AMADO Y ODIADO

Jorge Lanata en primera persona

Ascenso y mutaciones -según pasaron sus mecenas- de una vedette central de la prensa nacional. Escribe el primer secretario de Redacción de Página 12.

“Si me aseguran que mi nombre va a quedar en la historia, firmo ya: no tengo problema en morirme ahora mismo”. Promediaba 1989 y la afirmación de Jorge Lanata sonó más a un desafío que a una confesión. La “cueva” que oficiaba de dirección de Página 12 en el edificio de la calle Belgrano contrastaba con ese deseo de inmortalidad, pero me dio un tamaño exacto de sus ansias de trascendencia. De esa autopercepción de excepcionalidad que siempre mantuvo y que pagaría cualquier precio por ello.

Lo había conocido a comienzos del ´87 tras un mensaje que me hizo llegar Daniel “El Sordo” Iglesias, quien me había incluido en la lista a convocar. También estaban Alberto Dearriba y Lia Levit, entre otros. Para ese entonces, el Sordo ya trabajaba en el diseño – el mono- del nuevo diario a punto de salir. El logo sería con tipografía de máquina de escribir Olivetti, una característica que conserva hasta la actualidad.

El staff tenía ya varios integrantes, muchos de ellos oriundos de una publicación under de esos días. El quincenario El Porteño se caracterizaba por el desenfado y alguna información posta. Al frente de ese medio cooperativizado había quedado el Gordo. Un fumador compulsivo y voluminoso, con una barba negra y tupida que le daba un aire a Brutus, el personaje malo de Popeye, según una primera impresión. También, diez años menor que yo.

Además de ese quincenario, Lanata colaboraba en “Radio Belgrado”, como los nostálgicos de la dictadura habían rebautizado a la radio estatal y progre del momento. Por entonces hablaba todavía de un diario “de contrainformación”, algo así como el revés de la trama casi siempre escatimada por la gran prensa comercial. Confiaba en que con un diarito de sólo cuatro páginas revolucionaría el medio, porque allí cabía todo lo “interesante” que ocurre cada 24 horas.

El verdadero espónsor de Jorge Lanata

El espónsor al que el Gordo había ofrecido su producto todavía no había confirmado que pondría la plata. Es lo que siempre quiere saber un periodista sobre un nuevo medio. En la primera oficina de Montevideo y Lavalle, Lanata me nombró como dueño a Fernando Sokolowicz, un empresario maderero judío con fuerte relación con el movimiento de derechos humanos.

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Fernando Sokolowicz, el “hombre de paja” de Jorge Lanata en Página 12.

Fernando Sokolowicz, el “hombre de paja” de Jorge Lanata en Página 12.

Tardé algunos meses en confirmar que el verdadero financista era un grupo residual del PRT-ERP liderado por Enrique Gorriarán Merlo, que apostaba entonces a un reagrupamiento de fuerzas progresistas y de izquierda de variado signo. Soko era el “hombre de paja” que había aceptado ese rol, leal a sus antiguos vínculos con el grupo.

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Enrique Gorriarán Merlo.

Enrique Gorriarán Merlo.

Con los fondos asegurados para hacer un diario de verdad, faltaban periodistas con experiencia, capaces de armar un medio cotidiano y ponerlo a funcionar, con toda su complejidad noticiosa y técnica: rutinas, horarios de cierres, envíos al taller, inmediatez de respuesta. Un mundo nuevo.

A través de los que teníamos alguna experticia en diarios y agencias de noticias, Lanata y su entonces compañero, Ernesto Tiffemberg, se enteraron que el nombre elegido, Página/12, no tendría la cantidad de páginas imaginadas dado que ese espesor está determinado por la cantidad de pliegos: 4, 8, 16, 32... Como el nombre ya había sido registrado por el gerente general de la naciente estructura, Alberto “Manzana” Elizalde Leal, se acordó de que arrancaría con 16 y que la 12 se llenaría con un reportaje “raro”. Sin deportes, que estaba fuera de los intereses del Gordo.

El primer nombre que imaginó Lanata fue Reporter, pero Osvaldo Soriano lo convenció de que se necesitaba algo más novedoso. En la España posfranquista había sido Cambio 16 y en la Argentina de la democracia recuperada la marca sería Página, de un tamaño aun incierto. El resultado fue afortunadamente más vigoroso que un simple boletín y con algún parecido al diario parisino Liberation, la “Libé”.

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Un diario “divertido”

El fulminante éxito inicial de Página 12, el diario del que Lanata siempre se proclamó “creador y fundador”, fue producto de variados factores. No puede dejar de mencionarse el coincidente cierre de La Razón, que, reorganizado por Jacobo Timerman, captaba a una franja de público politizado y comprometido con la recuperación democrática, aún bajo acecho carapintada.

También que el espónsor aceptó no ceñirse a los habituales moldes de la prensa política que siempre fracasaban. “No importa que Lanata no sea de izquierda; nos conviene más que sea así, divertido”, me confió Pancho Provenzano, uno de los gestores de la movida económica. Alrededor de un millón de dólares hasta la locura de La Tablada.

Página abrió un estilo desacartonado y humorístico en las tapas y los títulos, que marcó un antes y un después en la prensa argentina. Para algunos, el medio más disruptivo de en la historia de la prensa local. Allí estaba, sin duda, la marca Lanata, con su perfil de un publicitario resuelto que siempre busca el impacto. Con su estilo de buscarle el costado en joda hasta a los temas más dramáticos

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“No me hablen más de Rodolfo Walsh, mi héroe es Tom Wolfe”, decía, en referencia al creador del Nuevo Periodismo norteamericano, en el que las historias pesaban más que la inmediatez seca de los cables informativos. Y eso, a pesar de que el autor de Operación Masacre y Quien mató a Rosendo se le anticipara años en la paternidad del non fiction como un género mayor.

Las “grandes plumas”: Soriano, Tomas Eloy Martínez. Juan Gelman, Osvaldo Bayer, Horacio Verbitsky, Pasquini Durán, Miguel Briante y Homero Alsina Thevenet, entre otros, encontraron en ese formato novedoso una plataforma excepcional y deseada para publicar. También despuntaron muchos de los referentes periodísticos de la actualidad, que jugaron con la camiseta puesta por un proyecto que compartían pese a la precariedad de recursos.

La sección fotografía de Página, a cargo del fogueado Miguel Martellotti, llegó a revelar los rollos en un bañito desactivado de 2 x 2. Era lo que había. Fue un momento luminoso y, sin exagerar, de creación colectiva.

El gran salto de Jorge Lanata

A medida que su relación con el “grupo empresario” se deterioraba, Lanata comenzó a hablar con obsesiva insistencia de “el diario que yo hice”, adjudicándose la exclusividad de la autoría. Lo que aumentaba la furia del grupo gerencial, harta ya de sus berretines y demandas económicas.

Esa disputa ya había generado malestar en la redacción el mismo día de la aparición, el 26 de mayo de 1987, cuando se refirió al staff permanente con un despectivo “treintena de periodistas”. Ante mi reproche, aceptó publicar al día siguiente la nómina completa de los que participamos del lanzamiento.

Si el diario hubiera sido obra exclusiva de Lanata habría desaparecido con su salida, en 1994, pero no ocurrió y se mantuvo como el diario de los derechos humanos y los derechos sociales. El Gordo procuró, entonces, recrear el hechizo con la Revista 23 y en la TV, de aire y luego por cable. Hasta imaginó darle un golpe mortal al original asociándose con un empresario estafador español para el fracasado diario Crítica.

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Crítica de los Trabajadores, la edición de protesta del diario que Jorge Lanata dejó a la deriva.

Crítica de los Trabajadores, la edición de protesta del diario que Jorge Lanata dejó a la deriva.

Pero si de trampolines se trata, no puede obviarse que su fama se cimentó y agigantó con la decisión del Gran Diario Argentino de olvidar agravios y sumarlo como una pieza central de su “periodismo de guerra”.

La transformación de Lanata fue fenomenal al cabo del tiempo. Todo lo que había dicho del grupo lo borró con el codo. El nuevo espónsor era el único que podía remunerarlo sin límites según su ecuación costo-beneficio, pero, para alguien con un ego tan desmedido, la cuenta se saldó con la adjudicación de espacios televisivos centrales y el rol de editorialista semanal en el papel.

Allí sobresalió como un showman sin inhibiciones y como un comentarista sin información atractiva. En todos los casos, fiel al deseo de sus nuevos mandantes, que devino en su propio deseo.

Embed - Periodismo Para Todos 2013 - El monólogo de un Lanata futbolero

Durante semanas y meses viajó y especuló sin un solo documento a la vista sobre el destino de 600 millones de euros supuestamente ocultados por los K en islas remotas o en la estepa patagónica, según la trama de Breaking Bad. Mientras, el Consorcio Internacional de Periodistas publicó la ubicación precisa del dinero Macri en paraísos fiscales revelada por los Panamá Papers.

Amado por muchos de los que nunca lo trataron y detestado por la gran mayoría de los que sí, el inefable Gordo Lanata deja al periodismo argentino sin una de sus principales vedettes. Una estrella como con las que compartió escenario en el teatro de revistas haciendo monólogos políticos sin la gracia de un Tato Bores. No faltan los aspirantes a sucederlo.

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