Javier Milei se fue al pasto. Cebado por el supercontrol que le impone a la economía, las encuestas y las perspectivas electorales, la adulación del Círculo Rojo empresarial, la genuflexión de buena parte del arco político que va del centroderecha hasta la pared, la compañía orientadora de Donald Trump y los susurros al oído de la corte de extremistas que lo rodea, era esperable.
La marcha contra Javier Milei
Un breve repaso de la racha de furia presidencial –la más reciente y violenta, nomás– indica que primero amenazó a prácticamente la mitad de la Argentina que gobierna, sector compuesto por "zurdos hijos de putas" a quienes prometió "ir a buscar hasta el último rincón del planeta". De inmediato, nada menos que en el Foro de Davos, atacó gravemente a feministas, gays y personas trans.
Primero Guillermo Francos y luego Manuel Adorni pretendieron atenuar el impacto, que sólo agravaron con declaraciones torpes y tan estigmatizantes como las originales. No hay narrativa que pueda justificar las cosas que se escuchan y se leen en la Argentina paleolibertaria, y no debería sorprender que las encuestas que saquen la foto de este inicio de año muestren un daño para el Gobierno.
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Acostumbrada al abandono de sus dirigencias, fue la sociedad –o al menos los segmentos especialmente agredidos de ella– la que tomó la iniciativa, cosa que se comprobará este sábado a la tarde en una Marcha federal antifascista y antirracista que irá del Congreso a la Plaza de Mayo.
La dirigencia no está a la cabeza: CFK, CGT y siguen las firmas
La reacción, sobre todo de los colectivos LGBT y feministas, fue tan grande, que a la política no le quedó otra que ir a la zaga.
Cómo estarán las cosas que el peronismo adherirá sin grietas a la convocatoria, la dividida UCR prometió concurrir y hasta los jerarcas de la CGT (Confederación General de Twitter) levantaron el culo de la silla y definieron un apoyo activo a la marcha. Milei podría pagar caros sus excesos en términos de imagen.
De entrada hubo pronunciamientos y es justo recordarlos, pero los de muchas figuras que presumen de más importantes y representativas llegaron tarde, algunos demasiado. No por eso dejan de merecer mención y análisis.
Cristina Fernández de Kirchner sintió este jueves, una semana después de Davos, la necesidad de sentar posición; mejor tarde que nunca.
"Che, Milei, ¿cómo era ese verso que recitás cuando querés explicar qué es el 'libertarismo'?", arrancó.
En tono canyengue, su posteo hizo meandros alrededor de la economía, el FMI, las divisiones que atiza el ultraderechista y sus relaciones peligrosas con referentes del exterior, pero no terminó de dar en el clavo. Lo que a esta altura se le reprocha a Milei no son sus formas ni su falta de lógica, sino el hecho de que comienza a desplegar un proyecto político de corte autoritario, al que urge aplicarle los límites del sistema.
Más certera, aunque confundiendo el "deber ser" con lo que efectivamente "puede ser" en lo inmediato, Elisa Carrió también se puso por fin las pilas; también se tomó su tiempo, pero al menor presentó una postura más elaborada.
Con vocación docente, le recordó a Milei en una carta abiertaque, cuando habla y escribe, no lo hace como un simple ciudadano, sino como jefe de Estado.
Vale la pena detenerse en lo que señaló. "El discurso formulado por usted ante el Foro Económico de Davos me exige manifestar el más absoluto rechazo y una honda preocupación porque su contenido discriminatorio y violento lo hace impropio del Presidente de la Nación", dice.
"Dicho contenido es una enunciación sistemática de expresiones contrarias a los derechos humanos enunciados por nuestra Carta Magna y por todos los tratados de la materia dotados de jerarquía constitucional", agregó.
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"Los miembros de los tres poderes del Estado tienen prohibido todo acto que implique cualquier discriminación por motivos de raza, color, sexo, orientación sexual, género, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social", continuó.
La jefa de la Coalición Cívica indicó que los hechos y dichos que "contravienen la Constitución Nacional y las leyes" se vuelven "de hecho (de facto) contrarios a lo dispuesto en el artículo 36º de la Constitución Nacional". "Todo discurso o acto dirigidos expresamente a violar la Constitución Nacional lo convierte en un gobierno de hecho en los términos del artículo constitucional mencionado, por ser contrario al Estado de Derecho".
Atención: Carrió habla de actos "de hecho" y de un gobierno que vira hacia un estatus "de facto". ¿Se apresura, exagera? En lo inmediato, sí, pero es relevante que la exconvencional constituyente advierta al Presidente contra cualquier tentación antidemocrática.
¿Sube la marea?
Con independencia de los efectos sociales de sus políticas económicas, lo que se resalta hoy es que Milei insulta, agrede y discrimina cada día como si siguiera siendo el viejo panelista loco de TV y no el presidente en que se convirtió.
Se aísla en su "triángulo de hierro", expulsa a aliados –o, más delicado, deja que otros los expulsen por él para purgar enconos viejos–, se embarca en una yihad ideológica y agrede a vastos sectores de una sociedad que debería gobernar y proteger en su totalidad. Hoy parece extraño decirlo, ¿pero qué cosa positiva puede resultar de todo eso?
Tal como ocurrió con las manifestaciones en defensa de la universidad pública, la sociedad le marcará este sábado otro límite, vinculado a algo todavía más sensible: la vigencia de la convivencia, la paz social y la propia democracia.
La política corre de atrás, y debería reflexionar por un momento. Si, aunque sea tardíamente, adhiere transversalmente a una marcha federal y antifascista, acaso descubra que hay más cosas –y más relevantes– que la unen, mucho más allá de grietas hartantes que, dada la realidad, han perdido toda importancia.