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ESPECIAL CRIPTOMONEDAS

El precio ambiental de la criptominería: abuso de energía y más basura

La electricidad barata convierte a Argentina en un paraíso para la reprodcción del negocio. Cómo funciona el sistema. Regulación cero.

Las criptomonedas existen porque existen las computadoras y, para poder funcionar, es necesario que esa computadora esté enchufada a la red eléctrica por el mayor tiempo posible y trabajando al tope de su capacidad. Eso produce un consumo de energía ¿industrial?, porque la mayoría de las validaciones de las transacciones del mundo cripto requieren de la resolución de problemas matemáticos que provocan un uso intensivo de energía. ¿Cuál es el costo de este consumo para el medioambiente? Uno muy alto. Según Digiconomist, el sitio que alberga a investigadores que realizan el Índice de consumo de energía de Bitcoin, la red actualmente gasta tanto como lo que necesita un país como Ucrania y genera desperdicios electrónicos equivalentes al de los Países Bajos.

Quienes consumen energía son los “mineros”. No se trata de personas que trabajan con pico y pala en una montaña, sino que así se llama a las computadoras que hacen el trabajo de validación de las operaciones. Los cálculos que deben realizar no son complejos computacionalmente, pero son intensivos. Cada vez que se genera una nueva transacción en Bitcoin, debe ser agregada a la blockchain, una base de datos distribuida y almacenada por una cierta cantidad de “nodos” en distintas computadoras. Al validar esas operaciones, que buscan evitar que se dupliquen las transacciones, la red les paga a los mineros -esas computadoras- una determinada cantidad de esa moneda.

El problema aparece con la mayor competencia de mineros, porque, por ejemplo, la red de Bitcoin tiene integrada una función de complejidad dinámica: a más mineros, más dificultad, ya que la red se autoevalúa cada 2.016 bloques, para así mantener una emisión de Bitcoin controlada. Es decir que la dificultad crece o decrece exponencialmente a medida que se agrega poder de cómputo a la red, siempre de manera tal que se complete un bloque y se emitan nuevos bitcoins cada diez minutos. Esto se conoce como Prueba de Trabajo o Proof of Work y es el método mediante el cual la red descentralizada llega a consenso sobre cuáles bloques son válidos sin depender de una autoridad central. Todo esto requiere de mayor poder de cómputo y, por ende, de mayor consumo de energía.

Al ritmo de hoy, la red de Bitcoin consume 92.17 TWh anuales, según el monitoreo constante que realiza la Universidad de Cambridge en su índice de consumo eléctrico. Si bien esta cifra cayó en relación con años anteriores, donde Bitcoin cotizaba más y era más rentable, sigue siendo una cifra preocupante.

¿Qué relación tiene, entonces, el consumo de energía en el mundo cripto respecto del sistema financiero tradicional? “El sistema tradicional también tiene infraestructura, logística, servidores y más. El punto es que Bitcoin es increíblemente ineficiente para realizar una tarea que es sencilla: escribir en una base de datos. Se le crítica porque es un gasto para nada. Por otro lado, cada vez más las empresas que se dedican a procesar datos están moviéndose hacia energías renovables, como es el caso de Amazon y Google”, explica Luis Paolini, director de la Licenciatura en Gestión de Negocios del ITBA. “Por otro lado, el tema de la basura electrónica es desastroso. ¿Dónde terminan todos los metales cuando termina de usarse un equipo de minado? No se recicla lo necesario”, agrega.

Si bien la infraestructura para hacer andar el sistema financiero tradicional es mucho más pesada que la de cripto, la metodología de trabajo del PoW comparece ante los sistemas clásicos. Por ejemplo, el consumo medio de energía de una sola transacción de Bitcoin equivale a varios cientos de miles de transacciones con tarjetas VISA (a razón de 2.188 kw/h para Bitcoin contra 149 para Visa). Sin embargo, las mineras de cripto florecen, particularmente en la Argentina. “Es un mercado en crecimiento”, reconoce Nahuel Martínez, COO & Cofounder de South American Miners, una empresa de capitales argentinos dedicada a la minería.

“Argentina es un buen lugar por el costo energético. Muchas empresas de afuera optan por venir al país a poner la infraestructura con el objetivo de tener un costo de producción de cripto más económico porque la energía es de las más baratas de la región", admite y agrega que "las condiciones climáticas del sur son muy buenas para la minería porque son ambientes fríos que ayudan con la refrigeración de los equipos”. Para funcionar, los grandes equipos de minería necesitan un ambiente climatizado y, en el sur, el clima de la zona permite ahorrar en complejos sistemas de aire acondicionado.

Según el Índice de Cambridge, Argentina representó, a finales de 2021, el 0,06% del poder de cómputo total que se utiliza para mantener activa la red de Bitcoin, por lo que sigue siendo una porción ínfima de la producción total de esta criptomoneda.

Sin regulación en la Argentina sobre el consumo energético y las criptomonedas, la demanda eléctrica en todo el país alcanzó, en 2021, el máximo nivel histórico: 133.800 gwh (gigavatios) por hora, según datos de la Fundación para el Desarrollo Eléctrico (Fundelec). Esto quiere decir que ese 0.06% destinado a minería (cerca de 500 gwh) es el 0,37% del consumo total nacional.

“La contaminación está relacionada con el consumo energético; respecto a eso no hay regulación o estatuto. Es decir: hoy no hay normativas que digan que determinada empresa no puede consumir más de tanta energía en producir Bitcoin”, confirma Martínez.

La cuestión de fondo es más filosófica que técnica: ¿cuánto vale la pena usar energía en sostener la matriz de Bitcoin y qué se está ganando al hacerlo? La respuesta, más allá de lo que pretenda el mercado y de lo que elijan las personas usuarias, vendrá de la mano de la política. Por ahora, parece un debate que quedará pendiente.

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