El Libragate comienza a quedar indeleblemente impreso en un paisaje de valles y abismos y, en tanto asunto difícil de explicar por las buenas razones, le llevará zozobras intermitentes al gobierno de Javier Milei. Con ese escenario de fondo, otras imágenes pasan velozmente por las ventanillas del auto libertario, que circula por encima de la velocidad permitida. Entre ellas, la de una guerra que comienza: la del poder de la comunicación con el Grupo Clarín.
El gigante español Telefónica encontró por fin la horma de su zapato argentino en el holding de Noble-Magnetto. Viene de larga su decisión de centrar sus negocios regionales en Brasil y de abandonar países más chicos y, sobre todo, este mercado hartante, en el que cuando hay buenos niveles de consumo hay restricciones cambiarias que impiden repatriar ganancias y, cuando se habilita la autopista del movimiento de capitales, se termina por bloquear en el consumo con programas de ajuste. La operatoria argentina es, desde hace mucho, más un problema que una ventaja para Telefónica y otras compañías extranjeras.
En un sentido, la salida de la multinacional española es una capitulación: la compra por parte de Telecom –el Grupo Clarín– es, en síntesis, la consecuencia de una derrota: la de haberse sumado al tachín tachín sobreideologizado del Círculo Rojo antikirchnerista sin percatarse de que la puja por la aplicación de la "ley de medios" era definitoria para la suerte de su filial argentina.
¿Llegará, como ocurrió entonces, la sangre al río?
El capitalismo según Javier Milei
De acuerdo con un comunicado de Telecom, la operación involucra el desembolso de 1.245 millones de dólares por el 99,9999625% del capital.
La empresa compradora pertenece en un 40% a Cablevisión –Grupo Clarín–; en otro 40% a Fintech –del empresario mexicano David Martínez–, y en el 20% restante a accionistas menores. Casi todo el dinero de la inversión, 1.170 millones de dólares, proviene de créditos otorgados por las filiales locales de los bancos BBVA, Deutsche, London Branch y Santander, así como de un préstamo del Industrial and Commercial Bank of China.
¿Listo? No.
Telecom –que es Clarín– dijo que "con esta operación demuestra su vocación de seguir invirtiendo en la Argentina en el marco de las condiciones macroeconómicas actuales que suman certeza y estabilidad a la inversión privada y competitiva". Caricias significativas para Milei.
"Telecom continuará desarrollando la infraestructura digital del país e incrementará la cobertura de la banda ancha fija y móvil, y se acelerará el despliegue de fibra óptica y del 5G. De esta manera, Argentina contará con una infraestructura digital de nivel y calidad internacional potenciando el desarrollo de amplios sectores de la economía", prometió. Más caricias.
Sin embargo, el Presidente, que puede parecer loco pero no come vidrio, parece haber dejado de lado sus viejas excentricidades libertarias y ya no creer que los monopolios son un fruto benéfico del capitalismo, la consumación de la competencia darwiniana. No, ahora se preocupa por el hecho de que, con la operación anunciada, "el 70% de los servicios de las telecomunicaciones quedarían en manos de un solo grupo económico, lo que generaría un monopolio, formado gracias a décadas de beneficios estatales".
De comprobar semejante cosa –¿haría falta investigarla?–, el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) y la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) actuarán "para evitarlo".
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Comunicado de la Oficina del Presidente Javier Milei: no pasarán.
¿Es la guerra que comienza? Como escribió Eugenia Muzio en Letra P, el Presidente " se despoja de su traje anarcocapitalista y repite la operatoria: le exigirá a Magnetto que desinvierta y se deshaga de alguna de sus empresas", ya sea Movistar o Personal.
Milei ladra, pero ¿también muerde? Sería toda una curiosidad que Clarín se deshiciera de una telefónica para comprar otra. Algo le falta al final de esta saga.
Javier Milei, Clarín y el alma del libertarismo
Los viejos dichos de Milei sobre su simpatía por los monopolios deben ser tenidos en cuenta. Al fin y al cabo, su gestión económica, que puede ser definida de mil maneras, parece resumirse en una característica: la maximización de la tasa de ganancia de las compañías más concentradas. El Estado que lidera, del que abjura de boquilla, pero al que utiliza a destajo para darle forma al futuro, es el gendarme que asegura ese reparto a lo Hood Robin.
¿Para qué, si no, desreguló todos los mercados que pudo; vació de contenido cualquier forma de defensa del consumidor y la competencia; revirtió la declaración de "servicio público" de la telefonía móvil e Internet y les desató las manos a esas empresas, a las escuelas privadas y a los seguros de salud para que sumaran rentabilidad sin piedad para con la clase media que, se supone, es su principal nicho electoral? A las compañías de medicina prepaga les hizo chaschás Toto Caputo cuando le empezaron a complicar el humor de los sectores medios y la escalerita descendente del IPC, para, después de una queja livianita y la "imposición" de una devolución de dinero que dio risa, volvió a dejarlas hacer cualquier estropicio.
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Así, es discutible que el aval del Enacom y de la CNDC dependa de una idea de mercado perfecto que no es la que Milei tiene en la cabeza.
Tanto por charlar…
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Héctor Magnetto, de ganador a perdedor en la era Javier Milei
¿Qué será lo que el Presidente tiene en la cabeza, entonces? La consolidación de su proyecto de poder. ¿Con o sin Magnetto?
Perturban, acosan y envenenan la convivencia, pero las redes sociales no son el único desvelo de la ultraderecha en funciones. También lo son los "caños" por los que circulan esos bits y la vieja televisión, al punto de que el Gobierno se ha cuidado de sembrar comunicadores propios en tres de los canales de noticias de mayor audiencia del país. Aunque él se considere la corporización del Zeitgeist hegeliano, el mundo va más allá del Gordo Dan.
¿Será que la defensa de la competencia constituirá una herramienta para canjear un aval a la compra por sumisión mediática? La historia avala esa hipótesis, tanto por la praxis del Gobierno como por los cálculos de los protagonistas del negocio: Telefónica eligió ese comprador entre otros posibles; el Grupo Clarín difícilmente se haya lanzado a una aventura sin destino.
Como recordó el periodista Sebastián Lacunza, "en las últimas cuatro décadas, según la legislación vigente en cada momento, Clarín no podía y, de facto, pudo" convertirse en un multimedio avasallante, con un nivel de concentración de negocios, eliminación de competencia, influencia política y capacidad de lobby con pocos parangones internacionales "libra por libra"… con perdón de la expresión.
Si, presionando, presentando hechos consumados, apretando, convenciendo y negociando pudo arrancarles lo que quiso a Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Néstor Kirchner y Macri, ¿por qué no habría de poder hacerlo con el maleable Milei, con quien hay tanto toma y daca posible?
Todo dependerá de que se llegue o no a algún acuerdo de hondas repercusiones sobre el pluralismo y el espesor del debate publico.