CUMBRE DE LAS AMÉRICAS

Con traje regional, Fernández habló por el eje bolivariano y criticó a EE.UU.

Equilibrismo en LA. Denunció a la OEA, a Trump y "los bloqueos". Pidió "cambios" en la diplomacia de la Casa Blanca y defendió gravar la renta inesperada.

En su primer discurso en la IX Cumbre de las Américas, el presidente Alberto Fernández criticó la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua y cumplió, de esta manera, con su promesa de representar a aquellos países que no tienen voz en la cita que se lleva a cabo en Los Ángeles. “El silencio de los ausentes nos interpela”, manifestó al denunciar los bloqueos económicos que pesan sobre La Habana y Caracas, al exigirle al mandatario norteamericano, Joe Biden, que “cambie” su política exterior hacia la región y que “repare los daños” causados por su antecesor, Donald Trump.

 

Con el saco de líder regional que busca representar la voz progresista del sur americano, Fernández apuntó contra Washington al asegurar que el hecho de ser “anfitrión no otorga la capacidad de imponer derecho de admisión” y defender al diálogo diplomático, a pesar de las diferencias políticas, como “el mejor instrumento para promover la democracia y la lucha contra la desigualdad”. “Biden, estoy seguro de que es momento de abrirse de modo fraterno en pos de favorecer intereses comunes. Los años previos a su llegada estuvieron signados por una política inmensamente dañina para nuestra región. Es hora de que esa política cambie y que los daños se reparen”, dijo ante la mirada del jefe de Estado norteamericano, quien estuvo acompañado por su vicepresidenta, Kamala Harris

 

Las críticas estuvieron dirigidas a la actual Casa Blanca, pero partieron de políticas desarrolladas durante la administración republicana de Trump. Por ejemplo, Fernández denunció que “se ha utilizado a la (Organización de los Estados Americanos) OEA como un gendarme que facilitó un golpe de Estado en Bolivia” en 2019, que “se han apropiado de la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)” y que fueron “desbaratadas las acciones de acercamiento a Cuba” comandadas por el expresidente Barack Obama. Este viaje al pasado buscó evidenciar en palabras los cambios regionales que se esperaba que comande Biden, un líder más cercano a América Latina y más diplomático que su antecesor, pero que, hasta el momento, no se plasmaron en la realidad. 

 

A raíz de este escenario continental en el que América Latina y el Caribe no vislumbran ni sienten los cambios prometidos, Fernández aseguró que “no se puede imponer un pensamiento único en un mundo que exige la armonía sinfónica frente a los dramas comunes” y exigió que “si la OEA quiere ser respetada, debe ser reestructurada removiendo de inmediato a quienes la conducen”, en referencia a su secretario general, el uruguayo Luis Almagro, un hombre al cual Buenos Aires ya intentó destronar en una jugada diplomática con México que fracasó. "Asumamos el desafío de atender las causas profundas que ponen en tensión nuestra convivencia democrática", agregó.

 

Como relató Letra P, la participación de Fernández en la XI Cumbre de las Américas fue consensuada -entre otros- con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el venezolano, Nicolás Maduro, para elevar la voz de aquellos países que no fueron parte de la misma a partir su rol como líder de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el organismo que reúne a todos los países del continente, salvo EEUU y Canadá, y desde el cual la Casa Rosada busca desplegar el rol regional del presidente argentino. “Estoy aquí tratando de construir puentes y de derribar muros”, afirmó al invitarlo a participar de la próxima reunión del organismo, una idea que plasmó en un primer momento el líder del gobierno bolivariano. “Debemos construir juntos un renovado humanismo que comience por los últimos para llegar a todos y todas”, afirmó y con tinte peronista, agregó: “Unidos o dominados. Unidos por el multilateralismo o dominados por la polarización. Unidos por la democracia con inclusión social o dominados por el individualismo y la miseria colectiva”.

 

Durante su breve alocución, Fernández también centró su discurso en la actualidad argentina. Por un lado, denunció que “la intervención de Trump ante el (Fondo Monetario Internacional) FMI fue decisiva para facilitar un endeudamiento insostenible en favor de un gobierno en decadencia” que “hoy sufre todo el pueblo argentino”, apuntando contra su antecesor Mauricio Macri. Por el otro, el argentino defendió el proyecto de ley que envió esta semana al Congreso para gravar la renta inesperada de las empresas que se beneficiaron económicamente de la guerra en Ucrania. “Debemos plantear la necesidad de políticas impositivas progresivas, aún cuando las élites domésticas nos presenten como un peligro para la calidad democrática”, argumentó para generar acercamientos con una administración demócrata que no ve con malos ojos este tipo de políticas y que es acusada, a la vez, de antidemocrática por los sectores más duros de la oposición republicana. 

 

Con este discurso, Fernández jugó al filo del equilibrio diplomático que sostiene desde que llegó a la Casa Rosada, a partir de las tensiones que existen alrededor de su política exterior entre, por un lado, la necesidad de mantener un buen dialogo con Washington sin dejar de desarrollar, a la vez, relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua, países sobre los que hay un rechazo bipartito en el país del norte. Además, las tensiones también le llegan a nivel interno entre los sectores más duros del Frente de Todos (FdT) que defienden una alianza con el eje bolivariano y aquellos que demandan una mayor diferenciación. Entre estas diferentes tensiones el Presidente desarrolló una fuerte estrategia en la Cumbre de las Américas que camino por la cornisa, que continuará este viernes en una nueva jornada y en julio, cuando se reúna mano a mano con Biden.

 

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