoba a Juan Schiaretti, que quiere al cristinismo lo más lejos posible de su territorio. Ambos tienen una muy buena relación personal. Un mes después, el chaqueño voló a San Luis para verse con otro díscolo, Alberto Rodríguez Saá. En voz baja también empezó a organizar bajadas de sus dirigentes a la provincia de Buenos Aires. Esta semana envió al diputado Juan Manuel Pedrini a José C. Paz y promete ampliar el listado de recorridas en los próximos días.

 

Capitanich se mueve por un camino angosto y busca representar algo más amplio en el peronismo. En las charlas del CFI se dice que, a diferencia de lo que sucedió en 2019, quien encabece la boleta del FdT en 2023 no tiene que ser identificado como “el candidato de Cristina”, aunque sin el apoyo de la vice tampoco habrá chances de triunfo.

 

Un cristinismo diluido, aventuran los gobernadores, puede tener chances de triunfo. El diagnóstico del sector que acompaña a la vicepresidenta es opuesto. “Esta vez tenemos que jugar con uno bien propio”, dice un hombre de confianza de Cristina. En ese contexto, la propia expresidenta o el ministro De Pedro asomaría como posibles candidatos. ¿Eso sería dentro o fuera del FdT? El titular de la cartera de Interior construye su propio perfil desde la planta baja de la Casa Rosada, algo que todavía indigna a los más cercanos al Presidente.

 

Otro siempre en carrera es Sergio Massa. El presidente de la Cámara de Diputados busca posicionarse como “el Alberto de 2023”. Un dirigente de diálogo con todo el peronismo y puentes con el establishment, que puede conseguir la bendición de Cristina, gracias a la confianza reconstruida y a las buenas relaciones que tejió con Máximo Kirchner y La Cámpora. Cruzado por la interna, Massa mandó a desarmar el operativo 2023 que había proyectado el Frente Renovador y que tendría su primer acto en un congreso en Mar del Plata. No es tiempo de asomar la cabeza cuando las balas están en el aire. Algo similar pasa con Daniel Scioli, que se ilusiona con la revancha de 2015.

 

En alerta están, siempre, senadores y diputados que intentan hacer equilibrio para sostener la paz mientras arriba las relaciones siguen quebradas. Pese a la división del bloque, los representantes del FdT en la Cámara alta activaron recorridas de unidad por el interior del país con excusas varias. La última fue una visita al complejo nuclear Atucha. Con el camporista Federico Basualdo, subsecretario de Energía, estuvo hasta el albertista Edgardo Kueider. En Diputados todavía se sostienen las reuniones de bloque, con Máximo Kirchner incluido y esfuerzos varios.

 

Más allá de los nombres, en las reuniones del CFI los gobernadores empezaron a advertir otras cuestiones relativas al armado electoral. “Alberto cree que es un lugar donde se conspira, se confabula contra él. No es así, están tratando de buscar opciones para ganar”, dice un dirigente que conoce la intimidad de las reuniones. El planteo central, además de los pedidos para bajar la inflación, es que las políticas y los armados premien “a los que consiguen los votos”, esto es, al Norte del país, donde el peronismo todavía es fuerte. Entre la provincia de Buenos Aires y el Norte Grande se suma el 55% del padrón electoral. La elección en territorio bonaerense dependerá en gran parte de la decisión de avanzar en el desdoblamiento, o no, de los comicios locales. El crecimiento de la figura nacional de Javier Milei aleja cada vez más la posibilidad. El peronismo ve con buenos ojos la posibilidad de que el libertario, que no tiene un candidato fuerte en la provincia, le reste votos a Juntos por el Cambio en la presidencial. Desdoblar la elección dejaría de ser conveniente.

 

Con tantos candidatos lanzado, tantos intentos de recomposición, actividades en el territorio y militancia movilizada, sin ruptura del FdT, en la oposición resuena la pregunta de siempre, ¿el peronismo se está peleando o se está reproduciendo? “Yo no veo la elección para nada ganada. Ya demostraron el año pasado en la provincia de Buenos Aires lo que pueden hacer si logran ordenarse”, dice una figura bonaerense del PRO. La pregunta es si todavía el ordenamiento es posible.

 

En el centro, Gildo Insfrán, presidente del Congreso del PJ, ladeado por Axel Kicillof, Lucía Corpacci y Juan Manzur. 
El Conicet, blanco de la motosierra libertaria.

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