Victoria Villarruel intentó hasta último momento evitar la expulsión del senador de Provincias Unidas, Edgardo Kueider, quien perdió su banca por su detención en Paraguay y será reemplazado por la camporista Stefanía Cora. La vicepresidenta ignoró este jueves un pedido de desafuero, demoró el inicio de sesión y se trenzó en una fuerte discusión con radicales y macristas detrás de las cortinas.
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La rebelión del cordobés obligó a cambiar el juego. En una tensa reunión de presidentes de bloques dialoguistas con Villarruel, surgió la idea de una suspensión hasta el 1 de marzo, que se plasmó en un proyecto que se incorporó al temario de sesión, pero no llegó ni siquiera a tratarse porque antes se aprobó la expulsión de Kueider, que la vicepresidenta quería evitar.
Justo el día de la sesión, la jueza Sandra Arroyo Salgado pidió el desafuero del senador, en el marco de la causa por enriquecimiento ilícito. La titular del Senado intentó que esa decisión no alterara sus planes. "Me llegó por email. Faltan varios pasos procesales para poder notificarnos", fue la explicación oficial. Aún así, la vice mandó a fajar los despachos del entrerriano y envió personal de seguridad para que no se acercara el periodismo.
Juez también intentó ablandar a Villarruel y no hubo acuerdo. En el PRO, Guadalupe Tagliaferri ya tenía decidido votar por la expulsión y generaba contagio en algunos radicales, como Blanco y Martín Lousteau. Los partidos provinciales no habían tomado postura, pero cuando Villarruel los abordó le trazaron un panorama desolador. "No puede ser que si esta es una urgencia de Javier Milei, nadie de la Rosada nos llame", le respondió una senadora de un partido provincial que no tenía definido su voto.
La vicepresidenta repetía, desde el miércoles, que en Balcarce 50 habían dado luz verde a su estrategia. Guillermo Francos es el único interlocutor que tiene, pero los voceros del jefe de Gabinete niegan que el jefe de Gabinete haya hablado con ella durante la semana. Sí admiten que el jefe de bancada, Ezequiel Atauche, y el presidente provisional, Bartolomé Abdala, estuvieron en la Casa Rosada y volvieron sin cuestionamientos.
Gritos en el Salón Gris
El cuarto intermedio de una hora que hubo antes de la votación erosionó la relación de Villarruel con sus hasta ahora aliados, que no le permitieron salirse con la suya. "¡Si votamos por la expulsión asume una senadora de La Cámpora!", repetía la vicepresidenta, en una minireunión de jefes de bloque en el Salón Gris.
José Mayans, de UP, escuchó la pelea de la vice con los dialoguistas y prefirió irse. "Creo que es un tema que tienen que resolver entre ustedes", dijo antes de volver al recinto. Lo siguió Juez, quien no quería volver a escuchar a la vicepresidenta pedirle no votar con el kirchnerismo. Antes, había tenido un durísimo cruce en el recinto con Atache. Se dijeron de todo y hasta hubo rumores de zamarreos en el salón gris.
Villarruel pagó el costo de la rebelión del cordobés. "No puede ser que él diga que habla con el Presidente y hace lo contrario a lo que pedís vos", le recriminó un senador radical.
El resto del PRO se quedó y acordó que, al menos, cuatro de sus ocho integrantes del bloque votaran en contra. Para ese entonces, contaban con un comunicado del consejo del PRO que solicitaba la suspensión.
El aporte del PRO no alcanzaba si la UCR no hacía una maniobra parecida y fue imposible. El jefe de la bancada, Eduardo Vischi, no dio el brazo a torcer, porque sus dirigidos no cedían. Sólo sostenía la suspensión Maximiliano Abad, con argumentos jurídicos: "Es un antecedente peligroso echar a un senador sin un documento. Alcanzaba con el desafuero y la suspensión", insistió en los mitines radicales. Esa fue la propuesta que terminó haciendo suya Atauche, pero no tenía consenso.
El mano a mano de Villarruel con los radicales fue feroz y puede que no haya retorno. Hubo quienes le recordaron que ella en un tuit el miércoles pidió "sacar la mugre del Senado" y que, unas horas más tarde, Milei reclamó "echar a patadas" a Kueider. "Victoria no entendía que no nos podíamos ir sin una sanción aprobada. Íbamos a pagar el costo nosotros", explicó una fuente del partido centenario a Letra P.
Después de una hora de insistencia, Juan Carlos Romero, que había pedido el cuarto intermedio, entendió que la moción del kirchnerismo tenía los votos necesarios y debían ceder. Semejante fue el desorden que Villarruel fue a presidir la sesión y no chequeó si Milei ya había embarcado para viajar a Italia, lo que la impediría de ocupar el estrado porque quedaba a cargo del Ejecutivo.
Atauche blanqueó en su discurso que su plan era la suspensión con desafuero -aun cuando Villarruel nunca confirmó si se consideró notificada- y votarían la expulsión porque no tenían consenso. Hasta se acercó a darle explicaciones a Carlos Espínola, jefe de PU. "Se iba a votar la expulsión y asumieron la derrota. No se entiende", sostuvo un senador dialoguista ante LetraP.
Aislada
Este fallido intento de no perder un aliado o al menos no sumar una banca kirchnerista, dejó a Villarruel más aislada que nunca: a la frialdad que recibe de la Casa Rosada, se sumará una tensa relación con los bloques dialoguistas, el PRO, la UCR y los partidos provinciales, quienes empezaron a facturarle su falta de línea directa con el Presidente.
Es que es la buena imagen del Gobierno lo que acercó a estas fuerzas al bando de los aliados, por lo que necesitan un nexo claro con Milei para tomar decisiones. Es lo que logró Martín Menem en Diputados, a través de Karina Milei, de Francos y del vicejefe Lisandro Catalán, quienes mantienen el vínculo con las provincias.
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El panorama no es fácil para la vice: Milei la acusa de negociar con la casta, cuando en verdad ni siquiera tiene ese activo para ofrecer cuando hace falta. La otra señal de alerta son las cuentas en la cámara alta del Congreso, donde el oficialismo tiene un techo de 37 votos sin UP, lo justo para el cuórum. La complicó también la licencia del radical chaqueño Víctor Zimmermann.
La suma es generosa, porque incluye a díscolos como Lousteau (UCR) y Tagliaferri (PRO), quienes ya juegan abiertamente para cualquier alianza opositora. Si se suma como rebelde a Blanco (UCR), este trío puede ayudar a los 34 de UP a abrir el recinto si un día se lo proponen.
No es fácil que ocurra, pero tampoco imposible si una causa lo amerita. En definitiva, fue lo que sucedió con la expulsión de Kueider, que surgió de un proyecto y un pedido de sesión de UP.
Un dato alarmante para Villarruel: el último viernes de febrero deben renovarse autoridades del Senado y necesita una mayoría para la continuidad de Abdala como presidente provisional y del resto de los funcionarios que nombró. Si no quiere hablar con UP tiene que dejar al resto del recinto contento. Sin excepciones. Sino, no tiene cuórum.