En el primer año de Javier Milei como residente de la Casa Rosada, la relación del Presidente con el papa Francisco pasó del gesto de reconciliación, abrazo mediante, al desplante diplomático que significó no enviar al canciller Gerardo Werthein al acto que el pontífice encabezó por los 40 años del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile.
En el medio, el vínculo entre el economista anarcocapitalista y el líder de la Iglesia católica tuvo varias escalas; momentos de frialdad y otros de cercanía; y, particularmente, diferencias discursivas sobre el concepto peronista-eclesiástico de justicia social y el choque de la doctrina libertaria con el evangelio social de Jorge Bergoglio.
En estos 12 meses de gestión de La Libertad Avanza, Milei y Bergoglio también protagonizaron un debate a la distancia sobre el concepto “verdadero” de la libertad, al que no faltó el “prócer” del liberalismo: Alberto Benegas Lynch hijo. También, sobre el rol del Estado.
Dos abrazos con el papa Francisco
Era 11 de febrero y la Iglesia se preparaba para celebrar la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina. Milei viajó a la ceremonia porque al día siguiente tenía una audiencia privada con el pontífice. El encuentro lo había tramitado la embajadora ante la Santa Sede María Fernanda Silva, a quien la entonces canciller Diana Mondino trasladó apenas se hizo cargo de la cartera exterior.
En un acto fuera de protocolo para una celebración religiosa, el papa fue llevado en silla de ruedas hasta el lugar donde estaba el Presidente y su hermana Karina Milei para saludarlos y estrecharse en un abrazo. Fue el primero en dos días.
Embed - El Papa Francisco abraza a Milei en el Vaticano: "¡Te cortaste el pelo!"
A la mañana siguiente, Milei y la comitiva argentina acudieron al Palacio Apostólico para la audiencia. Lo importante de la reunión no fue ni el tiempo ni las caras del papa, sino los gestos de reconciliación y el nuevo abrazo; esta vez, con sermón incluido.
Atrás quedaron las afirmaciones de Milei que, durante la campaña, identificaron a Bergoglio como el "representante del maligno en la tierra" o como alguien que “tiene afinidad con los comunistas asesinos” que gobiernan la región, entre ellos Raúl Castro y Nicolás Maduro. También las comparaciones que el papa hizo del economista con “Adolfito” (Hitler) al expresar su temor por quienes se manifiestan como “salvadores sin historia”.
La “conveniencia” del gas pimienta
En septiembre, en medio del conflicto por los alimentos para los comedores populares que enfrentó a los movimientos sociales con el Ministerio de Capital Humano, a cargo de Sandra Petrovello, el papa puso el dedo en la llaga de las políticas libertarias.
Además de reivindicar la lucha de las organizaciones sociales por techo, tierra y trabajo, Bergoglio aprovechó ese contexto para cuestionar el Protocolo Antipiquetes de Patricia Bullrich durante la protesta contra el veto a la reforma previsional y criticar la represión: "El Gobierno se puso firme y, en vez de pagar la justicia social, pagó el gas pimienta... le convenía", planteó con ironía.
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Javier Milei, el papa Francisco, Juan Grabois y la ayuda social
Milei le pidió a su gabinete no salir a confrontar con el papa. Por lo bajo, el Presidente masticaba bronca: todo por la estrategia de no entorpecer una posible visita de Bergoglio al país.
Desplante diplomático
La decisión de Milei de no enviar a Werthein al acto que el pontífice presidió en el Vaticano por la conmemoración de las cuatro décadas de la firma del acuerdo con Chile tras la tensión bélica por el Canal de Beagle, provocó malestar en la Santa Sede.
La Casa Rosada justificó la ausencia del canciller argentino en discrepancias entre Milei y su par chileno Gabriel Boric, manifiestas en la cumbre del G20.
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El papa Francisco, líder de la Iglesia, con Javier Milei
El malestar vaticano, pero sobre todo de Bergoglio, fue evidente. En su discurso durante el acto, el pontífice deseó que aquella negociación de seis años sea "un modelo a imitar" ante los conflictos actuales en el mundo.
La novela de la visita papal
El desatino diplomático del Gobierno argentino no contribuyó a ponerle fecha a la postergada visita de Bergoglio al país. Tampoco al anhelo de Milei de convertirse en el presidente que logró traer al pontífice a su patria.
El viaje del papa al país sigue más en el deseo de los obispos argentinos y de un sector de la comunidad católica que en la agenda de la Casa Rosada que, tras el apuro inicial, actualmente dejó los trámites en un stand by y con un interés de moderado a escaso para que se concrete en un año electoral.