En poco menos de 24 horas, el intendente Daniel Passerini cerró dos importantes movimientos en su gabinete. Desde este martes, Matías Vicente se desempeña al frente de la Subsecretaría de Finanzas y Presupuesto del gobierno de la ciudad de Córdoba.
Licenciado en economía por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), reemplazó en el cargo a Guillermo Pizarro, quien aguarda confirmación oficial sobre su nuevo rol en la estructura orgánica municipal.
La mencionada subsecretaría continúa, no obstante, en el dominio de la Secretaría de Administración Pública y Capital Humano, área que sigue en manos de Sergio Lorenzatti, uno de los integrantes de la mesa chica de Passerini.
La designación de Vicente llegó pocas horas después de la salida de Claudio Vignetta de la Secretaría de Seguridad y Prevención Comunitaria. Al cierre de esta nota no había confirmaciones sobre su reemplazo. Momentáneamente, continúa asumiendo tal función Juan Manuel Aráoz, responsable de la Justicia Administrativa de Faltas.
Matías Vicente en Santa Fe, durante la conformación de la Mesa Permanente de Salud junto al ministro Ricardo Pieckenstainer..jpeg
Línea directa de Martín Llaryora
Hasta el pasado lunes, Vicente revestía como secretario de Coordinación y Gestión Administrativa del ministerio de Salud de la Provincia. A esta cartera había llegado de la mano de Guillermo Acosta, ministro de Economía y Gestión Pública de la Provincia, a quien había acompañado en su paso como secretario de Economía de la Municipalidad en la gestión de Martín Llaryora.
Fuentes fiables indican que, durante aquellos años, en que ocupó la Subsecretaría de Hacienda y Presupuesto de la ciudad, Vicente ganó la confianza del hoy gobernador y su ministro, uno de aquellos en quien más confía.
Tal movimiento en un resorte clave de la administración municipal, que incluía necesariamente el desplazamiento de Pizarro, ha motivado diversas especulaciones en corrillos capitalinos. Algunas llegaron a vincular la decisión con el manejo de la deuda en dólares que mantiene el municipio, de la que restan pagar 75 millones, tomada en la gestión de Ramón Mestre y roleada por su sucesor.
Desde el Palacio 6 de Julio, como se conoce al edificio municipal de la capital, salieron rápidamente al cruce de tales versiones. Por ello, prefieren hablar de reordenamiento antes que de reemplazos. También rebaten rumores que hablaban de una virtual intervención dispuesta desde el gobierno provincial. Una vez más, reafirmaron que la relación entre los hombres fuertes del peronismo cordobés es “excelente”.
Daniel Passerini junto a Martin Llaryora y Juan Schiaretti en la misa homenaje al Papa Francisco..jpeg
“El ingreso de Matías, que conoce la economía y las finanzas municipales, convalida y fortalece el trabajo complementario entre provincia y municipio, más aun en épocas de turbulencias económicas”, dicen desde la intendencia. “Somos un equipo”, rubrican desde el Panal.
La concordia incluye al exgobernador y líder nacional del espacio, Juan Schiaretti, nombre que también sobrevuela detrás de cada cambio de piezas. "Hay sectores que, alejados del poder, alimentan grietas de todo tipo. Esos sectores pretenden involucrar en operaciones al Gringo, que siempre fue una persona respetuosa del compañero al que le toca gobernar, sin siquiera opinar", retoman desde la alcaldía.
La realidad de Daniel Passerini
Desde la intendencia destacan que Vicente formaba parte del boceto de gabinete que diseñara el médico apenas resultara electo intendente. La férrea postura de Acosta, avalada por el gobernador, resultó decisiva para inclinar la balanza. “Es un valioso cuadro técnico. Guillermo lo quería sí o sí”, evocan al borde de la Cañada.
Dos años después, el economista vuelve al Palacio 6 de Julio con una tarea distinta, acorde al complicado momento que atraviesa una administración que afronta serios condicionantes: la mencionada deuda, una caída de la recaudación del 18% en promedio, el corte de todo fondo proveniente de la Nación y las dificultades para acceder a líneas de crédito a tasas convenientes.
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El contexto, admiten voces oficiales, es bien distinto al que preveían en 2023. Aunque no prefiguraban un horizonte de abundancia, tampoco podían concebir la conjunción de tantas restricciones.
“La coyuntura económica del país y las decisiones nacionales han cambiado el contexto financiero y económico, lo cual impacta de manera directa en los gobiernos locales. Tenemos que integrar más las acciones y ordenar aún más los gastos para cumplir con los compromisos económicos, las obligaciones financieras, la realización de obras y el sostenimiento de los servicios. Tenemos que reenfocar para luego relanzar”, explican a Letra P.
El futuro de Córdoba
En términos más directos, corresponderá al nuevo funcionario encabezar una administración de recursos más escasos que los que se proyectaban hace dos otoños. “Son perfiles distintos. Pizarro administra según los recursos, Vicente según la falta de recursos”, ilustra una fuente consultada.
Como contara este medio, el segundo presupuesto para la gestión passerinista ya preveía un escenario de restricciones. Inestabilidades económicas, rebrote inflacionario y la ausencia de compromisos para restablecer los fondos detraídos por Nación dibujan ya un horizonte más sombrío. El relanzamiento del transporte urbano de pasajeros y el refuerzo en los dispositivos de seguridad son compromisos que demandan cumplimiento inmediato.
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Daniel Passerini, con su secretario de Economía, Sergio Lorenzatti, y el viceintendente Javier Pretto.
El análisis del passerinismo no contempla una salida pronta. Mucho menos un cambio de perspectiva en un gobierno central que no contempla necesidades de, tampoco compromisos con, los gobiernos municipales.
La opción, consideran, podría llegar en un plazo mediato, acaso tras una reconsideración de la situación económica de la Argentina en un tablero internacional aún conmovido por la denominada guerra de aranceles. Hasta entonces, repiten, deberán ajustar el cinturón y cuidar lo propio. Pero sin perder de vista dos objetivos difíciles de equilibrar: mantener el superávit fiscal y recuperar el ritmo de la obra pública.