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Medios y poder

La prensa y las plataformas: la regulación como antídoto al modelo en crisis

Los medios se mueven entre el reclamo de intervención del Estado y el pedido al verdugo para financiar su actividad en riesgo.

Hubo un tiempo que fue hermoso y la prensa fue libre de verdad. A lo largo del siglo XX, el sistema de medios se nutría de los recursos publicitarios de la economía de consumo masivo. Si bien algunos observaban una creciente concentración de la industria donde unos pocos se fortalecían y una gran cantidad de medios más pequeños desaparecían, el relato dominante daba cuenta de un sector pujante que requería mínima intervención del Estado.

Desde los inicios del siglo XXI y, especialmente, a partir de 2010, con la consolidación de las plataformas digitales, el ecosistema informativo experimenta una transformación. La discusión entre medios de prensa y gigantes digitales se centra en la captura de los ingresos publicitarios absorbidos en forma creciente por Google y Facebook. Los medios de prensa comienzan a reclamar la intervención del Estado frente a la amenaza de actores más grandes para mantener su lugar.

Los debates regulatorios en Argentina y el mundo

La necesidad de regulaciones estatales para “equilibrar la cancha” tuvo el impulso pionero de la Unión Europea, con la sanción de la Directiva de Copyright (2019) que, entre otras cosas, planteó el pago de las plataformas por el uso de contenidos, su responsabilidad frente a la circulación de contenido protegido por derecho de autor y el uso de filtros automatizados. Esto suscitó fuertes cuestionamientos desde las organizaciones de la sociedad civil de América Latina, incluidas las argentinas ADC y CELE, que advirtieron el mal precedente para la región -donde la censura previa está prohibida- y el impacto negativo en la diversidad de información y el pluralismo de medios.

En estos momentos, la Unión Europea anunció la pronta aprobación de la Digital Service Act, que incorpora nuevas protecciones a los medios.

Otro antecedente es el de Australia con el Código de negociación de Medios de Noticias (2021) que, tras una fuerte resistencia de las plataformas -que incluyó campañas de desinformación y un “apagón informativo ”- obliga puntualmente a Google y Facebook a pagar a los medios por el licenciamiento de sus contenidos.

Este debate global también se expresa en la Argentina. Empresas periodísticas y asociaciones como ADEPA y FOPEA enfatizan en que las plataformas reconozcan el valor (económico) de los contenidos y vinculan el problema a derechos de autor.

La demanda de los medios para evitar regulaciones (excepto cuando involucran derechos de autor) siempre estuvo fundamentada en criterios económicos. Los medios de prensa o bien reclaman la intervención del Estado para mediar la disputa económica con las plataformas, o demandan a éstas financiamiento para la continuidad de su actividad en crisis, bajo el reclamo de que Google y Facebook usan sus contenidos y no pagan por ello, no emplean periodistas, no verifican la información, en síntesis, apelando a la función que los medios desempeñan en el “periodismo de calidad” y la sujeción obligada a la “dictadura de los algoritmos”.

En Argentina son emergentes los debates sobre regulación de intermediarios de Internet. La única normativa vigente es de tipo tributario y consiste en la aplicación del IVA a los proveedores de servicios digitales sin sede en el país. Por lo demás, la justicia es la encargada de resolver controversias con las plataformas. Existió una importante discusión en el Congreso con el proyecto de ley “Felner-Pinedo” para avanzar sobre una regulación de responsabilidad de intermediarios, pero quedó como oportunidad perdida. Si bien gozaba de amplio consenso de distintos actores, no logró prosperar debido al fuerte lobby de la industria del copyright, de las empresas periodísticas y asociaciones de radio y TV.

La cruda realidad del mercado argentino

Si se observa la cantidad de medios en la Argentina, el panorama parece saludable. Desde hace décadas existen alrededor de 100 diarios nacionales. En la ciudad de Buenos Aires coexisten siete periódicos generalistas, tres económicos, uno deportivo y otro los fines de semana. Pocas capitales de América Latina sostienen una oferta tan variada. Además, se suman numerosos diarios digitales, entre los que se destaca Infobae.

Pero, la caída de la circulación y de los ingresos publicitarios no tiene fin. De los 22 diarios (de 99) asociados al Instituto Verificador de Circulaciones que informaron su actividad en 2021, resulta ilustrativo el caso de Clarín: pasó de vender 315.182 ejemplares de promedio anual en 2010, a 74.588 en 2021, un derrumbe del 76,33%.

Al observar los ingresos publicitarios, el panorama es aún más desolador.

Los datos de la CAAM evidencian que la caída de los ingresos publicitarios de la prensa gráfica es proporcional al crecimiento del sector digital, que en los últimos dos años comienza a amenazar también a la televisión, aunque de manera mucho más moderada.

Además, el informe 2021 del Reuters Institute for Journalism para Argentina muestra que las redes sociales son la principal fuente para el consumo de noticias (66%), desplazando por primera vez a la televisión (64%). Los medios impresos quedan rezagados con un modesto 20%.

Ante este escenario, algunos medios optaron por modelos de suscripción. No obstante, la encuesta de Reuters indica que sólo el 15% de los usuarios está dispuesto a pagar por el acceso a noticias.

Otra opción, apreciada por organizaciones como ADEPA y FOPEA, es recurrir a las iniciativas de “fomento al periodismo” de las grandes plataformas como Google News Initiative (GNI), Web stories, o Google News Showcase -éste último surgido como reacción a la regulación de Australia y las multas establecidas en Francia por la autoridad de competencia. Además, Facebook lanzó el Journalism Project y junto a ADEPA y FOPEA armaron el programa Impulso Local, de apoyo para medios locales, regionales y nacionales con una propuesta de cobertura local.

Corporativamente, los medios de prensa recibieron muy bien este tipo de iniciativas -fueron escasas las voces públicas críticas, por ejemplo, un editorial de Letra P- a las que consideran un avance, aunque no suficiente. Cuestionan los desequilibrios respecto del valor que transfieren a las plataformas, tanto como fuerza de trabajo para el desarrollo de sus algoritmos y de sus productos, como en interés, datos de la audiencia e ingresos publicitarios.

Para dimensionar las limitaciones de estos programas, Google alardea en su web de GNI, que desde 2018 ha apoyado proyectos de 1190 medios en América Latina con un total de 26 millones de dólares. En Argentina son aproximadamente 229 medios y un total de 2,2 millones de dólares, según un relevamiento aún no publico de la organización Netzpolitik. Así, los medios argentinos reciben el 8,4% del financiamiento regional que ofrece Google, esto es menos del 1% del mercado publicitario local, o el 0,01 de los ingresos publicitarios de la empresa en 2021 (257.637 millones). Esto sin entrar en el detalle de que a cambio se estructuran las noticias de acuerdo con las lógicas productivas de las plataformas.

Incertidumbre

¿Cuánto se puede sobrevivir mendigando al verdugo? El mercado de la prensa escrita en la Argentina muestra que, de continuar el drenaje de recursos, la amenaza sobre los medios puede tornarse irreversible. En este escenario de incertidumbre es importante dar cuenta de los riesgos que entraña pedirle a las plataformas que sean los que aporten al financiamiento de los medios. Además, señalar la necesidad de un marco de comprensión más amplio a las transformaciones del ecosistema informativo argentino donde se ponen en juego las tensiones entre lo global y lo local -tanto en lo que respecta a actores en juego como a las expresiones locales que adquieren los debates globales sobre regulación de plataformas-, el problema de la concentración y la diversidad y el pluralismo como dimensiones de la libertad de expresión.

Cuando el mercado global de plataformas sustrae los ingresos, el modelo económico de la prensa parece desvanecerse como pompas de jabón.

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