DE EE.UU. AL MUNDO

Donald Trump inauguró la era de la división

Su discurso fue una declaración de guerra. Refundación estadounidense con populismo de derecha. Inmigración, China y el nuevo “sentido común”.

El ya presidente Donald Trump definió lo que espera que sea el legado de su segundo mandato como el de "un pacificador y un unificador". Palabras… Sus demás dichos, gestos y primeras medidas señalan todo lo contrario. La era de la división se revalidó con toda la fuerza en los Estados Unidos y también en la Argentina, que en un sentido la anunció.

Decir que se trata de una era indica que la tendencia llegó para quedarse y que no se limita a un solo país.

Cotidianamente llaman la atención las salidas de pista de Javier Milei –ayer presente–, a quien ni siquiera apaciguan las alabanzas de los auditorios amigables del exterior y quien es capaz de decir, en un solo posteo de 275 caracteres en X, cosas como "boluprogres", "zurdos", "basura inmunda de la justicia social", "chorros", "zurdos resentidos fracasados" y "revolución moral". El poder de síntesis del Presidente para la puteada es notable.

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Lo de Trump es menos iracundo, más humorístico y más frío, propio del empresario que es. Cuestión de personalidades y de autoestimas… Más allá de eso, su discurso inaugural fue una verdadera declaración de guerra al sector demócrata del establishment estadounidense, que intuye que el clima de época, la nueva distribución estadual del voto en un país con Colegio Electoral y el surgimiento como factor político de lo que Joe Biden llamó "complejo tecnológico" de megamillonarios como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos le harán difícil el retorno.

Tiempo de revancha

Biden y su vice y fallida candidata muletto, Kamala Harris, se revolvían en sus sillas mientras Trump describía en un mensaje un estado caótico del país que no avala ninguna estadística ni dato concreto.

Declaró una guerra a la inflación cuando esta cerró 2024 en 2,9%. Habló de "decadencia" nacional y de persecuciones políticas, firmó una orden ejecutiva –decreto– para "terminar con la censura y reinstaurar la libertad de expresión". Describió un sistema educativo que adoctrina a los chicos. Y apuntó a una sociedad estragada por la violencia de "bandas" de inmigrantes ilegales, entre otras cosas. El contador de fake news se rompió dos minutos después de que empezó a hablar.

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Precavido y escaldado por las viejas acusaciones de tráfico de influencias contra sus hijos, Biden firmó una serie de "indultos preventivos" apenas minutos antes de entregar el mando.

Estados Unidos, ya sacudido por la impunidad del mandatario entrante –quien zafó de ir a la cárcel por golpista, entre otros cargos, porque no se puede procesar a un presidente en funciones–, se sorprendió al conocer que semejante cosa se puede hacer.

"Mi familia ha sido objeto de ataques y amenazas implacables, motivados únicamente por el deseo de hacerme daño: la peor clase de política partidista. Desgraciadamente, no tengo motivos para creer que estos ataques vayan a terminar", justificó, hablando de "circunstancias excepcionales".

Con los "indultos preventivos" benefició a tres de sus hermanos y a dos de los cónyuges de estos, al exjefe de Estado Mayor general Mark Milley, al eterno asesor médico de la Casa Blanca Anthony Fauci –apuntado por sus recomendaciones de aislamiento y vacuna en la pandemia– y a todos los congresistas que formaron parte de la comisión que investigó el asalto del 6 de enero de 2021 al Capitolio, entre ellos la republicana antitrumpista Liz Cheney.

Trump llega denunciando persecuciones, perdona a "perseguidos" por el Poder Judicial y Biden se va temiendo también persecución. Así no hay promesa de pacificación y unidad que valga, y la idea de una democracia que se va pudriendo por dentro es más que una hipótesis.

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Otro asunto muy comentado respecto del clima político que se avecina fue la ausencia de Michelle Obama, quien dejó solo a Barack en la ceremonia.

Un gas venenoso se dispersa en el aire de Washington.

Un populista de catálogo

Siempre grandilocuente, Trump postuló que "comienza una era dorada" para los Estados Unidos y que "la declinación ha terminado". Mesiánico, postuló además que Dios lo salvó "por alguna razón" de morir en el atentado de julio del año pasado.

Apunta a una refundación estadounidense con un populismo de manual, aunque de derecha, claro: liderazgo carismático –el suyo–, pasado idílico que debe ser restaurado, promesas de grandeza, y combate a los enemigos externos –los inmigrantes– y, sobre todo, internos –el establishment traidor que los toleró–.

El programa combina los motivos del conservadurismo tradicional –patria, Dios y orden– con los designios de sus caprichos. El más relevante, el gran caballito de batalla, es la inmigración.

México tiene motivos para preocuparse

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Apenas juró y comenzó a hablar, México entendió que tiene motivos para preocuparse en serio.

Su decisión de rebautizar por decreto el golfo de México como "golfo de Estados Unidos" es casi una broma. Lo grave es lo demás.

, Declaración de emergencia migratoria en la frontera sur; final de los trámites de asilo en oficinas ubicadas en esos pasos, ordenando que los mismos sean realizados desde el extranjero. Esto motivó la cancelación de todos los turnos vigentes inmediatamente después de su asunción.

Además, decisión de movilizar a militares a la frontera, de modo de sellarla, lo que desatará una disputa constitucional.

Confirmación de la promesa de expulsar en breve a "millones, millones, millones" de inmigrantes indocumentados, empezando por los que tengan denuncias judiciales.

Anuncia de creación de una agencia de recaudación de aranceles a las importaciones (External Revenue Service, ERS), destinada a administrar las sobretarifas que impondrá a varios países, empezando por México, para aplicar sanciones, imponer políticas, forzar cooperaciones y hasta reemplazar gravámenes internos.

Invocación del Acta de Enemigos Externos de 1798, cuando comenzó una breve guerra naval no declarada con la Francia revolucionaria y que autorizaba al presidente a detener y deportar sin intervención judicial a ciudadanos de "una nación o gobierno hostil".

Más relevante todavía, los carteles de las drogas serán declarados organizaciones terroristas. Esto no preocupa porque las mismas merezcan un trato considerado, sino porque establece la base legal para intervenciones militares transfronterizas.

Celeste y rosa

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¿Cómo no iban a revolverse en las sillas Biden, Harris, Obama y los Clinton cuando los lineamientos principales de lo que viene apuntan a consagrar lo que Trump definió como "el sentido común", uno que dista de incluir a toda la población?

Trump indultó a 1.500 condenados, procesados e investigados por el asalto al Capitolio, a quienes llamó "rehenes", toda una reivindicación de ese intento de golpe de Estado reaccionario.

También se terminará con la "acción afirmativa" para la promoción de minorías discriminadas en el Estado y en el sistema educativo y sólo habrá dos géneros: masculino y femenino.

Los compromisos firmados por Biden y Obama contra el cambio climático serán borrados por su codo. "Bombeá, bebé, bombeá", será el pistoletazo de salida de una nueva fiebre del oro negro.

China, el conflicto ignorado

La "amenaza china" es su gran obsesión, pero el hombre se ha dado tiempo para ofrecerle a Pekín un tiempo de diálogo.

Acaso por la presencia del vicepresidente Han Zheng en la jura –se ubicó junto a un Milei cada vez más blanco tiza y a Giorgia Meloni–, quien acudió en representación de Xi Jinping, Trump evitó zamarrear al rival geopolítico, salvo cuando le atribuyó un ficticio "control" del Canal de Panamá, que prometió "recuperar". Todo lo que preocupó y metió miedo en la campaña ya es una pila de carpetas en el escritorio de la Oficina Oval.

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¿Hay realmente espacio para una negociación? ¿Puede permitirse China ceder a sus amenazas –aranceles monumentales, sanciones– y renunciar a su aspiración de disputar el poder global o el conflicto, con consecuencias internacionales serias, es inevitable?

La madre de todas las internas

Trump es el árbitro populista entre dos facciones que se detestan: el entorno de los nacionalistas, liderado por el viejo estratega Steve Bannon, y los globalistas, cuyo ícono es Musk. El primero se ha propuesto como una misión vital expulsar al hombre más rico de la historia del entorno presidencial.

El propio "líder del mundo libre" –¡ay!– recela del poder que Musk tiene y del que se arroga. Dueño de alrededor de 450.000 millones de dólares, financista infinito de campañas, titular de X –el ágora del siglo XXI–, monopolista de las comunicaciones satelitales de baja órbita y, en buena medida, controlador del espacio, el nacido el Sudáfrica se mueve con la autonomía de un virtual presidente.

Tanto es así que se ha arrogado una injerencia sin precedentes en la política de países como Alemania, Reino Unido y muchos más, repartiendo elogios y condenas y, sobre todo, prometiendo cientos de millones de dólares a políticos y partidos de extrema derecha.

"¡Hagamos grande de nuevo a Europa!", proclamó, convirtiendo el slogan trumpista MAGA en MEGA. ¿Le pedirá Musk permiso al confirmado secretario de Estado, Marco Rubio, permiso para hacer una política exterior paralela y que sirve a su interés e ideario personal?

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Así, ante tamaña influencia y tamaño desafío, Trump aludió dos veces a Musk, aunque sin mencionarlo. Una para anunciar la creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental –destinado a cortar gastos presuntamente superfluos por hasta 2 billones de dólares– y otra al declarar el propósito de llevar la bandera de las barras y las estrellas a Marte, la obsesión colonizadora del mencionado.

Dicho ministerio, que se suponía tendría dos codirectores, Musk y el magnate de la biotecnología Vivek Ramaswamy, parece destinado a contar con un solo rey. El segundo, informó Fox News, habría decidido bajarse para pelear por la gobernación de uno de los más importantes estados oscilantes, Ohio. Su "compañero" no habría sido ajeno a la decisión.

El Partido Demócrata teme que su ostracismo dure bastante más que cuatro años.

Javier Milei, en la asunción de Donald Trump.
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