El magnate le mandó un embajador ultraconservador al Vaticano. Bergoglio le respondió enviando un cardenal progresista a Washington. Temas que dividen aguas.
Donald Trump y el papa Francisco
Vatican MediaDonald Trump todavía no asumió su segundo mandato como presidente de Estados Unidos y ya mueve fichas estratégicas en un juego político-religioso con el papa Francisco. Lo hace al designar en cargos clave a representantes del nacionalismo cristiano con posiciones diametralmente opuestas a la doctrina que Jorge Bergoglio predica desde el Vaticano.
Uno de los apóstoles del republicano es el católico converso JD Vance, vicepresidente electo y exponente de la ultraderecha religiosa estadounidense; otro es el secretario de Estado, Marco Rubio, de raíces cubanas y quien se declara “totalmente en sintonía teológica y doctrinal” con el Concilio Vaticano II; y el tercero, Thomas Homan, futuro responsable del plan de deportaciones masivas de migrantes ilegales criticado por la Iglesia.
Estas nominaciones no fueron, sin embargo, las que pusieron sobre la mesa el juego de estrategias entre Washington y Roma, sino la decisión de Trump de designar como embajador ante la Santa Sede a Brian Burch. Miembro del grupo ultraconservador CatholicVote, el futuro diplomático cuestiona el magisterio de Francisco a través de sus redes sociales.
“Brian es un católico devoto, padre de nueve hijos y presidente de CatholicVote”, escribió Trump en su red social Truth y valoró: “Burch ha demostrado un liderazgo excepcional, ayudando a construir uno de los grupos de defensa católica más grandes del país”.
Las personas elegidas por Trump para la “bendición” de su jura presidencial también marcan las opciones religiosas del mandatario estadounidense; muchos de los cuales le manifestaron su apoyo durante la campaña electoral: los pastores Franklin Graham y Lorenzo Sewell, el rabino Ari Berman, el imán Husham Al-Husainy, reverendo Frank Mann y cardenal Timothy Dolan.
Bergoglio no se dejó intimidar por la primera movida de Trump y contraatacó promoviendo al cardenal James McElroy como arzobispo de Washington. Esto implica, a priori, rodearle la manzana al republicano con un exponente del progresismo eclesiástico y con una posición contraria al armamentismo y la expulsión de los migrantes que Trump delinea como políticas fuertes de su segundo período como residente de la Casa Blanca.
McElroy, hasta ahora obispo de San Diego, es también uno de los pocos prelados que enfrentó a la actual conducción de la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB en sus siglas en inglés) y planteó públicamente su disidencia con quienes impulsaban una iniciativa para excluir de la comunión a aquellas personas que actúen en política y apoyen el derecho al aborto.
“Hay otras cuestiones más urgentes”, dijo el purpurado estadounidense en línea con lo expresado por Francisco en cuanto a que los obispos deben ser “pastores, no políticos”.
Bergoglio buscará también reemplazar con un diplomático de otro perfil al nuncio apostólico en EE.UU., Christophe Pierre, quien ya está sobrepasado el límite de los 75 años que establece el Código de Derecho Canónico para ejercer cargos eclesiásticos.
En la primera gestión trumpista, las diferencias entre Bergoglio y Trump fueron sobre la política migratoria: ¿construir puentes o muros? También sobre la decisión de trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, ciudad santa para tres religiones: cristianos, judíos y musulmanes.
El magnate y el pontífice coinciden -con matices- sobre el rechazo al derecho al aborto, pero tienen diferencias sustanciales sobre otras cuestiones que los ponen a un lado y otro de la grieta.
Trump unirá su verba crítica con los sectores más conservadores, incluida la Iglesia, para exponer posiciones de Bergoglio que rechaza. Entre ellas, la actitud comprensiva del argentino a las uniones entre personas del mismo sexo, su condena del capitalismo a ultranza, su postura sobre el cambio climático y su defensa de los movimientos migratorios.
Joe Biden, el segundo presidente católico de la historia del país después de John Kennedy, dejará la Casa Blanca sin despedirse del papa, como tenía previsto. La emergencia por los incendios en Los Ángeles le cambiaron la agenda a último momento.
El demócrata decidió entonces comunicarse telefónicamente con el pontífice, para informarle que le otorgaba la Medalla de la Libertad (Presidential Medal of Freedom with Distinction). El acto simbólico de entrega se realizó el pasado domingo en la Oficina Oval y ante la presencia del nuncio.
La distinción -que también recibieron Hillary Clinton, George Soros, Lionel Messi y Denzel Washington, recientemente consagrado pastor evangélico- es el más alto honor civil de la nación y se otorga a personas que contribuyeron "a la prosperidad, los valores o la seguridad de Estados Unidos, a la paz mundial o a otros esfuerzos sociales importantes, públicos o privados".
Biden le dejó otro regalito a Trump, al oficializar este miércoles el retiro de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, una clasificación impuesta por el republicano el 11 de enero de 2021 y que ocasiona al país caribeño sanciones en el sistema financiero limitándole las operaciones de comercio exterior y el abastecimiento.
La noticia del levantamiento de la medida se conoció casi simultáneamente con el anuncio de que el presidente Miguel Díaz-Canel le envió una carta al papa para anunciarle que Cuba excarcelará a 553 personas condenadas por diversos delitos, en el marco del Año Jubilar de la Esperanza que celebra la Iglesia por iniciativa de Bergoglio.