Sergio Ziliotto, Ricardo Quintela y Gildo Insfrán todavía integran el grupo de gobernadores opositores a Javier Milei. A la par de Axel Kicillof y, con menor intensidad, el santiagueño Gerardo Zamora y el fueguino Gustavo Melella, los peronistas se refugiaron en sus provincias y resistieron política e institucionalmente el paso de la motosierra libertaria por las cuentas públicas.
Los tres tuvieron posicionamientos similares y sufrieron consecuencias parecidas. La distancia con la Casa Rosada les complicó los números, víctimas naturales del recorte y la caída del consumo que impactó directamente en la recaudación.
Sin embargo, desplegaron estrategias distintas. La realidad de cada territorio se proyecta de manera diferente teniendo en cuenta la posibilidad de bajar algunas banderas o responder con herramientas provinciales ante las problemáticas que la gestión Milei no está dispuesta a asumir como propias.
Sergio Ziliotto, duro de domar
Para Ziliotto, 2024 fue un año largo y complejo. Su plan de ponerse a la vanguardia de la resistencia contra Milei le embrolló le ecuación financiera. El Tesoro le acumuló una deuda superior a los $70.000 millones y la provincia eligió patalear políticamente. Hubo selfies con Kicillof y demandas ante la Corte Suprema de Justicia, pero todo terminó con el gobernador aceptando una foto en la Casa Rosada para convertirse en el primero en plegarse al Plan Canje, aunque con esperanzas moderadas.
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Sergio Ziliotto con Lisandro Catalán en la Casa Rosada.
La motosierra libertaria frenó la obra pública: las transferencias de la Nación para este rubro fueron literalmente cero pesos. Ziliotto hizo el intento de meter la mano en los bolsillos provinciales más gordos para garantizar un fondo de emergencia alimentaria con un “impuesto a la riqueza”. La oposición le negó el cuórum durante un tiempo, algo que nunca había ocurrido en la democracia pampeana, y al final todo el “aporte solidario” se cargó sobre la espalda del Banco de La Pampa, que paga más alta la alícuota de Ingresos Brutos para nutrir la asistencia contra el hambre. En el medio de ese proceso, Economía lo castigó con el cierre de varias sucursales del Banco Nación, aunque en ese punto finalmente hubo acuerdo.
Se sumó la complicación política-partidaria: el fantasma del “pato rengo” ronda a Ziliotto, que ya no tiene reelección disponible, y en el complejo 2024 le surgieron en el propio PJ cuestionamientos y movidas “no alineadas” desde las intendencias más importantes. En ese agitado frente interno también tuvo que afrontar el primer paro de la intersindical de estatales contra su gestión, aunque con una potencia acotada.
La expectativa es que el año electoral que viene ordene un poco esas fichas al interior del oficialismo pampeano. Golpeándose el pecho con el histórico equilibrio fiscal, y además sin deudas, Ziliotto ya tiene presupuesto 2025, pero la interna también le complica la aprobación de la cuenta de inversión. La Pampa aspira a que el Plan Canje arroje algunos dividendos, para no tener que rascar la olla del Fondo Anticíclico que se gestó durante varias gestiones y que ya se fue deshilachando en este largo 2024.
Ricardo Quintela, el presidente que no (se) fue
En 2023, en plena campaña electoral, Quintela avisó que renunciaría a su cargo como gobernador si Milei llegaba a la Casa Rosada. Con el resultado puesto, el riojano se arrepintió y entró en una batalla abierta contra la Casa Rosada, que potenció con su intención de convertirse en el presidente del PJ, el principal partido opositor a la gestión libertaria.
Más allá de esa aventura, Quintela intentó amurallar la provincia antes los recortes. Fue el único gobernador que se animó a emitir cuasimonedas, el Chacho, y se negó a aplicar los aumentos de tarifas en los servicios públicos autorizados por el gobierno nacional. Todavía sostiene esa medida que, a la luz de la caída general del poder adquisitivo de los salarios, se presenta como su mayor logro en la provincia.
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Ricardo Quintela quiso ser el presidente del PJ, pero no contó con el apoyo explícito de ninguno de los gobernadores de su partido.
Sin embargo, la actitud beligerante en el que las distancias con Milei nunca estuvieron en discusión, genera algunos problemas que aparecen como los más urgentes en el futuro inmediato. La Rioja se ubica en el lote de provincias que menos fondos para obra pública recibió en el primer año de Milei, razón por la cual cerraron más de 30 empresas constructoras locales, y una en las que mayor impacto experimentó en la caída de las trasferencias automáticas y los fondos coparticipables.
En ese contexto y tras el fracaso de su fallida avanzada contra Cristina Fernández de Kirchner, Quintela decidió privilegiar la gestión provincial que se empezó a desbandar económica y financieramente justo en el momento de mayor fortaleza política. En julio, el gobernador juró la nueva Constitución provincial, que eventualmente podría habilitarlo para un nuevo mandato.
En el desafío por plantarse como opositor sin que el látigo sin billetera de la Casa Rosada termine por arruinarle los planes, Quintela también tiene que hacer frente al desembarco libertario en La Rioja, que tiene detrás a un viejo conocido, el encumbrado Martín Menem. El primer chico se jugará en las elecciones de medio término del año próximo.
Gildo Insfrán, el impenetrable formoseño
A Insfrán le pegan todos por todos lados, menos el Presidente. La Corte Suprema analiza denuncias en su contra, la oposición se reúne en una alianza amplia para terminar con su ciclo que cumplirá 30 años ininterrumpidos en el poder y el Congreso tiene proyectos que piden, directamente, por la intervención federal de la provincia. Sin embargo, su nombre no aparece entre las principales preocupaciones de Milei.
Como ya contó Letra P, una de las razones de esa convivencia tiene que ver con uno de los temas pendientes que Milei tiene en su tire y afloje con lo que denomina "la casta": la desginación del juez Ariel Lijo en la Corte Suprema, que Insfrán apoya. En orden de conveniencia, el Presidente sabe que no contará con el apoyo del formoseño para ninguna de las iniciativas en el Congreso, pero que el viejo caudillo peronista tampoco levantará demasiado la voz en esos debates nacionales. Le importa la provincia y quiere privilegiar ese orden interno que, en gran medida, explica su duración en el poder provincial.
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Dedos en V: Gildo Insfrán impulsa su segunda reforma integral de la Constitución de Formosa.
Puertas adentro, Insfrán sostiene su postura de hombre duro que cuestiona no sólo al Presidente y el plan económico, sino también al centralismo porteño, casi un leit motiv de batalla permanente. Hacia afuera hace gala de una apertura que le permitió ganar espacio entre los gobernadores del Norte Grande y de la flamante Región Litoral, donde encuentra nuevos caminos para sentarse a negociar con la gestión libertaria.
Pese a todo, el balance no termina siendo negativo para el gobernador que logró posicionarse como el opositor más favorecido por los pocos fondos que repartió la gestión Milei para la obra pública. Aunque en ese caso puntual, también pesó el pedido de las empresas a cargo de esos proyectos que empujaron el lobby con la Casa Rosada.
Políticamente, el gobernador se siente seguro. Mantiene las cuentas en orden pese a la caída general y proyecta un 2025 en el que confía en reformar la Constitución y llegar a 2027 con un nuevo texto que, a decir de la oposición, podría abrirle las puertas a un par de mandatos más, fortaleciendo su imagen de hombre record que se las arregla para sortear las dificultades y sobrevivir a medida que pasan los gobiernos.