“¿Este es su regreso a la escena pública?”, le preguntó Letra P a Sergio Massa el 23 de abril pasado, en avenida de Mayo y Perú, en medio de una marea de periodistas que intentaba arrancarle una definición al ex ministro/candidato durante su fugaz aparición en la marcha universitaria contra el ajuste de la educación superior. “No, vine como papá a acompañar a mi hija”, la pateó afuera, con guion precocido, el jefe del Frente Renovador.
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Unos minutos antes, Malena Galmarini, segunda figura más taquillera del FR, socia política y compañera de la vida de Massa, le había dicho a este portal que la dirigencia peronista que perdió las elecciones del año pasado estaba en modo acompañante de la protesta liderada por los sectores sociales golpeados por el superajuste que aplica el gobierno ultraderechista encabezado por Javier Milei; que no era tiempo de dar el paso al frente para liderar esos reclamos, había advertido la expresidenta de la empresa AySA, que también venía de perder –en su caso, las PASO municipales en Tigre-.
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Con el diario del 2 de julio, después de que Massa y compañía brillaran por su ausencia en los homenajes a Perón por el cincuentenario del fallecimiento del General, es lícito suponer que el exministro de Economía de Alberto Fernández, que mantiene un silencio de misa y viene pateando de un mes a otro la presentación de un libro que escribió sobre su experiencia en el Palacio de Hacienda, sigue considerando que no es tiempo de volver, que su frente sigue marchita.
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Sergio Massa, presente en la Marcha Universitaria, ausente en la discusión pública de la era Milei.
La pregunta es, a esta altura, a quién le importa Sergio Massa fuera del ombligocentrismo de la rosca política.
O sea, ¿alguien espera a Massa, como Vladimir y Estragon esperaban a Godot?
¿A alguien desvela saber qué cálculos está haciendo para determinar cuándo asomar de nuevo la nariz?
¿Sigue conservando, el hincha de Tigre, el favor de las voluntades tan diversas que formaron el 44% que se unió en el ballotage por el espanto que les generaba Milei, que había sido un 36% en la primera vuelta?
Siete meses y 12 días después de perder con el panelista de la motosierra, ¿cuánto le queda de ese capital atado con alambre?
¿Puede aspirar al bastón de mariscal del panperonismo que, por el momento, sólo parece pretender Axel Kicillof, como demostró este lunes en el acto de homenaje a Perón que organizó en San Vicente?
En su rol de ministro-candidato, ¿habrá dado los últimos pasos de su carrera política, como él mismo avisó justo antes de calzarse el traje de aspirante a la Presidencia y sugirió en la noche del 19 de noviembre, cuando asumió su derrota electoral?
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Los caminos de Sergio Massa
El consultor Gustavo Córdoba, de Zuban Córdoba y Asociados, no lo ve, pero no lo descarta de plano.
“Hasta acá, lo malo hecho por el gobierno de Milei no supuso una reivindicación del anterior, sino todo lo contrario. Ni siquiera una debacle económica de esta administración significaría una restauración de la imagen de la gestión económica del Frente de Todos”, arriesga y recuerda que Massa es un nombre inescindible del fracaso todista por su doble condición de último ministro de Economía de esa administración y candidato a presidente de Unión por la Patria.
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Sergio Massa versus Javier Milei, en el debate del año pasado.
Aunque le reconoce “atributos importantes para llevar adelante una gestión de gobierno, como su conocimiento de la botonera del Estado y sus relaciones fuera y dentro de la política”, no tiene claro si ese capital “puede alcanzarle para volver a ser protagonista”.
“No depende de la opinión pública, porque sabemos que aun dirigentes con altísima imagen negativa pueden ganar elecciones, sino del contexto, del rival y del humor social de cada momento”, relativiza, pero advierte: “Por lo general, la sociedad no les da chances de regresar a los dirigentes que protagonizaron las luchas del pasado”.
Los límites de Sergio Massa
El consultor Hernán Reyes lo ve menos todavía. También le reconoce "capacidad de trabajo, conocimiento del Estado y ambición de poder", aunque señala que su "adaptabilidad", un rasgo de doble filo, acaso le haya jugado en contra para generar en el público una certeza acerca de para qué ha buscado siempre el poder; para hacer qué con el poder.
Para el analista de la consultora Reyes Filadoro, la actual cotización a la baja de los discursos moderados explica las pocas chances que le ve a Massa para resurgir de la derrota y, en esta línea de razonamiento, introduce a Alberto Fernández como una suerte de pirómano de la avenida del medio. Con los magros resultados de su gobierno, el expresidente "quemó esa ficha" y eso impactó, incluso, "en el desempeño electoral de Horacio Rodríguez Larreta".
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Sergio Massa y Alberto Fernández.
"En las próximas elecciones, en el marco de una tendencia que es mundial, la política va a estar tanto o más polarizada que ahora y, en ese escenario, Massa tiene pocas chances de reposicionarse como referente y candidato del peronismo", augura.
Como su colega Córdoba, Reyes tampoco saca del todo de la cancha al hincha de Tigre. "Va a seguir gravitando en la política", le condece, pero no con las condiciones necesarias para "liderar al peronismo", obligado a ofrecer una alternativa nítida al gobierno de Milei.
Los números de Sergio Massa
Una encuesta realizada en mayo por Casa 3, la consultora de Mora Jozami, no le pintó un horizonte alentador. Según el trabajo, el 23% del 44% que lo votó en noviembre ahora ve a Kicillof como “principal líder de la oposición”.
El gobernador bonaerense logró reunir a casi todos los sectores del peronismo opositor en el homenaje a Perón que terminó siendo el acto más relevante –casi el oficial- de los que organizaron las distintas tribus del PJ. Massa no fue. Él no es PJ, siempre aclara su entorno. Él es FR, otra cosa.
En la encuesta de Casa 3 sale segundo “Nadie”, con 22% de las adhesiones, a nada de la pole position, un síntoma claro del desconcierto de las fuerzas que se paran claramente enfrente del Gobierno, y tercera aparece Cristina Fernández de Kirchner, con 18%. Massa recién llega en cuarto lugar, pero con una vuelta menos: solo el 8% lo ve con el bastón que ofreció CFK el año pasado, cuando la hinchada le pedía una más sin siquiera prometerle que no la jodería más.
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Córdoba sugiere, con todo, que, si quisiera volver, Massa debería manejar cuidadosamente los tiempos de ese proceso de retorno. Es, como dice su entorno y como sugirió Galmarini sin hablar taxativamente de él, lo que está haciendo el exministro bajo el cono del silencio. La pregunta es, a esta altura, a quién le importa lo que él haga.
