Épica, retórica e internas

El lazo incondicional entre la militancia y CFK con las elecciones 2023 de fondo. Mística peronista, los nuevos roles y las disputas en Juntos por el Cambio.

Las muestras de apoyo a Cristina Fernández de Kirchner  vienen a reeditar el lazo, de manera incondicional, entre la militancia y su líder. Las movilizaciones y la apropiación del espacio publico le dan esa arista épica. Aunque no se traduzca en votos, porque ese no es el objetivo, es una demostración simbólica emocional fuerte. ¿De qué manera impacta el liderazgo de Cristina? Dentro del peronismo, ella sigue teniendo el timón del barco y, hacia afuera, muestra a la oposición una golosina que, al menos actualmente, no pueden saborear: el territorio. Adhesión, carisma y empatía de un espacio político a su líder, Cristina. 

 

Son difíciles de explicar los liderazgos ya que todos poseen atributos similares y, a la vez, son únicos. Durante los gobiernos kirchneristas, las políticas públicas de expansión de derechos, la jerarquización de los derechos humanos y la doctrina social del peronismo estuvieron a la par de un lenguaje simbólico que acercó personas a partir de creencias, una identidad y participación compartidas. Una construcción de poder a partir de la lógica amigo-enemigo; las “corpo”, el FMI, lenguaje propio con frases célebres como "la patria es el otro". Es difícil distinguir hoy qué queda de esa construcción ya que el kirchnerismo se ha vuelto más hermético de lo que en general la política es. Sin embargo, la movilización fue una muestra de que aquella construcción tuvo cimientos fuertes. Cristina es una gran estratega. Ahora, hay que acomodar las piezas de ajedrez porque el dueño del tablero es, al menos por ahora, Alberto Fernández.

 

La atomización de partidos muestra que la única forma de ser electoralmente competitivos es la unión con aquellos espacios políticos que tienen convicciones "parecidas", pero no iguales. Las relaciones asimétricas hacia el seno de cada espacio generan grietas, discusiones internas y un alejamiento de la agenda pública. La desconexión entre la agenda política y los problemas de la sociedad genera incertidumbre y desesperanza. Eso nunca es bueno en una democracia.

 

Los gobernadores e intendentes peronistas deberán reordenar caballos, alfiles y torres de cara a las elecciones de 2023. Una cosa es segura: sin los votos de Cristina no podrán ganar en las urnas. Algo similar sucede en Juntos por el Cambio, donde no hay un líder que lleve adelante la conducción del espacio. 

 

El oficialismo y la oposición generaron un impasse complejo a un año de las elecciones. El peronismo deberá reactivar la economía, mientras Juntos por el Cambio se dedica a trabajar de oposición. La alianza opositora entendió que su mejor ventaja es, simplemente, no hacer nada. 

 

El ministro de Economía y líder del Frente Renovador, Sergio Massa, es una incógnita dentro del espacio del Frente de Todos y, en cierta medida, también es un estratega. Aún es pronto para mostrar las cartas, pero ya se muestra como componedor y negociador, quizá tenga un papel importante en 2023. 

 

En JxC, los dimes y diretes están a la orden del día. La desventaja de la UCR, que busca disputarle al PRO espacios en las mesas de decisión, genera preocupación entre sus dirigentes por no tener cuadros que representen a la mayoría. Los radicales no serán mayoría, pero su internismo es parte de su ADN. Suena el nombre de Facundo Manes, pero no convence. Sus aliados de PRO tampoco están exentos de las internas. El propio Mauricio Macri esbozó que quiere ser candidato a presidente. Mientras Horacio Rodríguez Larreta se pone el traje de candidato nacional, el PRO empuja a Diego Santilli en la provincia de Buenos Aires. 

 

No es bueno hacer futurología y, en este escenario, además seria irresponsable. Pero el fuego ya se encendió y, quienes quieran, se pueden unir a la fogata.
 

 

Maximiliano Pullaro y Axel Kicillof. FOTO: Farid Dumat Kelzi / Red Boing.
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