El ataque sufrido por el periodista Roberto Navarro a manos de dos personas que lo golpearon al grito de "mentiroso hijo de puta" tiene un padre que no actúa presa de impulsos irrefrenables, sino entregado al plan fríamente calculado que lo llevó a la Casa Rosada como paladín antisistema: el presidente Javier Milei.
El episodio, que motivó la internación del creador de El Destape para el seguimiento de la evolución de un hematoma causado por el golpe que recibió en la cabeza, ocurrió después de que el jefe de Estado considerara que "la gente no odia lo suficiente a estos sicarios con credencial de supuestos periodistas".
El caso de Navarro permite actualizar certezas que Letra P ha venido exponiendo con absoluta claridad. "Cuando la violencia es ejercida y alentada por el Estado y, como en este caso, personalmente por quien lo conduce, todas las réplicas provocadas por particulares o grupos de particulares son su responsabilidad", escribió el autor de esta nota en un artículo publicado el 11 de octubre pasado bajo el título La violencia es toda de Milei.
El ataque al periodista demuestra, penosamente, que el intento de asesinato perpetrado en 2022 contra Cristina Fernández de Kirchner no alcanzó para desterrar al odio como una práctica política, pero tiene un agravante: en el caso de Milei, la violencia no es el producto de arrebatos de una personalidad volcánica, sino el resultado de un trabajo de laboratorio.
Javier Milei no inventó nada
Milei no es "auténtico" ni "genuino" cuando, aparentemente, se le sale la cadena y descerraja una ráfaga de insultos, agravios y agresiones sobre -siempre- figuras de la casta, una categoría que el Presidente no acuñó: en 2015, los periodistas italianos Sergio Rizzo y Gian Antonio Stella, del Corriere della Sera, publicaron un libro titulado... La casta. De cómo los políticos se volvieron intocables, e ilustraron la portada con una rata vestida de traje y corbata que escapa cargando el signo del dinero. Ocho años después, el Presidente describiría al Congreso -los dominios de la casta- como un "nido de ratas". Pura casualidad.
Por su parte, a partir de la presentación de los cerebros detrás de los populismos de derecha extrema que fueron germinando en Europa y América en lo que va de este siglo, como el Movimiento 5 Estrellas en Italia, el que lidera Victor Orban en Hungría, el de Donald Trump en Estados Unidos y el de Jair Bolsonaro en Brasil, entre otros, el ensayo Los ingenieros del caos, de Giuliano da Empoli, describe con impresionante lujo de detalles la réplica de esas experiencias encarnada en Argentina por Milei.
La utilización metódica y sistemática de internet como canal de propagación de teorías conspirativas y discursos de odio; la exaltación de las pasiones individuales que anidan en los extremos de sociedades sensibles a esos estímulos a partir de la acumulación de frustraciones; la creación de un servicio on demand de respuesta a los reclamos sociales identificados como más populares, no importa que sean de izquierda o de derecha o un día de una cosa y al día siguiente de la otra; la exhibición sin pudores de la propia ignorancia como contraste con la política profesional y la consolidación de una masa crítica inflamable concentrada en las élites dirigenciales -en la casta, que incluye a la prensa tradicional- componen una maquinaria puesta al servicio de una cruzada contra "la corrección política" del progresismo, señalado por los ingenieros del caos como la ideología dominante que ha sofocado, en su condición de "discurso único", las libertades individuales en las democracias occidentales.
Lo interesante es que Da Empoli describe el fenómeno Milei sin haberlo visto: el sociólogo francés, que tiene en el país a Santiago Caputo como uno de sus principales fans, publicó el libro en 2019, en la prehistoria del salto del libertario a la escena política local. En su segunda edición, actualiza el epílogo hasta 2022, pero no incluye alusión alguna al caso argentino.
El ensayo demuestra, entonces, que Milei no inventó nada y que su violencia, que ahora le costó un hematoma en la cabeza a Navarro, no es un arrebato, sino uno de los combustibles de un plan macabro.
Javier Milei, el topo rabioso
En una columna de opinión publicada este miércoles en Letra P bajo el título Milei, el topo rabioso, Luciano Sanguinetti, docente, investigador y exdecano de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), señaló, en el mismo sentido, que el reclamo presidencial de más odio contra los periodistas "lejos está de ser excepcional", sino que "deviene de una estrategia discursiva que está en el centro de la concepción de la política y de los intereses del Presidente".
"¿De dónde sale tanta violencia? No es algo difícil de responder, pero nadie en el Gobierno –ni entre sus aliados de ocasión– se anima a decir otra cosa que los insultos de Milei a periodistas, economistas y críticos varios sean más que un producto de 'su forma de ser'", escribió Marcelo Falak en la edición de este miércoles de desPertar, el newsletter de Letra P. "Seamos claros: son incitaciones a la violencia de corte autoritario", agregó y completó: "Ya no cabe que voceros, defensores y oportunistas pongan cara de pavos y se encojan de hombros al ser consultados por este escándalo cotidiano".