La atracción que genera en el mercado financiero el programa económico de Javier Milei y Toto Caputo no encuentra techo. El mercado accionario prolongó ayer su racha de 2024 –que supuso subas de hasta 370% en algunos papeles– y alcanzó un nuevo valor récord medido en dólares. Más relevante, el riesgo país –medida de la capacidad de pago de la deuda pública– quebró a la baja la barrera de los 600 puntos básicos –seis puntos porcentuales–, finalizó la rueda a 569, cayó a su menor nivel desde agosto de 2018 y, dicen los que dicen saber, se encamina hacia los 400 o menos. Creer o reventar.
Si hubiera que señalar una causa, una sola, para explicar semejante fiesta, extraña en un país se se siente frágil, bastaría con dar un nombre y un apellido: Javier Milei. De hecho, cuando este asumió, ese indicador era de nada menos que de 1.930 puntos básicos, barbaridad a la que contribuían el desastre que dejaba el peronismo y la propia llegada de un presidente extravagante que amenazaba con dolarizar sin dólares y desatar, por esa porfía, una hiperinflación.
Con todo, lo que ocurre no es unicausal y se podría matizar de muchos modos la buena nueva de la caída del riesgo país. Se podría argumentar que el rebote de la actividad, que será muy fuerte en los primeros meses del año, se explica en buena medida en la bajísima base de cálculo que dejó la megadevaluación de diciembre de 2023. También, que esa recuperación es desigual y que todavía no se siente plenamente en la industria y el comercio. Asimismo, que el consumo mejora poco a poco de la mano de los salarios, pero que eso reitera un patrón fragmentario, en el que hay que buscar con lupa qué sectores muestran dinamismo –los trabajadores formales y no todos– y cuáles no. Por otro lado, se podría mencionar la amenaza del atraso cambiario, que marida mal con la apertura importadora y genera ruido en un sector industrial que se espanta ante el nuevo mantra oficial de "adaptarse o morir".
Todo eso puede decirse, pero no hay que caer en el error de ningunear la importancia de la reducción del riesgo argentino.
La importancia de un índice
El riesgo país –EMBI, o Emerging Markets Bonds Index, elaborado por JP Morgan Chase– indica el diferencial de tasa que pagan los títulos de deuda soberana de un determinado Estado por encima del correspondiente a los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos, país considerado riesgo cero por su poderío y por tener el Ctrl+P de los dólares.
Así, hablar de un riesgo argentino de 569 puntos básicos significa que los títulos públicos nacionales pagan 5,69 puntos porcentuales por encima de los Treasuries, lo que arroja una tasa total de alrededor del 11% en dólares. Todavía demasiado alta.
Lo que vale, sin embargo, es la tendencia. Si el riesgo baja, se abarata el financiamiento para el Estado y, como reflejo, también para las empresas nacionales, lo que es muy bueno.
Eso no significa necesariamente que la mejora de indicador anticipe un boom sostenible en el largo plazo, una refundación virtuosa de la economía argentina o un ciclo duradero de desarrollo, pero sí que comienza a establecer bases de financiamiento compatibles con esos objetivos. El resto lo tiene que hacer una política económica que, como insiste desPertar, por ahora dista de brindar garantías.
Quienes miran esta tendencia con mayor entusiasmo suelen argumentar que el mercado financiero ejerce una suerte de "voto calificado" cotidiano, cuya rasgo distintivo radica en expresar la confianza de quienes se juegan nada menos que su dinero en cada rueda. Por otro lado, quienes relativizan ese argumento sostienen que los agentes solamente se preocupan, en lo que hace a la deuda soberana, en las condiciones de repago de los vencimientos y que eso nada dice sobre un futuro venturoso para todos.
Ni tanto ni tan poco.
El amor tiene razones que la razón no entiende
Más allá de que se pueda resumir en el nombre de Milei la bonanza de los indicadores financieros –que sigue incluyendo la rareza internacional de un dólar débil y una moneda local fuerte–, hay otras causas que explican lo que ocurre.
- En primer lugar, el apego incondicional del Gobierno a la política de superávit fiscal garantiza la disponibilidad de recursos para pagar los vencimientos.
Sin embargo, el superávit fiscal asegura solamente un excedente de pesos. ¿De dónde salen los dólares necesarios para honrar efectivamente esos compromisos?
- Segundo, Milei y Caputo han cimentado la confianza de los inversores en el último año al asegurar los recursos para realizar los pagos de 2025, por más que la falta de divisas en el Banco Central abra un interrogante respecto de lo que vendría a continuación.
- Tercero, en paralelo lo anterior, el pago de 4.341 millones de dólares en concepto de capital e intereses de bonos renegociados por Martín Guzmán en 2020 sirve como prueba de amor y además genera expectativas de que los inversores más osados reinviertan parte del dinero que recibirán otra vez en riesgo argentino.
La confianza se muerde la cola y queda en cada uno evaluar si esa pirámide se va elevando al cielo sobre plataformas firmes o precarias. De hecho, el mercado es un animal caprichoso e imprevisible: el propio Caputo puede dar fe, por ejemplo, de que todo lo que estaba bien hasta febrero de 2018 pasó a estar muy mal a partir de abril.
La fe de los mercados –sí, la fe, porque es insoslayable el componente irracional de los procesos de este tipo– se proyecta, precariamente, al futuro.
De ese modo, la reducción del riesgo país de los últimos meses le abrió al Banco Central la posibilidad de cerrar un crédito repocon un club de cinco bancos. El mismo supone la entrega de una garantía –bopreales, inédita deuda de la autoridad monetaria en dólares– que debería ser recomprada en dos años y cuatro meses además de asumirse una tasa de interés aún muy fuerte del 8,8%.
- El monto de la operación –de apenas 1.000 millones de dólares– es simbólico; lo que importa es que la Argentina avanza, a los ojos del mercado, hacia la reapertura del crédito voluntario, se supone que a costos menores. He ahí la cuarta explicación de la fiesta.
- Un quinto elemento es que el mercado descuenta un acuerdo nuevo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el que sería facilitado por Donald Trump a partir del próximo lunes 20 y que implicaría, como dijo Caputo, "plata nueva" antes del final del primer trimestre.
Con una suma de entre 10.000 y 15.000 millones de dólares, como se especula, Milei y su ministro trader podrían avanzar hacia la liberación del mercado cambiario con un riesgo controlado de corrido contra el peso. ¿El FMI enterrará más dinero en este país sin ninguna devaluación del peso? Ver para creer.
Ese entendimiento sería una excepción a la afirmación de Milei de que nunca tomará deuda nueva, sino solamente la necesaria para refinanciar la que va a venciendo. En realidad, un eventual segundo crédito del Fondo vendría a compensar las reservas dilapidadas por Caputo y Santiago Bausili en pos del esfuerzo oficial por pisar artificialmente los tipos de cambio paralelos con las divisas generadas por el comercio exterior. Eso, con perdón del Presidente, es endeudamiento neto.
- En sexto lugar, cabe mencionar el factor político.
El jefe de Estado inicia su segundo año de Gestión con una fortaleza hasta hace poco insospechada, empoderado por una minoría de bloqueo que supo seducir o comprar con favores de diverso tipo en el Congreso, acompañado por una mayoría social en las encuestas y con buenas perspectivas para la elección de medio término si es que no se producen antes sorpresas con el tipo de cambio.
Por ahora, la rueda de la felicidad sigue girando.
Entre hoy y mañana
Prácticamente todos los factores mencionados sugieren una primacía del juicio de corto plazo por encima del largo.
Más allá de las pantallas de los operadores, la economía real manifiesta problemas de calado: la combinación de un sensible atraso cambiario y la apertura importadora se presentan como una sentencia de muerte para los sectores menos competitivos de la industria nacional. "Adaptarse o morir" es la consigna del momento, que el gobierno de ultraderecha, al que no se le puede reprochar falta de franqueza brutal, no se preocupa por ocultar.
Esos segmentos débiles del Círculo Rojo se sobresaltan también por la devaluación brasileña y por el proteccionismo que Trump se dispone aplicar en los Estados Unidos, lo que tampoco combina bien con la propuesta de Milei de avanzar hacia un tratado de libre comercio con Estados Unidos incluso al precio de dinamitar el Mercosur, mercado excluyente para una industria nacional no preparada para competir en las grandes ligas.
En busca de explicaciones, sobre el final de este newsletter emerge la que tal vez sea la principal: quién quiere cobrar mañana vive de lo inmediato, mientras que quien quiere labrarse un futuro o abrirlo para sus hijos otea al horizonte.
¿Será Milei capaz de responder a la vez a esas dos inquietudes que por momentos parecen antitéticas?