El desembarco de Gerardo Werthein en el Palacio San Martín provocó un terremoto político, no sólo por la eyección de Diana Mondino, sino porque sumió al ministerio de Relaciones Exteriores en una crisis inédita en su historia. Lo que comenzó con el desplazamiento de funcionarios promete convertirse en una modificación orgánica de la cartera.
El pedido de renuncias girado inmediatamente a prácticamente todos los funcionarios con designación, después de la jura de Werthein como canciller frente a Javier Milei, fue la primera luz de alerta que se encendió en el cuerpo diplomático. A eso se sumaron las declaraciones de los voceros informales del Gobierno, como Daniel Parisini -conocido en las redes por el apodo Gordo Dan-, que agitaron el fantasma de una purga ideológica de la estructura encargada de representar al país ante otras naciones y organismos multilaterales.
Desde esos mismos canales comenzaron a difundirse también las versiones sobre una modificación del régimen laboral y previsional que tiene Cancillería con el objetivo de "recortar todo lo que pueda", según luego explicó Manuel Adorni en su conferencia de prensa del martes. La dirección de Recursos Humanos de Cancillería fue el termómetro del impacto de las versiones: en apenas una semana 13 diplomáticos ingresaron el pedido para iniciar el trámite jubilatorio. El número duplica al que se tramita habitualmente durante cualquier otro mes del año.
Gerardo Werthein sólo quiere leales
“Son traidores a la patria. Estamos viendo la forma de echarlos y hacerlos pagar. La política exterior la fija el Presidente, si querés hacer lo que te parece, tenés que ganar las elecciones”. Bajo esta premisa dictada por el propio presidente Javier Milei, Werthein comenzó a explorar cuál es la alquimia para garantizar que funcionarios afines o incluso personajes ajenos a la carrera diplomática comiencen a desplazar a los de carrera.
A sabiendas de lo costoso y engorroso que implica desplazar funcionarios de la casa, en sus primeros días en su cargo el Canciller comenzó a diseñar una estrategia que busca redefinir la institucionalidad de la representación exterior argentina. Esto es, busca modificar la estructura de la Cancillería eliminando la figura de las embajadas para reemplazarlas por Agencia Nacionales que se asumirían las funciones administrativas de las representaciones consulares pero, sobre todo, permitiría colocar funcionarios "alineados ideológicamente" al frente de ellas sin necesidad de que pertenezcan al servicio exterior.
El primer paso del plan comenzó con el anuncio genérico de cierre de embajadas en aquellos países con los que se mantenga "escaso o nulo intercambio comercial". En el Palacio San Martín abundan los rumores sobre una reducción de hasta un 50% de las representaciones, entre fusiones o cierre de sedes diplomáticas, pero también de la posibilidad de que áreas clave para el comercio exterior se trasladen a otras dependencias.
Esa presunción tiene un antecedente inmediato en la decisión de Karina Milei de trasladar de Cancillería a la Secretaría General de la Presidencia a la Fundación Argentina para la Promoción de Inversiones y Comercio Internacional. Al frente de esa agencia colocó al periodista Diego Sucalesca, un funcionario que por estas horas suena como posible reemplazo de Marcelo Cima, el ahora exsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, caído en desgracia tras los últimos cambios en la cartera.
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La jura de Gerardo Werthein
Un proyecto inaplicable
Entre los miembros de la carrera reina el desconcierto y el escepticismo sobre la posibilidad de reemplazar embajadas por agencias conducidas por funcionarios ajenos al mundo diplomático, tal como está escrito en el Plan W. "Afirmar que van a designar a dedo a quienes vayan a representar al país en el exterior demuestra que ignoran completamente el funcionamiento del sistema de relaciones internacionales", considera un funcionario en actividad con una extensa trayectoria en la Cancillería.
La misma fuente remite a la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, suscrita por la Argentina desde su creación en 1941, en la que quedan refrendadas las normas del derecho internacional para la representación ante otros Estados. El primer escollo para el objetivo de Werthein y Milei es que esa convención establece que la representación se realizará exclusivamente a través de personal diplomático, lo que pondría en crisis la posibilidad de colocar a otro tipo de funcionarios.
Otra barrera al plan
La opción W de paralelizar las sedes consulares mediante nuevas agencias también es una maniobra endeble, ya que la mencionada convención plantea que "el Estado acreditante no podrá, sin el consentimiento previo y expreso del Estado receptor, establecer oficinas que formen parte de la misión en localidades distintas de aquella en que radique la propia misión".
"Una cosa es cierta, hoy Argentina está en el centro de la conversación de la diplomacia internacional, pero no por las razones que piensa el gobierno de Milei. Al contrario, la preocupación está extendida en todo el medio por las declaraciones sobre los alineamiento ideológicos y la persecución de supuestos disidentes o traidores, así lo están haciendo saber de manera informal", concluyó la misma fuente diplomática.