Alejandro Álvarez llegó a la subsecretaría de Políticas Universitarias en la gestión de Javier Milei con un curriculum académico flaco y un linaje peronista bien instalado a la derecha en virtud de los antecedentes de su padre, fundador de Guardia de Hierro, la organización que confrontó con Montoneros y el ERP, un discurso que este docente y abogado aggiornó a la era libertaria.
En seis meses, se convirtió en una figura urticante para las universidades por su crítica permanente al sector y sus modos ásperos. La multitudinaria marcha del 23 de abril en reclamo de financiamiento le bajó el perfil de un plumazo y pareció ubicarlo cerca de la puerta de salida del Gobierno. Sin embargo, poco a poco, se acomodó, se empoderó y se consolidó como el interlocutor oficial ante gremios y autoridades.
El acuerdo del Gobierno con la UBA
“Sus formas siguen siendo sus formas”, asumen quienes han tenido y tienen que reunirse sí o sí con Álvarez para tratar el día a día de la vida universitaria. Las primeras reuniones con autoridades del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y representantes gremiales tuvieron un tono tenso. El funcionario siempre se mostró despectivo con el funcionamiento y el vínculo del ministerio y las casas de estudio. Con la consigna “No hay plata” como lema, respaldó la licuación de los salarios docentes y no docentes y les explicó a rectores y rectoras que debían ajustarse.
El pico máximo de esa tensión se vivió en el plenario del CIN en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), donde Álvarez fue como invitado junto al secretario de Educación, Carlos Torrendell, y se encargó de cuestionar a las autoridades por el manejo de las instituciones. Ante las respuestas, se mostró irónico. “Parece que hasta diciembre vivíamos en Disney y ahora vivimos en el infierno”, contragolpeó.
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Álvarez con Daniel Vega, rector de la Universidad Nacional del Sur.
Después de la movilización a Plaza de Mayo del 23A, Álvarez participó en las reuniones con las autoridades por el reclamo de los fondos, pero se mantuvo más callado. En los días de crisis, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, puso la cara en un primer encuentro y luego se esfumó. El acuerdo con la Universidad de Buenos Aires (UBA) por un aumento del 270% para gastos de funcionamiento tuvo a Torrendell como protagonista. Ante las quejas del resto de las universidades, llegó el anuncio del mismo porcentaje para todas las casas de altos estudios.
Mientras esos hechos se sucedieron, Álvarez se mantuvo en segundo plano y de a poco recuperó terreno de la mano del asesor presidencial estrella, Santiago Caputo. Quienes pasan por su oficina en el Palacio Pizzurno coinciden en advertir que fue recuperando su capacidad de interlocución en reuniones bilaterales y más acotadas. En esos espacios más reducidos fue bajando el tono y demostrando más escucha. Hoy volvió a ser el interlocutor del sector.
Alejandro Álvarez, el renacido
"Álvarez tiene sin dudas más llegada que Torrendell" al esquema de poder libertario, destacan quienes asisten a esos encuentros y añaden que "esa competencia interna es un poco la explicación de por qué ahora las formas cambiaron". Esa llegada a la mesa chica de Milei la traducen en el "enorme apoyo de la facción dura del Gobierno, que no le soltó la mano después de la marcha", y mencionan a Caputo y a Karina Milei.
Por ese camino comenzó a desarmar la idea de su renuncia y a dos meses de lo que fue la gran marcha opositora, la serie de renuncias que se concretó en la secretaría que conduce Torrendell no incluyó a Álvarez, sino a otros nombres ligados al despedido secretario de Niñez y Familia, Pablo De la Torre: María Plá Alba, subsecretaria de Innovación Educativa; María de los Ángeles Reig, directora de Educación secundaria; Silvana Gyssels, directora de Planeamiento; y José Richards, coordinador de la jefatura de Gabinete de la secretaría.
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Álvarez con el secretario de Trabajo Julio Cordero.
Con todo, el renacido tiene una asignatura pendiente. El 270% de aumento representa un 10% en el presupuesto de las universidades, porque el 90% corresponde al pago de salarios. Ese punto no encuentra una respuesta, dado que los aumentos siguen siendo impuestos y con porcentajes muy lejanos a la inflación. El último anunciado en estos días fue del 4% y generó tres jornadas de protesta esta semana, luego de sendos paros de 48 horas durante el mes.
El punto a resolver siguen siendo los sueldos docentes y no docentes. Desde que comenzó su etapa como funcionario de LLA, Álvarez no logró ningún acuerdo y todos los aumentos fueron rechazados por insuficientes por los sindicatos, que aseguran que llevan perdido más del 50% de su poder adquisitivo.
En su nueva etapa, ahora el subsecretario discursivamente se anima a sostener ante algunos interlocutores que hay que pedir aumento salarial, pero sin embargo demuestra que no tiene capacidad para conseguirlo. Es el test del ácido de una gestión llena de interrogantes en medio de los zumbidos de la motosierra.
El libertario que fue delegado nacional de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en los tempranos 2000 no ocupó antes ningún cargo como autoridad en una universidad antes de ser subsecretario de Políticas Universitarias, un jalón que tradicionalmente ostentaban quienes se sentaban en esa silla. Desde esa condición refractaria al sector, tiene por delante un segundo semestre cuesta arriba, pero sigue en funciones. Hace dos meses, después del 23A, pocos se hubieran atrevido a apostar esa ficha.