Tras la fuga de presos en una alcaldía de Liniers, el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, decidió descabezar la cúpula policial por segunda vez en dos meses y ascender a funcionarios de se confianza. Esta suerte de intervención virtual dejó al ministro de Seguridad Waldo Wolff en una situación delicada.
Las balas les pican cerca al ministro porteño. En las últimas semanas del año, fue protagonista de las noticias políticas y policiales por la fuga de 17 presos de la alcaldía 9 en la víspera de Nochebuena. La situación no es nueva ya que, desde su llegada a esa cartera, hubieron 15 fugas de comisarías porteñas. Sin embargo, el último escape de detenidos provocó la apertura de una investigación y el desplazamiento de la cúpula de la Policía de Ciudad.
La remoción del jefe policial Pablo Kirsch y su segundo, Jorge Azzolina, un uniformado con ascendencia en la Policía Federal, que fueron reemplazado por Diego Casaló y Carla Mangiameli, ocurrió seis meses después de su designación y fue el último eslabón de cambios previo a un eventual desplazamiento de Wolff.
En la Jefatura de Gobierno resolvieron mantenerlo en su cargo pese al costo político que tuvo la última fuga y a la preocupación por el manejo personal que tiene el funcionario de los recursos policiales. Su permanencia deberá convivir con fuertes cambios internos en la estructura del ministerio que tuvieron poca trascendencia pública, pero le dejan a Wolff con poco margen de maniobra.
Los cambios ordenados por Jorge Macri
La salida de Diego Kravetz de la Secretaría de Seguridad porteña y su paso a la Secretaría de Inteligencia del Estado fue un golpe político para la administración porteña que Macri supo resolver rápidamente, al menos en cuanto a la gestión. Se encargó personalmente de convocar como reemplazo a Ezequiel Daglio, lo que fue interpretado como un gesto hacia Patricia Bullrich ya que el especialista se formó bajo el ala de la funcionaria nacional, pero ya reportaba en la cartera porteña como subsecretario de Relaciones con la Comunidad y Atención a la Víctima.
Con la renovación de la cúpula policial y su jefatura política, el alcalde porteño también ordenó desplazar al jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, José Ferrentino, un operador todo terreno del ministro que es señalado como uno de los funcionarios responsables de la descoordinación que le valió enemigos internos y externos. Ferrentino no dejará el ministerio pero volverá a encargarse de sus funciones como consultor en comunicación y estrategia. El reemplazo aún no está definido y quien sonaba como probable número dos para Seguridad, Pedro Comín, un funcionario de Espacio Público con una extensa trayectoria en el PRO, no sumirá ese cargo.
El esquema de control de la cartera se completa con la presencia en el gabinete de Raúl López Presa, un hombre del riñón de Macri. Desde diciembre de 2023, López Presa es el subsecretario de Gestión Administrativa de Seguridad, pero durante las últimas décadas fue funcionario en el Municipio de Vicente López, donde llegó a ser secretario de Fiscalización y Control.
Ruidos por la supercustodia
Otro de los frentes que acrecentó el malestar de Uspallata con el ministro de Seguridad es el manejo de los recursos oficiales con una discrecionalidad absoluta. En privado, Wolff se jacta de ser "el judío más importante del país" y así lo hace valer dentro de su ministerio y del gobierno porteño con el despliegue de seguridad a su alrededor insólito.
Wolff tiene designados, para él y para su familia, más custodios que todos los que están abocados a cuidar a las máximas autoridades del gobierno porteño. Macri, como jefe de Gobierno cuenta con 16 custodios, mientras que Clara Muzzio, la vicejefa, tiene 15 custodios. El ministro, en cambio, cuenta con una custodia de 27 integrantes y destinó otros nueve para el cuidado de su esposa, hija y su madre.